Triatlón del Ático

Se azotó una puerta, no fue el Baby-boomer que rondaba el piso 9, fue mi niño que pasó corriendo a su cuarto mientras me concentro en una llamada desde mi despacho, arriba en casa.

Cliente de humor negro; recorte de personal en su chamba y se salvó por ahora, pero su salario está al 50% y sus gastos al 100%, y la gasolina nos bajó tanto como nos subió la luz, y el galán de la oficina dijo "quel webchat no es lo suyo", porque ahí se pierde la sutileza y la cámara exhibe cruenta la piel y el alma, no de el; de todos, porque acaso empezamos la experiencia home-office animados por la camisa formal en calzones, pero pronto dejó de ser divertido

Me faltó el aire de repentino, como actor que sonríe y muere por dentro…

Siempre relaciono la vida con el deporte. Así que ¿cuándo me faltó el aire la última vez? fue en una maratón…

La carrera de resistencia es mi punto débil; de pensar que faltaban horas jodiéndome las rodillas por acabar en un lugar decente, me mataba… damn pride! “No voy a terminar, lo se.” Miré mis pies pensando en parar… ¿has sentido que el corazón se te incendia? yo si, ese día: 45 minutos y ya pensaba en dimitir. Entonces noté que mientras analizaba mis delirios, miraba mis pies sucediéndose y olvidaba el fuego adentro y el aire dejaba de faltar. Es la perspectiva del camino largo lo que desmoraliza, es la manía de contar las horas lo que flagela. Seguí mirando mis pies entonces; uno, dos... si sólo me concentraba en mirar mis pasos abajo, me olvidaba de lo demás… uno dos, resultó hipnótico y las horas se secaron en la arena en llamas de mis piernas, hasta que vi gente ahí de pie y la meta como un oasis, y muriendo, terminé.

A veces el atajo es mas largo que el camino, a veces las dudas atormentan más que los golpes.

No te preguntes cuando terminará todo esto ni midas lo largo de las horas, que igual pasarán. Sólo da un paso por vez, es mi consejo, porque caer de espaldas tras cruzar la meta desfalleciendo, sabe a gloria