Un diamante literario en bruto (Tercer premio en el II Concurso de relatos Markerrelatos)

Un diamante literario en bruto (Tercer premio en el II Concurso de relatos Markerrelatos)

El pasado lunes estuve en Granada para recoger el tercer premio en el II Concurso de Relatos Cortos Markerrelatos. Os dejo el texto, por si queréis leerlo.

UN DIAMANTE LITERARIO EN BRUTO

Sabemos que el abuelo es incapaz de redactar una sola frase sin faltas de ortografía.

Sabemos que no ha leído un libro en su vida.

Sabemos que le interesa la literatura tanto como al resto de la familia nos interesa la física cuántica.

Sabemos, en fin, que el relato corto con el que ganó la semana pasada un concurso literario internacional no lo escribió él, sino un programa de inteligencia artificial al que se ha aficionado, y lo hizo con el ordenador portátil que le regaló mamá hace un par de años con motivo del Día del Padre, ordenador con el que, por cierto, no deja de cacharrear día y noche aplicando todos los conocimientos que aprende en un curso online sobre informática.

Todo esto lo sabemos perfectamente.

Lo que no sabemos es cómo gestionar los daños colaterales de este asunto. Cómo frenar su petulancia, sus ínfulas de escritor insigne, su engreimiento, su certeza de que es un diamante literario en bruto. Y nada de esto sería grave (al fin y al cabo, ¿qué hay de malo en permitirle a una persona mayor disfrutar de las mieles del éxito, aunque este sea falaz) si no fuera porque hemos descubierto que nosotros, su insigne familia, también somos un fraude. Un fraude como él.

El inesperado giro de guion ocurrió esta mañana, cuando vino a casa la televisión local para entrevistar al abuelo. No solo no tuvimos reparo en aparecer ante las cámaras elogiando las virtudes narrativas de nuestro querido familiar, sino que nuestro ego y la visión de un posible negocio fue creciendo hasta el punto de que mentimos con descaro al afirmar que el abuelo es un autor secreto desde hace mucho tiempo y que gracias a nuestro estímulo y apoyo decidió por fin dar un paso adelante y presentar al concurso uno de los muchos textos que ha escrito de su puño y letra.

Ya se han ido las cámaras, ya se han ido el fotógrafo y la periodista, y, tras improvisar sobre la marcha esa seductora biografía del abuelo (un autor de culto da siempre mucho juego; es en sí un producto de marketing de primer nivel), aquí estamos papá, mamá y este servidor tratando de convencerle con malsana insistencia para que siga usando la inteligencia artificial bajo nuestra tutela, y así repartirnos los posibles premios de otros concursos.

Nos consta que él lleva semanas indagando en una aplicación que permite escribir libros con inteligencia artificial. Y ya ha dado muestras con ese primer premio en el concurso internacional de que no va desencaminado…

“Una novela, abuelo. Sí, una novela histórica estaría muy bien”, le animamos.  

Mi hermano Juan, que se está preparando para ser consultor de marketing, se ha propuesto planificar una estrategia que nos permitirá vender al abuelo como un emergente coloso de las Letras, un escritor oculto, un J.D. Salinger, un J. T. Leroy, qué digo, mejor un Thomas Pynchon al que hemos conseguido sacar del agujero del anonimato. Y yo, que soy diseñador gráfico y creador de páginas web, me pondré manos a la obra para promocionar en la Red la obra (por ahora inexistente) de nuestro familiar y socio. “El  contenido es el rey, pero el marketing es la reina, y maneja el hogar”, le he dicho, citando al emprendedor Gary Vaynerchuk, toda una personalidad sobre Internet.

Mamá, que es contable, se encargará de las fianzas. Y papá, que siempre ha tenido mucha labia, hará de enlace entre nuestro genial autor y la prensa, y será el community manager que le lleve las redes sociales.

Podríamos decir, pues, que se han alineado todos los planetas para que obtengamos un éxito literario-familiar.

Ante esta inesperada algarabía, ante este exultante brain storming, el inocente abuelo —pecaminoso pero aun así inocente—, que hasta ahora se las prometía muy felices en su nueva y prometedora faceta literaria, un oficio a priori solitario, nos mira perplejo, con ojos de extrañamiento, y sospecho que también de asco, pues comienza a comprender cuántos intereses creados hay en torno a los grandes autores, incluidos los escritores artificiales como él.

Francisco Rodríguez Criado

Imagen del post: viarami (Pixabay)

 

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