No solo somos la gota, somos también el océano
Hoy desperté dando gracias por los regalos que he tenido en estos días: estar en casa, regar mis plantas, jugar con mi hija, ver atardeceres desde mi balcón, respirar, aprender, reflexionar y comprender.
Amanecí pensando que si realizamos un pequeño ayuno de la televisión, las métricas y la presión, podemos encender la consciencia y vivir estos eventos desde nuestra esencia, libres del estímulo, entendiendo que no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con ello...
Tengo la certeza de que si no ponemos la mirada en los dolores del parto, sino en lo que está por nacer: una civilización más empática, colaborativa y espiritual, estaremos poniendo nuestra energía en construir, en creer y en crear nuevas realidades.
Si hoy estamos en casa, hagamos mermelada, volvamos a la infancia, mirémonos a los ojos, utilicemos este maravilloso espacio de tiempo para crecer, para leer, para querer y así después regresar a construir con más fuerza un planeta con mucho más sol.
De momento hemos aprendido que un estornudo en China puede contagiar al mundo! Esta es una buena noticia, porque un pensamiento de amor puede también salpicar al universo... estamos interconectados, no solo somos la gota, somos también el océano.