Tercera edición
Emociones y estados de ánimo que cierran posibilidades en el ámbito laboral.
Hoy compartimos fragmentos de un material valiosísimo realizado por la MCOP María Inés Porcelli acerca de cómo nos sentimos y la transformación en el ámbito laboral.
Su artículo comienza con un interrogante clave, que le sirvió como puntapié inicial para luego plantearse como, por medio de la observación de sus emociones, descubrió que estas le cerraban posibilidades para divertirse y sentirse plena en el ámbito laboral. En este sentido, también encontró valor en el aporte del coaching ontológico para comenzar a distinguir sus emociones y cómo estas pueden modificar su forma de estar.
¿Alguna vez llegaron al trabajo de muy buen humor y salieron con la sensación que un tren les atropelló hasta las ideas? Es la pregunta con la que la autora nos invita a reflexionar acerca del tema.
“Quiero sumergirlos en lo que significaba para mí, un día de trabajo…
Me levantaba a las 7 am., ducha rápida, un café con leche y durante algunos años fui caminando. Casi siempre con los auriculares escuchando temas de los ochenta.
Esta rutina me hacía sentir muy bien. Feliz. Llegaba entre las 8:30/9 am. Una oficina sin ventanas, paredes de un blanco gastado y percudido por los años, con luz artificial y una sola planta simulando ser un ficus. Era de plástico. Los años que trabajé en esa oficina ninguna planta superó los dos meses de vida. Y acá viene lo maravilloso… compartir con quince compañeros ocho horas de trabajo.
Cruzar la puerta significaba para mí, una bocanada de dióxido de carbono. Sentía la falta de oxígeno y escuchaba la primera queja del día… ¡Esta fotocopiadora no funciona otra vez!, respiraba profundo y comenzaba a dejar mi mochila, los auriculares, el celular en mi escritorio.
A la distancia, era un gran hermano, donde la historia de vida más conflictiva y dolorosa era la que tenía más peso para debatirla durante horas y, muchas veces, días. Algunos problemas llegué a escucharlos durante años…
Allí empezaba a sentir los hombros tensos. La cabeza llena de noticias que me aturdían y conversaciones que no me interesaban. Sin ganas de hablar, y mucho menos de escuchar quejas. Escuchaba quejas, me quejaba y me daba cuenta de que no era yo haciéndolo. ¿Alguna vez sentiste que el otro tiene la capacidad de modificar tu estado de ánimo?
Hora del almuerzo. Me relajaba saber que tenía media hora para salir, comprarme algo rico y tomar aire! De todos modos, lograba ponerme en el estado de ánimo de mis compañeros. Muchas veces me fui triste, otras enojada, pocas veces con la misma sonrisa que había llegado. Y alguna que otra vez me fui llorando. Así pasé dos años y seis meses en esa oficina. Un día me levanté y quise cambiar algo. Sin saber aún cómo y quiénes deberían cambiar para que mi estado de ánimo no se modifique. ¿Quién tiene el poder de cambiar el estado de ánimo de uno, un otro o uno mismo?
Empecé a mirar por internet alguna carrera relacionada con recursos humanos, algo que pudiera hacerme sentir mejor en el trabajo. Después de días de búsqueda encontraba que todo me llevaba a lo mismo, Liderazgo y Coaching. Leía en esa búsqueda que hablaban de transformación, de liderar grupos, y en una escuela leí una frase de Gandhi que decía…
“Seamos el cambio que queremos ver en el mundo”. Frase que entendí tiempo después… e hizo
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que empezara la formación de Coaching Ontológico Profesional.
En este proceso que comencé a transitar, me surgieron preguntas. ¿Quién estaba siendo yo que ponía todo el poder en los demás para que cambie mi estado de ánimo?
Empecé a escuchar cómo me contaba la historia y cuál era mi compromiso. Mi compromiso era divertirme y ser feliz en el trabajo. Para mí, ser feliz en el trabajo significa: querer estar allí.
Querer levantarme, querer ir y disfrutar del espacio sabiendo que puedo elegir cómo vivirlo.
Y que hacerme RESPONSABLE, habla del hacerme cargo de lo que digo, hago y pienso. Solo yo puedo elegir en qué estado de ánimo transitar los días en el trabajo. A partir de ese momento, cambié mis conversaciones y me hice responsable de mi estado de ánimo. ¿Cómo era yo haciéndome responsable? Empezando a hablar desde lo que me pasaba a mí. Dejando de generalizar. Y fundamentando los juicios que emitía. Pero aún así, seguía escuchando cosas en el trabajo, que me afectaban y aun cambiando mi conversación sentía que faltaba algo… en este sentir… me pregunté… ¿qué me faltaba para dejar de escuchar las noticias policiales todas las mañanas? ¿Qué podía hacer con la queja de la fotocopiadora? ¿Y con las historias que escuchaba? ¿Y qué podía hacer con mis quejas?
Para dejar de escuchar las noticias policiales, nada más tuve que hacer un PEDIDO! ¡Cuánto tiempo escuché algo que no quería por no pedirlo! Le pedí a mi compañera, si podía leer las noticias en voz baja, ya que me provocaba malestar en el cuerpo y a veces dolor de cabeza escuchar tantos hechos de violencia. No sólo aceptó el pedido, sino que cuando se daba cuenta que leía en voz alta, me gritaba “Ay! Inés! ¡A veces me olvido!” Reía y dejaba de leer. Este es un ejemplo entre muchos más. Y acá sentí uno de los primeros aprendizajes… Si algo me falta, lo puedo pedir!
Todo esto de ser Responsable, hacer pedidos y cambiar mi conversación interna estaba haciendo de mí, un observador diferente. Empezaba a ver que podía cambiar mi realidad desde el lenguaje.
Mi estado de ánimo en el ámbito laboral, comenzaba a cambiar. Mi lenguaje responsable, mi cuerpo más relajado. Puedo decir que era una mezcla de confianza y liviandad. Desde el lenguaje, empecé a pedir, ofrecer, y distinguir hechos de mis juicios. Al mes, coordinamos acciones porque queríamos que algo cambie ¿Cómo empezaba a ver a mis compañeros? ¿qué empezaba a ver en mí? Empecé a ver a mis compañeros como posibilidad. ¿En qué? En qué ellos también podían elegir como transcurrir sus días en el trabajo. Verlos así, amplió mi campo visual.
Y chequeando con la pregunta… ¿Qué necesito estar siendo para ser feliz en el trabajo? Pregunta que aplico en todos los dominios de mi vida.
Gandhi dijo:
“Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque se convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino”.
En este sentido, continúa la autora: “Hoy puedo decir que mi cuerpo me avisa las emociones, y el aprendizaje es que ahora las puedo distinguir, tanto las que me abren (felicidad, amor, paz, equilibrio… ) que son las que elijo, como las que me cierran posibilidades (enojo, tristeza, bronca, miedo, soberbia…) que son las que distingo para salir de esas emociones.
El Coaching Ontológico interpreta al observador desde la coherencia entre cuerpo, emoción y lenguaje. Si estamos atentos a esto, y si conocemos el valor que posee el lenguaje en la construcción de realidad, nos va a ser posible cambiar muchas cosas. No solo para nosotros mismos, sino también para relacionarnos con nuestro entorno. Vamos a experimentar como muchas veces el cambio está a una conversación de suceder. ¿Te animás a empezar?