TikTok: no se trata solo de contenido, también de ‘compañía’

TikTok: no se trata solo de contenido, también de ‘compañía’

Creé mi primer video de TikTok a raíz de una conversación con un ahora exjefe que, al momento de despedirse del equipo, me dijo que a lo largo del tiempo que habíamos trabajado juntos (más de un trabajo) yo había hecho de todo, desde redacción hasta manejo de redes sociales, pasando por diseño y edición de videos. Pero, agregó, jamás había metido mano a la red social china que está haciendo trastabillar a Meta.  

Lo tomé como un reto, motivo por el cual realicé el dichoso video, pero al mismo tiempo me llevó a la reflexión sobre el porqué del éxito de la plataforma antiguamente conocida como Musical.ly, cuya mención, para la persona más ajena al tema, evoca principalmente dos clases de contenidos: bailes con canciones que están de moda y humor a base de fonomímica.   

No solo quiero rebatir este prejuicio, también uno más arraigado y concerniente no solo a TikTok, sino a otras redes sociales en mayor o menor medida: ¿es solo contenido lo que buscamos en ellas?

“Contenido”. Me parece que el uso de esta palabra comenzó más como parte de un eufemismo entre quienes se tomaron más en serio las plataformas digitales, convirtiéndolas en su sustento de vida, y no querían ser asociados con sus predecesores, es decir, los primeros videos virales, cuyo éxito o no demandaba mayor esfuerzo o se debía al simple morbo. Algunos ejemplos serían La caída de Edgar, La Naranja Molesta o Exponiendo Infieles, de Badabun.

“Yo no soy youtuber, yo soy creador de contenidos”, escucharía decir a más de uno.

Ciertamente, el contenido es un gancho para captar la atención de una audiencia, la luz de bengala que lanzamos al aire para que esta se llegue a divisar en un cielo estrellado, donde cada astro es otro sujeto queriendo acaparar la pantalla de quien nos está mirando. Pero creo que hace buen rato que, en estos espacios, venimos buscando algo más que entretenimiento rápido y de bolsillo.

Hasta hace poco, ignoraba que TikTok posee una función de videos en vivo que no solo ocupa un lugar privilegiado en la interfaz (en la esquina superior izquierda, ni bien entras en la app), sino que tiene un carácter distinto al de otras redes sociales. En Facebook se trata de que te vean tus contactos; en Instagram, tus seguidores, y en TikTok, todo aquel que ande cerca, vea la puerta abierta y desee pasar a la fiesta.

El espectro del público se ha ido ampliando y la publicaciones -incluidos los lives- se han vuelto más “personalistas”, por llamarlos de alguna manera. En Facebook tendemos a darle ‘Me gusta’ a entes abstractos, desde una institución estatal hasta una página de memes; a partir de Instagram ya no nos centramos en seguir a algo, sino a alguien, a un rostro y voz reconocibles o, en su defecto, a un avatar con el que de alguna forma nos podemos relacionar.

En estas mismas redes sociales existen marketplaces, los cuales son aprovechados por algunas personas que conozco y, entre ellas, a quienes veo que tiene mayor éxito son quienes se han mimetizado con sus productos. Son protagonistas de su propio show. Quien vende ropa no puede solo mostrar una galería fría y estéril de sus últimos modelos; debe fotografiarse o grabarse a sí misma luciéndolos, enseñar a combinarlos, compartir este y otros tips en un live, donde además responde comentarios de su público. 

Mostrar esa calidez humana, si bien no es un sello distintivo único de TikTok, es el factor que más ha sabido explotar esta red social. No por nada es la que reporta mayor crecimiento desde el 2020, época de reclusión y aislamiento debido a la pandemia, por lo que estuvimos más ávidos de cualquier tipo de contacto con otra persona, aunque sea a través de una pantalla.

La ex Musical.ly supo capitalizar esta necesidad por las propias características de sus lives, con una sección dedicada solo a ellos, en los que uno puede pasar de una transmisión a otra con solo deslizar el dedo y sumarse al anfitrión mandando una solicitud, de manera que ahora se trata de un diálogo de dos, o de tres, o de cuatro, y así. Una dinámica que ya venía dándose en sitios web como Omegle, en el que, sin tener una cuenta, se puede chatear con extraños, incluso con cámara encendida. 

La ‘compañía’ es un nuevo producto o servicio en las redes sociales. En el 2014, trascendió la noticia de una mujer coreana que, con solo comer frente a su webcam, ganaba más de 6 mil euros, dinero que recibía a través de regalos virtuales que le enviaban sus espectadores: personas solitarias que querían tener (o sentir) a alguien que les hacía compañía a la hora del almuerzo o la cena. 

No es casualidad que TikTok tenga también la opción de enviar regalos virtuales a la persona que realiza una transmisión en vivo, y lo más seguro es que este fenómeno no haga otra cosa más que extenderse. 

Un estudio de la revista American Psychologist, de la Asociación Estadounidense de Psicología, planteó la posibilidad de que nos enfrentemos a una “pandemia de soledad” como secuela de lo vivido por el COVID-19, que exacerbó ese sentimiento en nosotros. Aunque precisó que las preocupaciones en torno a este tema “probablemente sean exageradas”, no deja de recalcar que el sentirse solo agrava nuestra salud física y mental, y que hasta puede propiciar la muerte prematura.

Hay una demanda de compañía, pero la oferta que se da a cambio es ‘compañía’ (así, entre comillas, tal como lo he puesto desde el titular), porque no creo que TikTok ni otras redes sociales realmente estén dando una solución al problema. Solo brinda la simulación de estar con otra persona y, para aquel que se siente solo, representan una suerte de analgésico para su dolor, uno que toman una y otra vez para que se vaya el malestar, pero su causa se mantiene ahí.

Tampoco considero que TikTok y el resto de plataformas busquen ser la solución. Si lo fueran y el sentimiento de soledad desapareciera, ¿para qué volveríamos a conectarnos a ellas?  

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