¿No te sientes tan seguro de que puedas lograrlo? Tal vez sufres el Síndrome del Impostor
Tristeza: Alegría, podríamos perdernos allí.
Alegría: Sé optimista.
Tristeza: Bien, soy optimista de que te perderás allí.
Así se desarrolla uno de los diálogos entre Alegría y Tristeza, personajes de la exitosa película Intensamente, de Pixar (Inside Out, 2015). Esta cinta nos enseñó la importancia de las emociones dentro de la personalidad y el carácter de una persona. Y aunque se trata de una película infantil, ¿quién puede sentirse ajeno al conflicto que generan las emociones dentro de cualquier persona adulta?
Sin duda alguna, la forma o el método en el que las personas manejan sus sentimientos y estados de ánimo influye directamente en su comportamiento. Este proceso se evidencia claramente en el mundo laboral. Las emociones juegan un rol fundamental para la gestión de funciones ¿pero qué pasa cuando sentimos que no estamos preparados para enfrentar el reto que nos han asignado? Muchas personas sienten que ese ascenso que esperaban, fue producto del azar y que tal vez no están tan preparados para recibirlo. Es lo que se conoce como el Síndrome del Impostor (S.I.).
Según una investigación realizada por la Universidad de Salzburgo (Austria), el 70% de los trabajadores padece del síndrome del impostor: una sensación psicológica que hace que la persona que lo sufre piense que no merece lo que tiene. Este fenómeno es mucho más común de lo que se cree, sobre todo en el ámbito laboral, pero también en el académico (estudiantes, profesores, y más).
Diagnóstico del impostor.
Veamos el tema desde el punto de vista académico. Según el Dr. Pauline Rose Clance el síndrome del impostor “es un sentimiento intenso de falsedad o falta de autenticidad con respecto a la autoimagen de competencia, experimentado por personas con una apreciable historia de éxitos”. (1) A pesar de estos logros, los denominados impostores manifiestan importantes dudas acerca de sus habilidades, y creen que estas son continua e injustificadamente sobreestimadas por los demás. De esta manera, no se creen merecedores de los éxitos que obtienen, y se preocupan de que los demás puedan descubrir en cualquier momento que no son tan inteligentes como parecen; en este sentido, el éxito les hace sentirse como unos farsantes.
Lo que más preocupa en la actualidad sobre el Síndrome del Impostor es que cada vez se vuelve más común en los trabajadores; y se debe considerar que hablamos de un problema que, desde el punto de vista clínico, se ha asociado a otros problemas como la ansiedad generalizada, depresión, falta de autoconfianza, baja autoestima y frustración relacionada con la imposibilidad de cumplir con los altos estándares autoimpuestos. (2)
Miedo al fracaso:
Los impostores experimentan miedo al fracaso, ansiedad y duda acerca de las propias posibilidades de lograr buenos resultados. Por ello, tienden a fijarse bajas expectativas ante cada nueva situación a afrontar. Esta valoración inicial de la situación y de sí mismos conduce a tratar de evitar el posible fracaso.
Autoconcepto.
El Síndrome del Impostor afecta directamente el autoconcepto que tiene la persona sobre sí misma. La confrontación entre los logros y éxitos del trabajador y sus continuas dudas acerca de sus propias competencias genera un quiebre crítico en la concepción que tenga la persona de sí misma. Crea un círculo vicioso donde la persona no puede identificar -y valorar- sus habilidades y termina pensando que no encaja en ningún lugar.
Tristeza: Me gusta más cuando la lluvia te moja la espalda y los zapatos. Y tenemos frío, temblamos y todo empieza a verse más triste. (llora)
Alegría: Oye, cálmate. ¿Por qué lloras? Es lo opuesto a lo que queremos lograr.
Tristeza: Llorar ayuda a calmarme y obsesionarme con el peso de los problemas de la vida.
Intensamente (2015).
El problema fundamental.
La escritora y asesora profesional Aida Baida Gil expone en su libro "Cómo superar el síndrome del impostor": “las personas con S.I. tienen la sensación de no estar nunca a la altura; de no ser lo suficientemente buenos, competentes o capaces; de ser impostores, un fraude”.
La asesora explica que hay dos niveles: uno que desaparece con el tiempo y la experiencia —y que se manifiesta cuando nos sentimos inseguros ante un nuevo reto o puesto de trabajo— y otro más grave, que empeora con el tiempo. "Asumes que tu éxito es cuestión de suerte y nunca lo achacas a tu inteligencia sino a factores externos o al hecho de que hayas tenido que trabajar muy duro para lograrlo", explica.
Volver al autodescubrimiento.
En mis acompañamientos a personas que se encuentran en su búsqueda laboral es normal ver que muchas han sufrido de S.I. En esos casos, me enfoco por trabajar con ellos desde las bases. Esto significa aplicar estrategias que le permitan a la persona reencontrarse. Que se regale una mirada hacia el interior de su personalidad y poco a poco vaya identificando y reflexionando sobre los puntos fuertes y débiles de su carrera.
Estrategias tradicionales de coaching como La Rueda de la Vida permiten que las personas vayan explorando sus episodios personales. Asimismo, un método muy interesante (siempre lo he recomendado) es el desarrollado por los investigadores Laura Morgan Roberts, Gretchen Spreitzer, Jane Dutton, Robert Quinn, Emily Heaphy y Brianna Barker de la Universidad de Harvard. El método se titula Mi Mejor Yo Reflejado (RBS, Reflected Best Self).
En resumen, trabajamos con las personas para que coloquen nuevamente el foco en sus fortalezas. Es el primer paso. Porque una persona que esté en su proceso de búsqueda laboral o un trabajador que quiera negociar acuerdos con su organización, debe tener sumamente claro el valor que puede brindar. Con base en sus potencialidades, las personas pueden trazar objetivos, metas y planes de acción; de lo contrario, solo vagaran por un círculo que, al final, los hundirá más en el error y la frustración.
Otra forma para trabajar este problema es generar evidencias. En general no todos los movimientos en las empresas son producto del azar o la suerte. Por eso es importante poner evidencias sobre la mesa. Si has cumplido tus metas, tienes una buena evaluación de desempeño, y esto ha sido constante, entonces tu nuevo puesto no es producto de la fortuna, es el resultado de tu desempeño.
Así que si alguna vez has sufrido del Síndrome del Impostor comienza por aceptarlo; no existen motivos para tener vergüenza (es un fenómeno que le ocurre al 70% de las personas); luego, comienza un proceso sincero de exploración hacia tu interior. Buscar asesoría también es una gran opción. Y, por supuesto, mira los hechos concretamente. Si no, apuesta por la recomendación que nos regala Aida Baida Gil: “Comienza por dar las gracias la próxima vez te den un cumplido. Sin dar excusas, sin justificarte. Simplemente da las gracias". Porque lo más probable es que te lo merezcas.
(1) Clance, P.R. (1985). The impostor phenomenon: When success makes you feel like afake.
(2) Clance, P.R., y OToole, M.A. (1988). The impostor phenomenon: An internal barrier to empowerment and achievement. Women and Therapy.