Tomado del libro "Nunca te pares - autobiografía del fundador de NIKE"
Aquel mismo día escribí más tarde a Onitsuka y les propuse ser el distribuidor exclusivo de las zapatillas Tiger en el oeste de estados unidos. Luego les pedí que me enviaran trescientos pares lo antes posible. A tres dólares y treinta centavos el par, eso sumaba aproximadamente mil dólares en zapatillas. A pesar de la contribución de Bowerman (su socio), era más de lo que yo tenía. De nuevo fui a darle el sablazo a mi padre. Pero esta vez se plantó. No le importaba ayudarme a empezar, pero no quería que acudiera a él año tras año. Además, él creía que todo aquel asunto era una chorrada. No me había enviado a Oregón y a Stanford – añadió- para que me convirtiera en un vendedor de zapatos a domicilio. “Andar por ahí haciendo el burro”, así fue como lo definió.
-- Buck – me dijo--, ¿Cuánto tiempo piensas andar por ahí haciendo el burro con esas zapatillas?
Yo me encogí de hombros.
--No lo sé, papá.
Miré a mi madre. Como de costumbre, no dijo nada. Se limitó a sonreír, de una forma vaga y encantadora.
Así pues, no debería haberme sorprendido demasiado la reacción que tuvo cuando me padre me acusó de andar por ahí haciendo el burro. Como quien no quiere la cosa, abrió su bolso y sacó siete dólares.
---Si me haces el favor, quiero comprar un par de Limber Up ---me dijo, lo bastante alto para que él lo oyera.
¿Era la forma que tenía que lanzar una indirecta a mi padre? ¿Una muestra de lealtad hacía su único hijo? ¿Una afirmación de su afición al atletismo? No lo sé. Pero no importa. Nunca dejaría de emocionarme verla de pie en la cocina o en el fregadero, haciendo la comida o lavando los platos con un par de zapatillas de correr de fabricación japonesa de la talla treinta y ocho.
Debido a que probablemente no quería tener problemas con mi madre, mi padre me prestó los mil pavos. Esta vez las zapatillas llegaron enseguida.