No soy yo, son ellos.

Si has llegado hasta aquí es que tienes más interés en saber como nos ha ido este año, que leer simplemente el post.

Los que me conocen saben que publico poco en redes, pese a los tirones de orejas de mi equipo de marketing y comunicación y, seguramente, pese a estar perdiendo tiempo al no potenciar lo suficiente lo que llaman “mi marca personal”.

Bueno, como siempre digo, todo a su tiempo.

Mis últimas publicaciones se han centrado en mí. Hace unos meses, en un debate junto a Jorge Araujo Muller , me pusieron un triángulo en el suelo. Cada vértice representaba un punto de enfoque diferente, uno era el “ello”, representando la empresa y el trabajo, otro era el “nosotros”, representando el equipo y el último era el “yo”, como persona. Tras esa explicación me dijeron que me colocara en el vértice que mejor representaba mi momento vital.

Me puse entre el “nosotros” y el “ello”. Tras ello, comentamos que lo interesante es estar en el centro del triángulo, en equilibrio. Yo contesté que, para mí, lo interesante es saber dónde estar y estar ahí porque quieres, con control. Ya conocéis mi terquedad.

Me puse entre el “ello” y el “nosotros” porque estoy en un momento en el que hay que dar el do de pecho por Viviendea (ello) y por el equipo que estamos formando (nosotros). Pronto sabréis, si queréis, más sobre una plataforma que, como muchos sabéis, llevo empujando durante bastante tiempo y que ya está recogiendo frutos, cogiendo velocidad atendiendo clientes y usuarios, haciendo que el mercado de obra nueva pueda evolucionar hacia el comprador, como bien dice uno de nuestro principales clientes, acompañarle en el viaje cuyo destino es el hogar. En nuestras redes podréis estar al día de nuestra continua evolución.

Pero también porque entendí el nosotros como mi familia.

Y ahí tengo claro que no me toca a mí. Ni tampoco a mi compañera de viaje (¡Qué viaje!). Ni, quizá por desgracia, a mi gran Ele. Esa maravilla excesivamente madura que ha entendido que antes de pedir hay que dar.

Este año le ha tocado a mi Ale, ese rubio que el año pasado debutó con la #diabetesmellitus y que ha sido un ejemplo diario de madurez, esfuerzo y superación.

Ya sabéis que uno de mis retos es que conozcáis mejor lo que es la diabetes tipo 1. Como todo, poco a poco y desde la empatía.

Los finales de año son para recapitular datos. Ahí van los de mi peque:

66% del tiempo en rango de glucosa aceptable.

Glucosa media de 144 mg/ml

3 alarmas de glucosa baja de media al día. Algunos días, perdemos la cuenta.

2.555 pinchazos de insulina (7 pinchazos al día y alguno más gratis para corregir), lo que quiere decir que para una esperanza de vida de 80 años, le quedan 186.515 pinchazos más.

4 visitas a la endocrina (¡Gracias Cristina!) y 0 visitas a urgencias (¡Bien!)

También seguimos jugando al tenis, hacemos mucha bicicleta y hemos aprendido a esquiar. El deporte aporta equilibrio, y no solo en esta enfermedad.

En definitiva, durante este año hemos normalizado lo que empezó siendo una montaña rusa descontrolada.

Cada día miro entre 20 y 30 veces la curva de glucosa de mi hijo. Veo esa montaña rusa. Veo algo así:

Cada día es diferente. Misma acción, diferente resultado. Frustrante.

Cada día ha sido un aprendizaje. Un esfuerzo.

Cada día hemos vuelto a empezar. Un reto.

Por eso no me toca a mí, ni en el trabajo ni en lo personal.

En el trabajo le toca a Viviendea.

En lo personal le toca a Ale.

Pero lo mejor de todo, es que no hay nada que me haya llenado más que dedicarme a él, ver cómo ha sido él quien lo ha hecho todo más fácil y el que me ha hecho entender que esto no va de mí. Hace tiempo que no va de mí.

Va de ellos.

Ha sido el año de ellos, de Ele y de Ale. En todos los sentidos.

Habéis llenado mi yo.

Quizá, sin buscarlo, estoy más en ese centro del triángulo de lo que pensaba.

 Para mi felicitación de este año he manipulado un poco esa curva de glucosa. Solo un poco.

Sé que, algún día, conseguiremos llevarla al sitio.

Y sé que no seré yo.

Será él.

Dulces fiestas a todos. Y próspero 2023.