SOY RICO, TENGO TIEMPO
Lo único que no podemos recuperar en nuestras vidas es EL TIEMPO. ¿Lo pensaste alguna vez? Esto es un dato tan fundamentalmente cierto y absoluto que me hace disparar muchas cosas: ¿En qué lo estamos destinando? ¿A quién se lo estamos dando? ¿Cómo lo estamos administrando? Te invito a que lo pongas en el lugar que merece, y mirar si tus decisiones tienen el mismo sentido. Con esta nota busco provocarnos un cambio de perspectiva e impactar en algunos de nuestros comportamientos.
¿A qué te dedicas?
¿Estás haciendo lo que quieres hacer? ¿Si pudieras elegir tu trabajo ideal, en un formato ideal, cómo sería? Es realmente lo que estás haciendo ahora?
Una respuesta frecuente a este tipo de preguntas es que no podemos elegir. A mi entender este es un grandísimo error que solemos asumir empujados por motivaciones extrínsecas y que tiene un costo altísimo: el tiempo. De las 15/16 hs promedio en que estamos despiertos y activos en un día típico de la semana, al menos la mitad la solemos destinar a trabajar. Si este trabajo es algo que no nos gusta realmente, o no tiene nada que ver con lo que queríamos para nosotros, o no tiene sentido para lo que buscamos para este mundo, entonces se está perdiendo el tiempo, y a diferencia de otro tipo de ganancia que podamos tener, el tiempo no se puede recuperar.
Desde el trabajo de coaching personal suelo escuchar casos de personas que realizan excelentes carreras corporativas, pero que un momento dado tiran la toalla y deciden salir a emprender, para realmente poder hacer aquello que “les gusta”. La carrera laboral tal como nos la enseñan, puede tomarse como una carrera de logros en cargos, puestos y niveles de ingresos. Esto no está ni bien ni mal. Solo que si no está conectado con algo que realmente nos mueve, que viene desde “el estómago”, es tiempo perdido, es una gran frustración. Entonces se requiere de inteligencia, y por su puesto de valor, para medir si nuestro tiempo de trabajo lo estamos destinando a algo que realmente nos importa a nosotros, y no que en realidad le importa a otra persona que nos paga para que lo hagamos por el.
¿Cuándo?
Me tocó con el rugby, muchas veces pensar en un retiro prematuro para hacer “cosas más importantes”, y ahora agradezco a esos viejos sabios que me empujaban diciendo “aprovecha porque después ya es tarde”. La decisión de jugar hasta donde el físico me acompañe fue de las mejores cosas que hice en mi vida. Es que hoy, aunque ponga la mejor de las voluntades, no podría competir por una simple cuestión física de mis casi 50 años. Ni hoy ni mañana, nunca más!
Confieso que siento cierto orgullo de logro en haberle ganado al miedo de esas meta creencias que se nos imponen, de que en ese momento debía prepararme mejor para otras cosas “más importantes”. Esas cosas “más importantes” son en definitiva las que estoy haciendo ahora, y disfrutando con total plenitud, y que puedo hacer y podré hacer hasta de más viejo aún, esas cosas que no tienen fecha de vencimiento. Y todo lo que aprendí en esos años deportivos, no lo hubiera aprendido en ningún otro lugar.
Hay un gran desafío en ser preciso en el cuándo de las cosas, conectarlo con lo que nos haga felices, lo que más nos enseñe, lo más puro, cuando el cuerpo y la mente nos lo permita.
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El tiempo, la generosidad, y lo que realmente importa
Si el tiempo es finito e irrecuperable, entonces puede ser un recurso de pura de generosidad. Aquel que está destinando tiempo con nosotros, para enseñarnos, o para ayudarnos, o para acompañarnos, nos está compartiendo uno de sus recursos más preciados e invaluables. Lo mismo nosotros al compartirlo con otros.
Hace poco conversé con una persona que pasó un largo tiempo internado a causa de un duro accidente que lo obligó a largos meses de recuperación. Su recuperación requería de una fuerza interna y una paciencia que por si solo no podía alcanzar. Estaba muy consciente, pero no podía conversar ni interactuar con los demás. Así lo que más valora de esos días son esas personas que destinaron tiempo para sentarse a darle silenciosa compañía.
Comprendí en este relato, que el mayor acto de generosidad en este mundo es acompañar, darle de tu tiempo al otro, en lo que el otro lo necesite. El verdadero amarrete es el que no lo hace.
En este sentido: ¿Por qué tenemos miedo a destinar tiempo a lo que más nos gusta? ¿Cuánto tiempo le destinamos a nuestras familias, a nuestros hijos, a nuestros amigos? ¿Cuánto tiempo destinamos a los más jóvenes para que se desarrollen y sean mejores que nosotros? O ¿Cuánto tiempo destinamos a los más viejos, a quienes el tiempo ya se les está acabando?
Cómo dije al principio, te invito a buscar nuevas perspectivas.
Empecemos simplemente por pensar:
¿Es realmente importante lo que estás haciendo en este mismo momento?