Soy adulto, sigo teniendo miedo por las noches. (Por Marcelo Narváez)
Para mí, la noche siempre fue un momento en que todo se pone en su lugar, un momento en que las cosas se acomodan, poco ruido, casi todos ya están en sus casas, los niños durmiendo.
La noche, es un momento donde me pongo a pensar en el día que tuve, las cosas que hice, las cosas que no hice, las que hice bien, las que hice mal, las que no tengo ni idea de cómo hacerlas, pero debo hacerlas, los momentos del día que realmente valieron la pena…cuantas veces hablé con mis hijos, cuantas veces fui impaciente con ellos, cuantas veces hablé con mi esposa…esto último debo mejorar.
Los periodistas deportivos podrían decir algo así: “la noche es un momento para parar la pelota”, en el ámbito empresarial se podría decir algo como: “en la noche vamos a tener nuestra reunión de seguimiento”. Eso es la noche para mí, desde que era un niño.
Hoy domingo me levanté por coincidencia, justo en el momento en que despunta el alba, sentí alegría porque ya iba amanecer, apagué las luces de afuera de la casa que normalmente quedan encendidas, me quedé con esa sensación de felicidad, ya amanecía, terminó la noche.
Era la misma sensación que sentía cuando era niño, si por algún motivo esa noche sentí miedo al acostarme, cuando amanecía me ponía feliz… “se fue la noche, papá y mamá ya se van a levantar”.
Papá y mamá nunca nos permitieron dormir con ellos, supongo que cuando era un niño, interiormente sabía que al acostarnos no había vuelta atrás, volvería a ver a mis padres recién al día siguiente. Creo que por ese mismo motivo hice totalmente lo contrario con mis tres hijos, a la etapa de dos años, siempre se mudaban por la madrugada a nuestra cama, nunca se los impedimos, es más, me encanta cuando lo hacen…hoy le toca al pequeño Agustín, tiene dos años.
¡Vaya que este año 2020 es distinto! No sabemos que va pasar, económicamente el panorama es incierto y desalentador, hay un virus que no nos permite trabajar, ir al colegio, salir a cenar, pasear, visitar a los abuelos, hacer actividades al aire libre, ir con los chicos al fútbol…nada.
Hoy, pienso en todo eso por las noches, hoy no puedo pensar en que hice, que no hice, que hice mal, que hice bien, al menos no desde la misma óptica que lo hacía antes, hoy siento como que la tierra dejó de girar.
Por las noches me pongo a pensar en lo expuestos que están mis hijos, incluso sin salir, hace más de un mes que no salen de casa. ¡Más de un mes que no salen de casa! Aun así, están expuestos, estamos expuestos todos, pienso hasta en el repartidor de agua mineral, sin salir de casa puede dejarme el virus a domicilio. ¿Y si al volver del supermercado realmente no tuve en cuenta todos los cuidados de higiene? ¿Quién me ayudará? ¿Los doctores? No, ellos no pueden ayudarme, no tenemos cura para este virus.
Hace un mes atrás, ¡como quería que llegue la noche para ir a la cama a descansar! después de un día agitado, al día siguiente me esperaba otro.
Hoy, no me gusta que llegue la noche, no estoy cansado, no quiero acostarme, no quiero pensar en todo esto, no quiero pensar en que tengo que ir al supermercado, no quiero pensar en el repartidor de agua, no quiero pensar si me recosté o no me recosté por la ventana de la despensa del barrio cuando fui a comprar, no quiero pensar en qué pasará con la economía...
Hoy, no me gusta parar la pelota, hoy no me gustan las reuniones de seguimiento, hoy no me gusta el momento de ir a la cama.
Hoy de vuelta, como cuando era un niño, tengo miedo por las noches.
Pero ese momento en las madrugadas, ese pequeño momento tan insignificante, en que sé que el pequeño Agustín entrará por la puerta para ir a dormir con papá y mamá, ese pequeño momento me dice que la vida continúa, el reloj sigue marcando las horas para adelante, el mundo sigue girando, yo estoy un día más viejo respecto ayer, los niños siguen esperando un mañana, todos esperamos salir de ésta y continuar con lo más importante: los seres queridos.
¡Que así sea!
T.I - Seguridad de la información
4 añosSos grande profe.