Taiwán: La misteriosa isla de la discordia.
A menos de 2.200 kilómetros de la República Popular China se encuentra la isla de Taiwán, en boca de todos hoy en día debido a las tensiones permanentes entre el gigante asiático y la isla, enfrentadas a lo largo de toda su historia. Por un lado, la China comunista pretende la ocupación del territorio con argumentos muy similares a los esgrimidos por los argentinos respecto a la soberanía de las Islas Malvinas: pertenencia histórica y pertenencia a su Zona Económica Exclusiva según la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR).
Por otro lado, los taiwaneses, que en su mayoría son descendientes de los miembros del gobierno del Kuomintang que escaparon del país en 1949 tras el triunfo del gobierno comunista, consideran que forman parte de un estado que, a diferencia de Malvinas, cuenta con una población que proviene justamente del país que pretende absorberlos. Por lo tanto, se cumple el derecho de autodeterminación desarrollado en la Carta de las Naciones Unidas de 1945.
Pero, independientemente de los argumentos de ambas partes, resulta fascinante llevar adelante esta crónica desde la isla del Pacífico, que se encuentra permanentemente bajo la amenaza de una ocupación militar, temores que se han vuelto cada vez más verosímiles tras la invasión de Rusia a Ucrania en 2022. En un tiempo donde los conflictos por expansión territorial ya no son algo del pasado, sino parte de un presente en desarrollo.
La normalizacion de la amenaza permanente:
Tras la reelección de Donald Trump, la polarización con China se ha intensificado, convirtiéndose en un factor que amplifica las tensiones en la región. Ya en 2016, Trump fue el primer presidente estadounidense desde 1979 en establecer contacto directo con su contraparte taiwanesa, una llamada telefónica que causó estragos diplomáticos con Beijing al desafiar el principio de "Una sola China". Durante su primer mandato, el republicano aceleró la venta de armas a Taiwán, reforzando su capacidad defensiva frente a una eventual agresión del gigante asiático.
Sin embargo, la realidad política en Estados Unidos podría moderar los impulsos belicistas del recién electo presidente. El creciente rechazo entre los ciudadanos estadounidenses a enviar a sus jóvenes a conflictos en el extranjero, combinado con la presión para priorizar la agenda doméstica, como la economía y la infraestructura, plantea dudas sobre hasta qué punto Trump podría o estaría dispuesto a intervenir militarmente en un eventual conflicto en el estrecho de Taiwán.
Mientras tanto, Beijing continúa incrementando la promoción y sofisticación de su aparato militar, llevando a cabo simulacros cada vez más realistas y reforzando la retórica nacionalista que justifica una eventual invasión. En los medios internacionales, la sensación de que una invasión es inminente se ha vuelto casi un consenso, lo que genera un clima de incertidumbre no solo en la región, sino también entre las potencias mundiales. Por su parte, Taiwán sigue fortaleciendo sus defensas y buscando apoyo diplomático, consciente de que el tiempo y las dinámicas globales podrían jugar en su contra.
Sin embargo, los ciudadanos de Taiwán tienen una perspectiva muy diferente a los rimbombantes y catastróficos anuncios que se escuchan desde el exterior. A pesar de las crecientes amenazas de Beijing, la mayoría de los taiwaneses viven con una relativa normalidad, lo que refleja un ánimo de resiliencia frente a los temores externos.
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Una Identidad Nacional Dividida
El profesor de Ciencia Política de la Universidad de Chengchi, Yen Pin Su, explica cómo el problema subyace en la piedra fundacional del país. Esto se debe, más que nada, al hecho de que Taiwán es una nación con una identidad dividida. Cuando el gobierno del Kuomintang se asentó en la isla, esta primera generación se consideraba el legítimo gobierno chino en el exilio; por lo tanto, su identidad nacional era la misma que la de la China continental, que se encontraba asediada bajo el yugo del comunismo. Sin embargo, al igual que muchos cubanos en Miami, los años pasaron y el gobierno comunista no solo no se fue, sino que se reinventó para convertirse en una superpotencia global. “Las nuevas generaciones ya no se consideran chinas, sino que se perciben como una nueva identidad nacional taiwanesa”, afirma el profesor. “Durante fines de los años 90, existían tres grupos: quienes se consideraban chinos únicamente, quienes se consideraban taiwaneses únicamente y los que se percibían como ambos al mismo tiempo. El primer grupo decayó drásticamente con la generación joven de los 90, que adoptó una identidad totalmente taiwanesa.”
Fuente: Election Study Center at NCCU.
Sin embargo, durante los años 2008 y 2016, el Kuomintang, o los “Azules” (el partido más cercano a China), gobernó el país, llevando adelante acuerdos comerciales con la potencia asiática y acercándose demasiado al gobierno chino. Esto causó el rechazo de muchos sectores de esta nueva sociedad taiwanesa emergente, lo que llevó al poder al Partido Progresista Democrático, que gobierna hasta hoy con una retórica muy contraria al gobierno de China continental. “Estos cambios de acercamiento o alejamiento llevan a los estadounidenses a ser muy cautos, sobre todo en materia militar. Los equipos que EE. UU. vende al gobierno taiwanés no son de última generación debido a que temen repetir un escenario de abandono de material bélico en manos enemigas, como sucedió en Afganistán con los talibanes.”
Mas tarde almuerzo con un joven de esta nueva generación nacida en los 90, originario de la ciudad de Kaohsiung, en el sur de Taiwán. Es parte de una generación que creció junto a la globalización, despolitizada y con una visión cosmopolita del mundo. Habla con una calma que refleja la seguridad con la que muchos de su generación abordan la vida en un Taiwán cada vez más interconectado globalmente. "Toda nuestra vida nos dijeron que se venía una invasión china. Desde que tengo memoria, esa amenaza siempre ha estado presente. ¿Por qué debería ser diferente esta vez?". Para él, la constante amenaza de Beijing se ha convertido en una especie de ruido de fondo, algo sobre lo que se habla en los medios y en la política, pero que no define su realidad cotidiana.
China también está intensificando sus esfuerzos por dominar la industria de los semiconductores, un sector clave para la economía global. A medida que Taiwán se mantiene como líder mundial en la producción de microchips y empresas de tecnología como TSMC, Beijing ha incrementado su enfoque en el desarrollo de capacidades propias en semiconductores. El gobierno chino ha impulsado políticas para reducir su dependencia de Taiwán y otras naciones, buscando avanzar en la fabricación de estos productos vitales para su ambición de ser una superpotencia tecnológica global.
A pesar de las tensiones geopolíticas que Taiwán enfrenta, el país sigue destacándose en la innovación tecnológica. En particular, su liderazgo en la industria de semiconductores subraya la importancia de mantenerse al día con las últimas tendencias tecnológicas. Para quienes deseen comprender las nuevas tecnologías emergentes, un curso como Blockchain y Finanzas Descentralizadas (DeFi) puede ser una excelente opción. A través de este curso, los participantes pueden aprender sobre tecnologías disruptivas como blockchain, contratos inteligentes y el ecosistema DeFi, que están modelando el futuro financiero y digital.