Tranquilos, que malo será.
Días de pánico bancario y me siento rejuvenecer. Vuelven aquellos días de miedo, de caras de asombro mientras se desmorona el principal banco de las empresas tecnológicas americanas, el SVB y el Credit Suisse se tambalea. Las bolsas de todo el mundo occidental reflejan ese sentimiento.
Uno ahorra un dinero religiosamente todos los meses y lo invierte con el objetivo de tener una vida más tranquila y segura, o comprarse aquello que quiere en un futuro.
Si bien el desplome bursátil durante la irrupción del Covid fue un estornudo, un visto y no visto, ahora planea la sombra de Bear Stearns, Lehman Brothers, las subprime, las cajas de ahorros españolas o Grecia, que nos ha dejado una cicatriz importante. Entonces, uno tiene que tomar dos decisiones: o me largo de aquí con lo puesto, o me pongo como loco a buscar motivos para no hacerlo.
¿Cuál sería el peor escenario posible y, sobre todo, cómo afectaría eso a mi patrimonio invertido?
El caso más extremo que conocemos es el crac del 29. En ese mercado, el desplome, desde su valor máximo, fue del 86% en el índice S&P 500. Y duró 33 largos meses. Supón que eres la persona más desafortunada del mundo y, justo en el punto más alto de la valoración, decides invertir tu dinero. ¿Qué haces?
Si invertiste todo tu patrimonio de golpe, vamos a suponer que son 60.000€, al calor de la euforia de esos años o porque tu "amigo" te recomendó hacerlo, te quedas con el papelón durante 20 años hasta que tu inversión valga lo mismo que al principio.
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Si tenías un capital ahorrado y un amigo te recomendó trocear ese capital en 60 partes e ir invirtiéndolo todos los meses (1.000€ al mes), la película es muy, pero que muy, diferente.
Así que, keep calm que malo será.