Transformar con amor

Transformar con amor

San Juan no sabía nada de neurociencia, y aún así sintetiza en la frase “el perfecto amor echa fuera al temor” las dos narrativas básicas que alimentan nuestras emociones y por ende definen nuestras acciones. La narrativa del miedo es como la comida chatarra, da satisfacción inmediata pero nos debilita en el largo plazo pues solo nos permite cuatro opciones de acción: combatir, huir, congelarnos o someternos. La narrativa del amor, por el contrario, es como la comida sana que impulsa nuestro pleno potencial al crear un rico cocktail de químicos cerebrales que abren infinitos caminos de acción que son los precursores de las más grandes proezas humanas.

Por amor me refiero a la narrativa que le dice SÍ a la vida y que está presente en todos los aspectos de la experiencia humana que incluye, pero no se limita, a lo romántico o filial. Es amor cuando la narrativa alimenta tres convicciones fundamentales: la esperanza en un futuro que traiga más bienestar que dolor, la fe en algo más grande que el individuo y la seguridad de contar con vínculos de apoyo mutuo. Contrasta con el hedonismo el cual busca satisfacción inmediata, lo cual está más cerca del miedo que del amor, pues es un NO al dolor, al tedio, al peligro o al abandono.

El amor al que me refiero es la energía de un  niño de 15 meses que amanece ávido por explorar, aprender y desarrollar nuevas habilidades. Es la determinación de un científico a encontrar la cura del cáncer, de los padres a crear una buena vida para sus hijos, del artista a enfrentar el lienzo en blanco, del empresario a invertir su capital para crecer su negocio. Es la afirmación a la vida que Viktor Frankl elige en el campo de concentración ante las más desgarradoras circunstancias. Es la energía de miles de millones de personas que amanecen todos los días a trabajar con brillo en el ojo y alegría en el corazón para crecer, resolver problemas y derribar barreras.

Los efectos de la narrativa del amor son tan potentes que dan a las personas poderes en apariencia sobrenaturales. Si bien no conocemos con todo detalle los mecanismos neurológicos, lo que sabemos es que estos superpoderes no tienen nada de sobrenatural, son parte intrínseca de nuestra capacidad humana. La narrativa del sí a la vida crea innumerables conexiones neuronales, activa múltiples las partes del cerebro humano para crear aquello que no existía con determinación, entendimiento, inspiración, creatividad, colaboración y sincronía. 

Harari, en su libro Sapiens, expone cómo lo que nos hace una especie excepcional es nuestra capacidad de creer en una idea y coordinarnos en gran número y en formas muy flexibles para hacerla realidad. Otras especies como las hormigas pueden coordinarse en gran número para hacer unas pocas cosas, y otras especies como los simios pueden coordinarse en un grupo pequeño para hacer muchas cosas. Sólo los seres humanos podemos creer en algo que no es tangible y comunicar esa historia para vivirla y crearla entre todos. ¡Qué gran responsabilidad, creamos lo que creemos! Si creemos en la narrativa del miedo crearemos un mundo dividido, difícil y confrontado. Si creemos en la narrativa del amor, del sí a la vida, se nos abren infinitas posibilidades de acción.  

En el siguiente post tomaré inspiración de Martin Luther King Jr y su magistral discurso conocido como “I have a dream” para aprender cómo articular una poderosa narrativa del amor que alimente la esperanza en un futuro promisorio, la fe en un propósito superior y la solidaridad para impulsar transformación social, organizacional o personal.

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