Un estilo de vida saludable disminuye el riesgo de cáncer de mama

Un estilo de vida saludable disminuye el riesgo de cáncer de mama

Un estilo de vida saludable debe ser promovido desde la infancia y fortalecido en las adolescentes y mujeres adultas. Las niñas son mucho más receptivas y pueden incorporar hábitos saludables con mayor facilidad y naturalidad

 

1) Realizar actividad física disminuye el riesgo de cáncer de mama.

Una menarca temprana (<12 años) y/o una menopausia tardía (>55 años) aumentan el riesgo de padecer un cáncer de mama.

La actividad física puede disminuir el riesgo a través de modificaciones de mecanismos hormonales.

La niña que realiza actividad física puede demorar la aparición de la menarca –como se ha encontrado en las niñas deportistas – e incluso son más comunes los ciclos anovulatorios en las atletas, disminuyendo los efectos de las hormonas esteroideas.

Si la actividad física es realizada por la mujer adulta, la  menopausia se presenta antes de los 55 años con mayor frecuencia. Si no se realiza ejercicio, la menopausia se puede presentar más tardíamente aumentando el riesgo de cáncer de mama. Después de la menopausia los niveles hormonales caen y este evento se correlaciona con una disminución de la proliferación celular del epitelio mamario.

La obesidad en mujeres posmenopáusicas, donde los estrógenos se sintetizan a partir de los andrógenos del tejido adiposo, tiene un riesgo aumentado, directamente relacionado con el sedentarismo. Las mujeres de todas las edades, físicamente activas, son más delgadas que las que no son activas, pero este aspecto sólo es un determinante importante en la concentración de estrógenos séricos en las mujeres posmenopáusicas.

La relación entre actividad física y cáncer de mama probablemente es compleja, y mediada a través de múltiples procesos metabólicos como, por ejemplo, la estimulación de funciones inmunes y ciertos cambios hormonales.

Es razonable aconsejar a las mujeres, especialmente a las posmenopáusicas, aumentar la actividad física. El ejercicio tiene un efecto beneficioso por sí solo y, además, ayuda a obtener y mantener un peso corporal ideal. Esto no sólo puede contribuir a que disminuya el riesgo de cáncer de mama, sino también a prevenir enfermedades cardiovasculares, la osteoporosis, la diabetes y posiblemente también el cáncer de colon; pero, sobre todo y con seguridad, mejorará la sensación de bienestar general.

La actividad física regular también es importante para las sobrevivientes de cáncer, puesto que les puede ayudar, además, a disminuir el cansancio y la tensión psíquica (estrés).

 

2) La edad al primer embarazo a término en menores de 30 años protege contra e cáncer de mama.

El embarazo promueve la diferenciación del epitelio mamario haciéndolo menos susceptible a alteraciones en la división celular.

 

3) Tener varios hijos y la lactancia disminuyen el riesgo de cáncer de mama.

El riesgo se reduce un 7% por cada nacimiento, y por cada año de lactancia se disminuye el riesgo un 4,3%. En ambos casos el efecto protector se da por la inducción de la diferenciación del epitelio mamario que hace a la mama menos susceptible a los carcinógenos ambientales y también por ausencia de ciclos ovulatorios, con sus respectivos efectos hormonales.

 

4) Las terapias de reemplazo hormonal deben estar permanentemente bajo control médico.

La terapia de reemplazo hormonal incrementa el riesgo de cáncer de mama.

Ejerce un efecto parecido al de la menopausia tardía.

El riesgo depende de la duración de la exposición y de si se usan sólo estrógenos o combinados con progestágenos. Después de cinco años, el uso de sólo estrógenos incrementa el riesgo un 10% y, si es una terapia combinada, el riesgo se eleva al 30%.

Además, la terapia hormonal aumenta la densidad de la mama en la mamografía y, por lo tanto, puede ser más difícil diagnosticar una lesión.

Por todo lo anterior es sumamente importante la supervisión estricta por parte de un profesional.

 

5) Las mujeres que no fuman reducen el riesgo de cáncer de mama.

El tabaco es un carcinógeno universal. Su asociación con un aumento en el riesgo de padecer cáncer de mama está demostrada, tanto para fumadoras activas como en fumadoras pasivas (en estas últimas aumenta el riesgo de cáncer de mama en la premenopausia).

El riesgo se incrementa con la intensidad y la duración del hábito.

 

6) Evitando la obesidad y el sedentarismo se disminuye el riesgo de cáncer de mama.

Son dos factores que van muy relacionados con el riesgo de cáncer de mama.

Las mujeres sedentarias incrementan fácilmente su índice de masa corporal e incrementan su volumen de tejido adiposo.

La obesidad, sobre todo en mujeres posmenopáusicas, aumenta el riesgo debido a la mayor producción de hormonas a nivel del tejido adiposo. Además, el aumento del tejido adiposo promueve la retención de agentes genotóxicos en células proliferantes, lo que incrementa las probabilidades de acumular mutaciones en genes que desencadenan el desarrollo del carcinoma.

La actividad física regular de la mujer promueve la aparición temprana de la menopausia y la protege de un incremento de tejido adiposo.

 

7) Con una dieta saludable se reduce el riesgo de cáncer de mama

No existen evidencias claras de que el consumo sistemático de un alimento o grupo de alimentos tenga la capacidad por sí solo para prevenir ninguna enfermedad neoplásica. Esto no implica que sea errónea la recomendación de llevar una dieta variada con bajo contenido de grasas e inclusión de vegetales.

La obesidad y el sedentarismo son factores de riesgo asociados a enfermedad y muerte por diversas etiologías, fundamentalmente cardiovasculares y cáncer.

Los mecanismos por los cuales esa asociación existe son conocidos sólo en forma parcial. Existe una dificultad intrínseca para llevar adelante estudios sobre la relación entre diferentes tipos de dietas y enfermedad. Es prácticamente imposible desarrollar un modelo experimental que aísle otros factores que pueden actuar como “confusores”. Es muy difícil tener control y registro de la ingesta alimentaria de grandes poblaciones por tiempos tan prolongados como los necesarios para verificar el efecto de un alimento sobre la incidencia en cáncer. Por cada estudio que sugiere el efecto benéfico de un grupo alimentario, hay otro que demuestra lo contrario. Sin embargo es indudable la relación entre factores externos y cáncer. Un ejemplo es que la incidencia de diferentes tumores varía de una población a otra, y esta incidencia se modifica en la medida en que las personas migran y adquieren las costumbres de los países de destino.

Sin duda, en la relación entre alimentos y cáncer no está dicha la última palabra, y se necesitan muchos años para tener conclusiones definitivas. Mientras tanto la prudencia sugiere recomendar a la población una baja ingesta de grasas animales y un aumento de las porciones diarias de alimentos vegetales (frutas, hortalizas y cereales).

 

8) Alcoholismo.

No consumir más de 2 copas de alcohol por día. Se ha demostrado que el riesgo de las consumidoras es mayor al de las no consumidoras. Equivalencias: cerveza 350cc, vino 150cc, whisky 44cc.

 

9) Evitar exposiciones riesgosas.

Hay un incremento del riesgo de cáncer de mama en mujeres expuestas a radiaciones ionizantes, particularmente en la zona torácica y durante la pubertad.

La realización de mamografías produce muy bajas dosis de radiación y su uso diagnóstico no es perjudicial.


FUENTE: INC



Florencia Giselle Vadalá 

Lic. Producción Bioimagenes - UBA


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