¡Son los sentimientos, estúpido!

¡Son los sentimientos, estúpido!

Reflexiones sobre la terminología de D&D y otros juegos de rol

Reconozcámoslo, hemos estado ahí; en algún momento de nuestra vida nos hemos refocilado en ese espacio mental «de cuñado» en el que creíamos que el mundo acababa allá donde acababa el nuestro propio; donde lo que teníamos en la cabeza era pura ley cincelada en piedra. «Esto se dice así: [mi forma], no así: [la forma del otro]». Tal vez, incluso nos hemos reído de esa persona por su manera de decir algo, o de pronunciarlo. Una risa de suficiencia, condescendiente, de mirar por encima del hombro; como un profesor benévolo que está a punto de enseñar a un alumno perdido una verdad de la vida.

Seguramente, también nos habrá pasado a todos el llevarnos un «zasca» de dejarnos boquiatrás. Y es que nadie puede saber tantísimo de todo, siempre. Incluso alguno o alguna habrá hecho en su momento el ridículo intentando defenderse de la metida de pata recurriendo a las falacias clásicas. From lost to the river...

Eso ha pasado, pasa y pasará siempre, en cuanto a la terminología rolera. Con un poco de suerte, hemos aprendido a callar a tiempo a veces, a hablar menos y escuchar más, pero habrá gente que se muera riéndose de los demás, porque son más listos que nadie y su verdad es la única (Twitter es un magnífico escorial lleno de ejemplos). Por eso, este artículo de hoy trata sobre la falta de empatía y sobre el exceso de vanidad. Sobre ir por ahí de sobrados, recluyéndonos en el charco que es nuestro minúsculo mundo personal e ignorando el océano del de los demás. Sobre cómo nos miramos el ombligo sin darnos cuenta, con total ausencia de una mentalidad abierta. Y sobre traducir D&D, claro.

Quiero aclarar desde ya mismo que el título de este artículo no es un improperio; no pretende insultar a nadie. Solo he hecho un símil de aquella mítica frase que hizo posible la victoria de Bill Clinton sobre George Bush en las elecciones de 1992: «¡[Es] La economía, estúpido!». Podéis leer sobre ello en este artículo de Wikipedia. Es una especie de meme de la época que luego se ha aplicado a innumerables situaciones, y que solo significa que no se debe perder de vista lo que se menciona, porque es de una importancia capital.

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De hecho, en su origen, su creador tampoco la usó para insultar a nadie en particular, sino a sí mismo, como recordatorio personal: «¡No se te ocurra dejar de mencionar la economía en la campaña, idiota!». Al final, el sentido de esa frase tiene innumerables aplicaciones a la vida real y, cómo no, también al traducir rol.

En los más de tres años que llevo traduciendo y corrigiendo libros y contenidos de Dungeons & Dragons y otras líneas de 5.ª edición basadas en OGL (el corpus de licencia abierta), he tomado conciencia de las diferentes facetas implícitas en el proceso de traducción, como comenté en mi anterior artículo. Lo peor es el vértigo de la responsabilidad, porque una vez que tomas una decisión de traducción o corrección, queda: traduces el nombre de un monstruo, un PNJ, un topónimo, un gentilicio, una dote; o bien censuras/corriges el uso en el original de un anatopismo; todo eso queda.

Cuando entra en la base terminológica del juego, va a misa casi para los restos, y salvo que sea una errata flagrante que pueda solventarse en una reimpresión, cualquiera que en el futuro use el término en otro libro lo tendrá que aceptar así. Le guste o no, y le parezca acertado o no.

Esto fue lo primero que me encontré, y de lo que tomé conciencia, al empezar a traducir los últimos capítulos de La Tumba de la Aniquilación, que fue mi primer trabajo: que en el mundo del rol, traducir no es siempre un ejercicio de libertad creativa, ni D&D es precisamente el país de la libertad. Por el contrario, lo primero que tuve que aceptar a regañadientes fue que debía apegarme al glosario «como culo a calzoncillo», que decían en Salvar al soldado Ryan. Vi con claridad que tenía que aparcar mi pequeño mundo de tradiciones e idiolectos para arrodillarme ante el inclemente glosario. De pronto, tras toda una vida jugando, tenía que dejar atrás mucho de ese equipaje. Me resultó difícil, en ocasiones. Lo sabe bien Rodrigo García Carmona, mi PM y coordinador de la línea estos años pasados, que me aguantó con paciencia infinita mientras me daba tiempo a que yo asimilara la cruel verdad. ¡Mozo, traiga otra copa! Y sírvase de algo al que quiera tomar...

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Para colmo, mi problema es que llevo leyendo novelas de Reinos Olvidados desde que Timun Mas empezara a publicarlas allá a principios de los 90, pero el vocabulario de las novelas no se considera parte del juego, ni se tiene en cuenta para el glosario. Así que ya podía despedirme de escribir cosas como «Mithril Hall», «Suboscuridad», «Bajomontaña», o llamar a mi amada Waterdeep «la Ciudad del Esplendor».

Por mencionar algunos otros ejemplos tangibles:

  • De toda la vida, en mi grupo se dijo «presa sacudidora» para hablar del conjuro de shocking grasp. Ahora, en 5.ª edición se dice «agarre electrizante».
  • De toda la vida, en mi grupo se habló de «bestia desplazadora», que ahora se llama «bestia trémula».
  • Y pongamos como último y sangrante caso un término que ahora ya también está en el glosario de D&D: «Cthulhu». Yo llegué a reírme de gente porque, de toda la vida, en el entorno en que me movía se pronunciaba «tulu». Con el tiempo conocí a personas de otros lugares; también creció internet, y vi que había quien pronunciaba la misma palabra como —todos casos reales— «tulu», «catulu», «chulu», «chutulu», «cutuluhú», «chucultu», «cachulu», «cazulu», «zulu», «ujlujlu», «klujlujlu»… Y lo curioso es que todos se reían de los demás, al igual que yo. Tiempo después, averigüé que Lovecraft había dejado notas sobre la fonética y la pronunciación de esa palabra. Pronunciarla bien te garantiza una pronta visita al logopeda o al foniatra. Aquí puedes ver cómo se pronuncia en realidad si no la habías escuchado antes. Te va a sorprender. ¿Qué esperabas de un zumbado como Lovecraft? XD Pero, en resumen: NADIE lo pronuncia bien, pero todos se ríen de los demás. Fabuloso.

El fenómeno está claro: cuando la otredad nos confronta con algo que está fuera de nuestro mundo de conceptos, nos choca y lo rechazamos, porque hace tambalearse los cimientos de nuestro propio «yo», y eso no nos gusta. Como decía al principio, solo con el paso del tiempo y madurando un poco nos damos cuenta de que nuestro mundo mental es limitado, pequeño, en ocasiones, y que merece la pena abrir el espectro y los oídos.

Como nos pasa con todo en la vida, somos nuestra experiencia particular; el resultado de nuestras interacciones con el ambiente que nos rodea: lugares, personas, acontecimientos, etc. Eso modula nuestra forma de ver el mundo; damos por cierto aquello que nos es familiar o con lo que tenemos un estrecho vínculo afectivo. Y este es el concepto central de lo que quería explicar: los sentimientos.

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Prefiero mil veces «bestia desplazadora» a «bestia trémula» tan solo porque yo empecé a jugar con mis amigos a la 2.ª edición y se decía así, nada más. Fue la época de la expansión del juego, de jugar cinco veces a la semana durante las vacaciones; de ir de acampada, a la playa o a la piscina y llevar los dados y las fichas. Ambas son traducciones válidas, pero cuando oigo en la mesa «bestia desplazadora» me retrotraigo sentimentalmente a tiempos más felices o, si no más felices, con más tiempo, más libertad, menos responsabilidades; quizás no eran tiempos mejores, pero desde luego todo era más fácil. Al oír el término familiar me inundan las endorfinas, es un abracito al corazón.

Por el contrario, cuando oigo por primera vez una interpretación moderna es como un ultraje a la memoria. De entrada lo repudio, todos lo hacemos, pero traducir ayuda mucho a relativizarlo. Traducir abre la mente. Al final, son los sentimientos positivos asociados a los términos los que parecen darles una falsa pátina de verosimilitud y corrección. Es correcto porque «es mío, mi mundo, me pertenece», al menos en el recuerdo.

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No hay que saberse la teoría del punto de vista de Ortega y Gasset para darse cuenta de que la experiencia rolera de cada uno es personalísima. En todo caso, puedes compartirla en un buen tanto por ciento con quienes te hayan acompañado en el viaje: tus amigos y compañeros de grupo de juego, la gente con la que organizaste unas jornadas, quienes empezaron contigo y jugaron a lo mismo que tú en la misma época. Tu cohorte. El aprendizaje relevante aquí es ser consciente de que hay vida más allá de tu cohorte y de tu entorno; que tus vínculos afectivos empiezan y acaban contigo. El glosario que te encuentras para un trabajo no tiene que hacer por comprenderte, sino al revés.

Cuando pretendemos que lo que hemos dado por sentado en nuestro mundo sea lo que el mismo mundo es, tenemos un problema. Raras veces pasará así. Te das cuenta de que otros hacen las cosas de otra forma, las llaman diferente, las tratan diferente, o las han entendido justo al revés de como las entendéis tú y tus amigos. Cuando yo empecé a jugar, esto pasaba mucho, porque apenas existía mercado editorial rolero y todo llegaba en inglés.

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En mi caso, como en el de muchos, el primer manual de D&D que tuve en las manos fue una enésima fotocopia de la caja roja básica; seguramente había llegado a la zona de extranjis, gracias a algún marine de la base de Rota. En los 80, se decía que había un grupo de D&D estable en todos los submarinos balísticos y de ataque de los EE. UU.

Quién recibía ese material y se ponía a traducirlo para poder jugar, lo hacía como mejor le parecía, y con la mejor intención, por supuesto. Poco a poco se iban asentando términos que acababan extendidos por toda la región. Arriba he puesto solo tres ejemplos, pero como esos habría mil.

Buena parte de la terminología que se usa en Dungeons & Dragons va a cumplir pronto el medio siglo de vida, y sus primeras traducciones oficiales al español algo menos, ya que llegaron a mediados de los años 80. Podéis leer sobre esa aventura aquí. Mientras esas traducciones no llegaron a todos lados, os podéis imaginar el carajal terminológico… En todos los grupos de juego se creaba un imaginario común, un vocabulario propio, bromas privadas, costumbres y formas de decir las cosas que podían coincidir más o menos, todo o nada, con otros grupos. Cada grupo de juego era un micromundo, aunque a base de coincidir, los términos se iban homogeneizando un poco en las diversas zonas geográficas.

Lo cierto es que los sentimientos no se llevan bien con los glosarios ni con las TM. Son esos mismos sentimientos los que dan origen a los «pecadillos culpables». ¿Sabes esa canción que es deleznable, pero que a ti te gusta y nadie lo sabe? Te gusta porque te recuerda a aquella excursión con tus amigas. ¿O esa película que hasta su propio director querría quitar de su currículo? Fue la película que ponían la primera vez que te diste el lote en un cine con alguien. Son tus cosas, es tu vida, y tus recuerdos que no te los toquen. Pues siento decirte que al glosario le da igual. ^^

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Solo puedo hablar por propia experiencia, claro está, pero si alguna vez tienes que traducir partiendo de un glosario bien asentado, mi recomendación es que no te plantees ni por un momento llevarle la contraria. Recuérdatelo: ¡son los sentimientos, estúpido! Eso es, son tus sentimientos y recuerdos los que te dan esa punzada de vanidad de querer imponer tu criterio sobre el del glosario. Salvo que se vea claramente que es una errata —y eso se sabe— respeta lo que allí hay y apórtale lo que puedas cuando tengas la oportunidad. Un glosario es como cualquier otra cosa de la vida: la oportunidad que te quita por un lado te la da por otro. Cuando puedas añadir algo de tu mundo al glosario que tendrán que usar los demás, ¡DISFRÚTALO!

Marino Santirso Ruiz, BA, MA

+20 years XP // Translator - Localizer - Copyeditor - LQA (Spanish) // MA in Digital Creative Production

3 años

¡Olé, usted! Pero podría ser peor: en cierto grupo de ciertos jugadores, “Waterdeep” se quedó como “Váter Profundo”. Y las risas ahí siguen. ¡Qué mérito (Mérito de 10 puntos) coordinar D&D!

¡Me ha encantado! Como buena fan de los glosarios, no podía ser de otra manera. Y qué razón tienes. Lo digo siempre que puedo y me dejan, "el glosario heredado es sagrado". Me quedo con estas frases: "Traducir abre la mente. Al final, son los sentimientos positivos asociados a los términos los que parecen darles una falsa pátina de verosimilitud y corrección. Es correcto porque «es mío, mi mundo, me pertenece», al menos en el recuerdo." Qué gran verdad. Y se podría aplicar no ya solo al glosario, sino al traducir en general. Cuántas veces corregimos a otros porque a nosotros "nos suena mejor o nos gusta más". Si traducir abre la mente, revisar ya ni te cuento: hay que aprender a respetar los sentimientos ajenos. ¡Ahí es nada! Enhorabuena por el artículo. Un abrazo.

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