Soy motero
No te vas a creer a quién me he encontrado hoy. ¿Te acuerdas del tipo aquel alto y bien vestido, siempre educado… Solía abrir las puertas con una elegancia supina.
- No caigo.
- Que sí, ya verás: Colabora con un montón de ONGs. Una persona tremendamente solidaria.
- Te digo más: Para la escasa educación de la que pudo disfrutar en su infancia, siendo uno de doce hermanos, tiene un vocabulario tremendamente rico.
- Pues chico, no sé.
- Feliciano, se llamaba, coincidimos con él en aquella fiesta en nuestro viaje a Kuala Lumpur. Tiene el pelo verde y acostumbra a tratar de usted a los niños.
- De verdad que me lo pones muy difícil…
- Era panadero.
- Ahhh... ¡¡Feli, el harinas!!
Ahh, la mnemotecnia; cuán dañina a la par que entretenida y necesaria, también, cuando tienes tres o cuatro lauras en el mismo grupo de amigos.
Los moteros están de enhorabuena (este post no lo patrocina ninguna aseguradora), porque Instagram ya permite poner motes a tus contactos. Esta nueva característica está supuestamente diseñada para personalizar y hacer más divertida la experiencia de mensajería dentro de la red social. Yo, compro.
Compro por el hecho de otorgar poder a la palabra en una red eminentemente visual y compro, especialmente, como amante del caos, de poner a prueba al ego. Para ti, puede que seas un hacha escribiendo artículos, que tu padre posea un imperio mediático, que te hayas autorregalado una pluma de oro y repose sobre tu escritorio de caoba… pero para tus amigos siempre serás El Papeles.
Eso sí: Hecha la ley, hecha la trampa. Siempre tienes el control, por lo que puedes cambiar tu apodo otorgado por terceros cuando quieras y decidir quién puede cambiarlo en un chat. ¿Hay libertad creativa de verdad? ¿Estamos dispuesto a asumirla? ¿Dónde está el límite de la percepción externa que queremos que nos afecte? ¿Por qué existen todavía límites?
Del mismo modo que no me fío de una persona que no utilice palabrotas como interjecciones enfáticas de vez en cuando, especialmente en entornos en los que no debería, valoro la destreza de un buen motero. El mortal, como El Diablo, tiene muchos nombres.
Firmado por: Javier Arribas Aguilar
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