Todo tiempo pasado no siempre fue mejor
Con la pandemia del Covid-19 haciendo estragos a nivel mundial, la búsqueda de una vacuna o la cura se vuelve incesante. Si bien esta es la preocupación actual, otra mayor parece ser la necesidad de rápidamente “volver a la normalidad”. Sin embargo, eso significaría asumir que todo tiempo pasado fue mejor. Y, ¿de verdad lo fue?
Veamos. Al inicio del estado de emergencia sanitaria el número de camas en las Unidades de Cuidados Intensivos no pasaba de cien a nivel nacional. Con un mínimo histórico de 1.96% (8-10% en la OCDE), ese olvido ha significado para muchos, la dolorosa diferencia entre vida o muerte. De donde, luego de dos décadas de crecimiento económico, ¿existe duda alguna que la salud es un derecho fundamental prioritario?
Este desapego por lo vital indica igualmente, la sociedad hedonista y superficial en la que estábamos caminando. Tal y como lo describe Zygmunt Bauman, en la Modernidad Líquida, el individualismo y la inmediatez, ha hecho de nuestra realidad algo temporal y efímero. Así, andábamos recluidos en las redes sociales, construyendo realidades virtuales y paralelas. En esta prolongada ausencia, surgieron las familias disfuncionales por defecto, al permitir que la telerrealidad se ocupe de la educación de sus hijos. De manera anecdótica, el aislamiento social ha permitido que las familias se reencuentren en sus espacios de vida, protegiéndose y compartiendo en solidaridad. Así, ¿subsisten dudas que proteger la familia es importante? O, ¿qué la educación y civismo son fundamentales?
Ese pasado, evidentemente, debe cambiar. Como también la promesa electoral que unida a la delincuencia, empujó nuestros compatriotas a vivir en asentamientos humanos fuera de todo ordenamiento territorial, sin servicios básicos que hoy tanta falta hacen. En ese sentido, el exacerbado populismo, ve nacer figuras políticas cuya falta de visión causa hoy la muerte de su población.
Como no hay mal que por bien no venga, la cuarentena ha permitido respirar al medio ambiente. Las mediciones han registrado los valores más bajos de materia particulada en el aire, alcanzando la recomendación de la Organización Mundial de la Salud. La “normalidad” significaría volver al caos en el transporte y las enfermedades respiratorias.
Sin duda, porque no hay futuro en el pasado, este es el punto histórico en que los cambios sociales deben plantearse para lograr esa necesaria modernidad. Y, fundamentalmente, esta crisis al habernos tocado muy de cerca con la exposición cotidiana a la muerte, ¿no sería este el momento de ser mejores seres humanos? Seguro que sí.