Tecnología y aprendizaje

Tratándose de tecnología resulta difícil realizar un comentario que no se quede obsoleto en 10 minutos, incluso si uno fuera capaz de erigirse en punta de lanza del estado del arte tecnológico del momento.

Este artículo no pretende, por suerte, realizar una aportación tecnológica sino una contribución reflexiva sobre el papel de la tecnología en el proceso de aprendizaje. Desarrollando mi actividad profesional muy cerca del ámbito del e-learning, pero desde un punto de vista algo más distanciado, me doy cuenta de que ha llegado el momento de explicar, a quienes pudieran no haber tenido ya esta reflexión, de que el aprendizaje es un acto emocional y esto es algo que, para bien o para mal, todavía queda algo lejos de las capacidades tecnológicas actuales.

A lo largo del tiempo nos hemos esforzado por incorporar a empresas y departamentos sistemas informáticos que multiplicaran la disponibilidad de información, bien clasificada, compartimentada, localizable y en formatos cada vez más amenos. Hemos pasado de compartir un directorio en una red local Novell con las presentaciones de ventas a disponer de píldoras audiovisuales gamificadas en nuestros dispositivos móviles. Sin embargo, aun reconociendo los avances que esto supone y la ganancia efectiva de calidad en lo materiales formativos, la tasa de éxito de las iniciativas formativas en soporte electrónico es, cuando menos, sospechosamente baja.

Por supuesto es más extensa, más barata, más al alcance de todos, y es notable que, para quien está realmente motivado para llevar a cabo el aprendizaje, es una fuente de conocimientos excelente por variedad, accesibilidad, disponibilidad. Sin embargo, es mejorable.

Esto tampoco es nuevo. Numerosos profesionales y metodologías han surgido para paliar esta situación, algunas con resultados muy significativos (véase por ejemplo PNL educativo, etc). La conclusión es que las ayudas tecnológicas a los procesos de aprendizaje todavía están en desarrollo. Hasta que no se incorpore el componente emocional al proceso el rendimiento de esta formación basada en la tecnología será pobre. El desafío está en como hacer esto sin perder las ventajas que la tecnología nos aporta.

Hay dos caminos para profundizar en esta vía. El primero, más evidente y ahora todavía en un proceso embrionario, es transformar la relación proveedor-consumidor existente entre un sistema LMS y sus alumnos en una relación emocional basado en IA. Esto supone convertir al sistema LMS en tutor "efectivo" del alumno. Con un poco de imaginación, podemos discurrir que, basado en un paradigma de inteligencia artificial, la plataforma se relaciona con el alumno de un modo no sólo formal a través de formularios de recolección de datos, como actualmente lo hace, sino de una manera no-formal basándose en recursos inmediatos como la voz, el reconocimiento facial, el tipo y la calidad de relación a través de lo dispositivos de interacción (teclado, pantalla, ratón, otros...), los intereses manifestados, la exploración proactiva de nuevos recursos disponibles en la nube y más.

Este tutor se relacionaría con el alumno en un plano emocional, interactuando con él a través de un interfaz similar a una conversación vocal (cuando esto fuera posible) o de su más descafeinado chateo tipo "guasap" en entornos donde el sonido estuviera restringido. La "personalidad" del tutor se iría construyendo a medida que la interacción creciera y su misión principal sería interesar al alumno, descubrirle recursos, fomentar intereses, sugerir actuaciones, reconocer logros, manejar inconvenientes, aportar puntos de vista, realizar el seguimiento del programa acordado.

Desgraciadamente, todavía no estamos en condiciones de ofrecer una plataforma como esta. En el fondo pienso que no deja de ser un sistema sofisticado de tratamiento de datos y no estoy seguro de que no pueda programarse un simulador lo bastante creíble para llevar a cabo esta labor, pero queda mucho por investigar en la construcción de "personalidades" artificiales. Esto, sin duda, llegará en un futuro no necesariamente tan lejano.

Por otra parte hay otra vía para dotar a las plataformas tecnológicas de su tan necesaria personalidad y esto es utilizando el componente del que sí disponemos: las personas. En nuestro afán simplificador hemos querido poner a disposición de la comunidad universal todos los recursos posibles, compilando enormes bibliotecas de cursos, archivos, vídeos y podcasts que los alumnos pueden consultar. Esta etapa era necesaria, pero ni mucho menos es la estación de término. Ahora que todo está en la nube, que podemos encontrar cualquier vídeo en YouTube sobre el tema más peregrino que se nos ocurra, nos falta la figura del tutor que nos estimula y nos hace trabajar en la línea adecuada, así como la comunidad que nos apoya en nuestro proceso de aprendizaje.

No disponemos de herramientas con personalidad propia (como sería posible si la tecnología estuviera ya madura para esto) pero sí de plataformas que nos permiten relacionar de forma efectiva tutores y alumnos. Estas herramientas y plataformas LMS deben evolucionar.

Si algo nos han enseñado las redes sociales en los últimos 15 años es que los contenidos pueden ser simples o complejos, acertados o equivocados, rigurosos o inventados, pero que todos ellos necesitan un "like" que respalde emocionalmente a su autor, a quien lo sube. El reconocimiento emocional y su importancia en la proactividad es un hecho.

Si queremos plataformas eficaces para el aprendizaje necesitamos convertirlas en semilleros de emociones positivas relacionadas con dicho aprendizaje. La gamificación es un intento (algo pobre todavía, en mi opinión) de dotar de carga emocional a la iniciativa del alumno. Hay que hacer mucho más. Hay que plantearlo desde un punto de vista totalmente distinto, donde la biblioteca de cursos es sólo un armario disponible y el proceso de aprendizaje se diseña para que las personas que participan en él, profesores, compañeros, alumnos, expertos interaccionan desde la emoción, individual y de comunidad.

Debemos construir herramientas que permitan la transmisión de las emociones entre sus participantes. No es una tontería, los emoticonos, de éxito indudable, son la prueba de que la relación a través de plataformas necesita este componente emocional y no conozco a nadie que después de empezar a usarlos, deje de hacerlo porque no son útiles.

Hemos de construir plataformas que relacionen personas, que permitan que un tutor atienda a un alumno que esté a miles de kilómetros o que la comunidad de aprendizaje sea cercana aunque esté repartida por todo el planeta. Pero que pueda hacerlo utilizando la relación emocional entre otras herramientas. Hemos de pensar en términos de relación y no sólo de cursos o vídeos. Los juegos on-line pueden proporcionarnos experiencias valiosas respecto a la construcción de comunidades planetarias de interés común.

Pienso que hay un montón de piezas dispersas que combinadas adecuadamente, pueden dar lugar a una nueva generación de plataformas de aprendizaje cuya orientación esté relacionada mucho más directamente con lo que somos como personas.

Este cambio es necesario y tendrá que darse si deseamos que la tecnología aporte todo su potencial a los procesos de aprendizaje. Todavía no hemos alumbrado la parte más sorprendente (y emocionante) de sus posibilidades.

¿Quién quiere participar de esta revolución educativa?

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