Sistema Globalmente Armonizado de Clasificación y Etiquetado de Productos Químicos (SGA) - Décima Edición Revisada 2023.
El Sistema Globalmente Armonizado (SGA) de clasificación y etiquetado de productos químicos surge como una respuesta internacional para estandarizar los criterios en la clasificación de sustancias químicas peligrosas. Con el paso del tiempo, las normativas locales y regionales en torno a productos químicos peligrosos variaban, lo que dificultaba su manejo seguro en el comercio internacional. En este contexto, el SGA establece criterios universales para clasificar, etiquetar y comunicar peligros en el ámbito laboral, de transporte y de consumo.
Parte 2: Peligros Físicos
Los peligros físicos se refieren a las propiedades intrínsecas de los productos químicos que pueden desencadenar daños debido a su interacción con el entorno. El Capítulo 2.1 aborda los explosivos, productos que, al someterse a una reacción química, liberan energía de forma violenta, ya sea en forma de calor, presión o gas. Estos productos requieren medidas estrictas de almacenamiento y manejo para evitar detonaciones no intencionales. El etiquetado y la comunicación del peligro son críticos en este caso.
El Capítulo 2.2 trata sobre los gases inflamables, que son aquellos que, al mezclarse con el aire en determinadas concentraciones, pueden arder o explotar. Estos gases, como el propano o el butano, son comunes en industrias y hogares, pero sin las medidas adecuadas de almacenamiento y ventilación, pueden provocar incendios o explosiones. Un ejemplo de prevención es el uso de etiquetas visibles que alerten sobre este riesgo.
Otro tipo de peligro físico es el que cubre el Capítulo 2.3, relacionado con los aerosoles y productos químicos a presión. Los aerosoles, que contienen productos bajo presión, pueden explotar si se exponen a temperaturas altas o si se perforan. Además de los riesgos de explosión, algunos aerosoles contienen gases inflamables, lo que incrementa aún más el riesgo en su manejo.
En el Capítulo 2.4, se describen los gases comburentes, que son gases capaces de provocar o agravar un incendio al ceder oxígeno a una combustión. Este tipo de gases, como el oxígeno puro o el peróxido de hidrógeno en forma gaseosa, se usan comúnmente en entornos industriales, por lo que se deben extremar las precauciones para evitar incendios en su almacenamiento.
Los gases a presión, cubiertos en el Capítulo 2.5, representan otro peligro significativo. Estos gases se almacenan a presiones elevadas, y cualquier fuga o rotura en los contenedores puede liberar grandes cantidades de gas de forma rápida y peligrosa, con consecuencias desde asfixia hasta explosiones.
El SGA también trata los líquidos inflamables en su Capítulo 2.6. Estos líquidos, como la gasolina y el etanol, pueden arder con facilidad si se exponen a una fuente de ignición. Son fundamentales las medidas preventivas para evitar derrames y garantizar un correcto almacenamiento, ya que un derrame de líquidos inflamables puede generar contaminación e incendios graves.
El Capítulo 2.7 aborda los sólidos inflamables, que pueden arder rápidamente si se calientan o se exponen a una llama. Aunque menos comunes que los líquidos inflamables, productos como el fósforo rojo o ciertos metales en polvo son ejemplos de sólidos que presentan riesgos de incendio y que requieren manipulación cuidadosa.
El Capítulo 2.8 introduce las sustancias y mezclas que reaccionan espontáneamente (autorreactivas), productos que pueden descomponerse violentamente sin necesidad de una fuente externa de energía. Estos materiales, como algunos peróxidos orgánicos, pueden iniciar reacciones químicas descontroladas si no se almacenan de forma adecuada, poniendo en riesgo tanto a los trabajadores como a las instalaciones.
En cuanto a los líquidos pirofóricos (Capítulo 2.9) y los sólidos pirofóricos (Capítulo 2.10), se trata de sustancias que pueden encenderse espontáneamente al contacto con el aire. Los ejemplos incluyen compuestos de litio o fósforo blanco, que deben manipularse en atmósferas controladas para evitar incendios repentinos.
Los capítulos 2.11 y 2.12 también abordan peligros específicos. Las sustancias que experimentan calentamiento espontáneo (Capítulo 2.11) son aquellas que, al entrar en contacto con el aire, generan calor hasta alcanzar su punto de ignición. Un ejemplo típico son ciertos aceites vegetales que, al ser absorbidos por materiales como trapos, pueden provocar incendios si no se eliminan adecuadamente. En el Capítulo 2.12, se detallan las sustancias que, en contacto con el agua, liberan gases inflamables, como el sodio o el potasio, que al reaccionar con el agua liberan hidrógeno, un gas extremadamente inflamable.
Finalmente, en los Capítulos 2.13 a 2.17, se tratan los peligros asociados a líquidos y sólidos comburentes, peróxidos orgánicos, sustancias corrosivas para los metales, y explosivos insensibilizados. Estos productos representan un amplio espectro de peligros que van desde la intensificación de incendios (comburentes) hasta la degradación de metales y la posible explosión de sustancias altamente reactivas.
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Parte 3: Peligros para la Salud
La Parte 3 del SGA se centra en los peligros que afectan directamente la salud humana. El Capítulo 3.1 aborda la toxicidad aguda, que refiere al daño severo o la muerte que una sustancia puede causar tras una única exposición. Productos con alta toxicidad aguda, como pesticidas o solventes industriales, requieren etiquetado claro para prevenir intoxicaciones.
En el Capítulo 3.2, se detalla la corrosión e irritación cutánea, es decir, la capacidad de ciertas sustancias para destruir el tejido vivo o provocar irritación severa. Los productos químicos corrosivos, como los ácidos fuertes, deben manipularse con equipos de protección personal adecuados para evitar quemaduras.
La lesión ocular grave es otro riesgo cubierto en el Capítulo 3.3. Las sustancias químicas pueden dañar gravemente los ojos si entran en contacto con ellos, provocando ceguera o daños permanentes. Los productos que presentan este peligro deben etiquetarse y manejarse cuidadosamente para evitar el contacto con los ojos.
El Capítulo 3.4 aborda los riesgos de sensibilización respiratoria o cutánea, que incluyen productos que pueden provocar alergias o sensibilización en el cuerpo tras su exposición repetida. Este tipo de sensibilización puede generar respuestas severas del sistema inmunológico, como asma o dermatitis, por lo que es esencial controlar la exposición a estas sustancias.
Además, se discuten peligros más a largo plazo, como la mutagenicidad en células germinales (Capítulo 3.5), que se refiere a la capacidad de una sustancia para causar alteraciones genéticas que podrían transmitirse a futuras generaciones. Del mismo modo, la carcinogenicidad (Capítulo 3.6) es abordada como un riesgo importante para la salud humana, cubriendo productos que pueden inducir cáncer tras exposiciones prolongadas.
Los Capítulos 3.7 a 3.10 continúan con otros riesgos para la salud, incluyendo la toxicidad para la reproducción, la toxicidad específica de órganos diana y el peligro por aspiración, tanto por exposición única como por exposiciones repetidas. Estas categorías aseguran que se clasifiquen adecuadamente las sustancias que pueden afectar órganos específicos o el sistema reproductivo y respiratorio humano.
Parte 4: Peligros para el Medio Ambiente
Por último, la Parte 4 del SGA, en sus Capítulos 4.1 y 4.2, aborda los peligros para el medio ambiente. Se presta especial atención a los peligros acuáticos, que se refieren a sustancias que pueden contaminar cuerpos de agua, afectando la vida marina y el suministro de agua potable. Además, se abordan los productos que dañan la capa de ozono, un tema de suma importancia en la lucha global contra el cambio climático.
En conclusión, el Sistema Globalmente Armonizado se ha convertido en un estándar esencial para la clasificación, etiquetado y comunicación de los peligros asociados con productos químicos. Su estructura clara y detallada, como la que se muestra en los capítulos presentados en este artículo, garantiza un enfoque uniforme que permite un manejo seguro de estas sustancias en todo el mundo. La revisión 10 de 2023 del SGA es un paso más en la constante evolución hacia la seguridad global en la manipulación de productos químicos.