Cada vez que escucho el sonido del despertador, las lágrimas se apoderan de mi rostro... Una mancha negra está acariciando mi pecho, otra vez, se ha acercado este pesar a mi habitación. Siento el gris, lo siento, está en todos lados.
Hace meses, quizás hace eones, que me encuentro acostada, esperando que la alegría me acaricia la palma de mi mano, digo mano, porque no crea que sea suficiente para que me roce ambas...