UN NUEVO DIOS

UN NUEVO DIOS

Es importante destacar que Youtube, Instagram y TikTok, todavía captan la mayor atención en las nuevas generaciones, más allá de otras que ingresan al mercado de las aplicaciones de manera incesante.

Hay que tener en cuenta que el nuevo talento se siente muy cómodo exhibiendo su vida sin perjuicio alguno, donde compartir experiencias y likes es sinónimo de éxito social y visibilidad.

Lo virtual ha desplazado casi definitivamente a la verdad de las cosas, creando un mundo no fáctico, centrado principalmente en la volatilidad de la información incompleta y efímera. Estamos en una era de voyeurismo tecnológico. Realidad y ficción se confunden, construyendo una suerte de lógica de lo improbable, donde reposan los deseos, sueños, apetitos y frustraciones de verdaderos peregrinos digitales, demandantes de todo tipo de atención.

Al respecto, hace algunos años la Royal Society of Public Health de la Universidad de Cambridge realizó un estudio sobre la presión social y competencia feroz entre jóvenes por la cantidad de “me gusta”. Se concluyó que esta guerra por ser aceptado en el mundo digital genera inseguridad personal y provoca graves trastornos de índole psicológico, además de niveles extremos de ansiedad y tendencia a la depresión.

En definitiva, las personas siempre necesitaron y necesitarán reconocimiento de cualquier tipo, denostando todos aquellos sitios y prácticas que los ignoran como seres humanos con todos sus defectos y virtudes, haciendo juicios de valor. Otro detalle a tener en cuenta es que un gran porcentaje de esta generación se vuelca al “emprendedorismo”, por lo tanto, las organizaciones y sus líderes tendrán que trabajar mucho para llevar ese entusiasmo salvaje y libre a las duras paredes de sus estructuras, que serán cada vez más permeables y abiertas para estos nuevos colaboradores tan caprichosos como talentosos. Para comprender a estas convulsivas e impredecibles personas es fundamental conocer su esencia y desplegar un alto grado de empatía en todo lo que se refiere a emoción, compromiso y motivación. No se trata solo de reconocer y desarrollar el talento, sino de que los miembros del equipo exhiban, interactúen y descubran entre sí sus propias potencialidades para conseguir resultados creativos y contundentes. El Bank of America Merrill Lynch, en un informe denom[1]inado New Kids On The Block. Millennials & Centennials Primer, explica con datos escalofriantes por qué millennials y centennials entienden las finanzas, el consumo y la tecnología, entre otras cosas. Establece que esto se da porque “el 88% vive en mercados emergentes, el 90% posee un smartphone y durante 2025 controlarán el 47% de los fondos del planeta. A su vez, representan el 27% y el 32 % respectivamente de la población mundial, estimada hoy en día en 7400 millones”. Existen muchos datos impactantes, pero uno sin dudas es que en el mundo existe más gente con teléfonos móviles que con acceso a una red de agua potable.

Este tipo de información no debe pasar desapercibido para los actuales y futuros gerentes líderes, porque vaticinan y explicitan con qué tipo de materia prima humana van a tener que lograr bienestar, entusiasmo y productividad. Es crear un nuevo lenguaje, una innovadora comunicación –que pase por lo emocional y lo virtual–, así como, la concepción de nuevos entornos interactivos para dejar fluir el talento en red. Las organizaciones deberán desentrañar este dilema generacional, adaptándose a esta nueva realidad con una gran apertura mental y focos de acciones concretos, porque estamos ante un segmento más que atractivo, tanto a nivel consumidor como a nivel colaborador.

Liderar significa en primera medida, diferenciarse. No puedo liderar desde la mediocridad, es decir, debo ser visible por algún talento, destacarme primero y, posteriormente, desplegar un liderazgo desde la originalidad que pueda proponer mi actitud sobresaliente. Se trata de ofrecer constantemente una desesperada vocación de servicio, enfocado en el otro, prestando atención a las nuevas conductas en ese transitar, equilibrando mi ego. Por todo esto, las estructuras organizativas estarán obligadas a crear variados enfoques internos y externos, para atraer y retener este interesante nicho que representa una realidad inconmensurable de un nuevo mundo inexplorado donde lo virtual es real.

La volatilidad de los datos y la certeza de la inseguridad que tenemos de estos, nos brindan una sensación constante de incertidumbre que pasa a ser cotidiana e indiferente para las nuevas generaciones. Todo esto motiva a las personas de esta nueva era a la búsqueda desesperada de fama, vinculada al pertenecer más que al Ser, es decir, centrado en lo exterior como deseo de seguridad existencial Entonces ya no se cuestiona nada, se expresa y se expone todo, hasta las más íntimas de las situaciones personales físicas o emocionales. Millennials, Centennials y Generación T buscan desesperada[1]mente un protagonismo a cualquier costo y, si fuera necesario, recurren a la información personal más sensible posible. Es que necesitan ser queridos, tenidos en cuenta y famosos. Consideran vital que mucha gente los admire y venere sus actos. El precio es la ausencia total de privacidad, algo que no les preocupa demasiado.

Sobre la base de esta afirmación observamos hoy en día que los jóvenes encontraron en las redes un atajo directo al estrellato que los expone a un gran reconocimiento, despojado de amor sincero y con un distorsionado propósito que, a largo plazo, deja en evidencia su vacuidad. Siguiendo esta línea de pensamiento, observamos que se deja atrás cualquier tipo de parámetro sobre reconocimiento y/o reputación, siendo la única medida para mensurar el éxito en la comunidad digital la cantidad de seguidores que poseo, ya que a estos se les asigna una fuerte connotación de propiedad, como valor insoslayable a un resultado final de esta fórmula ganadora. Tal sesgo de pertenencia a las redes vincula mi ser al triunfo, esa sensación de bienestar pasajero pero recreado mil veces para afirmar mi vanidad en diferenciación con otros actores. Los likes son míos –afirman– porque me los gané, como producto de mi esfuerzo de múltiple exposición y dedicación absoluta a mi público. Esta obcecación por lo público, cuando deviene en rutina patológica, se convierte en toxicidad para toda salud mental.

 Sin dudas vemos cómo a modo de epidemia se despliegan acciones hedonistas, donde lo único importante es ser observado y “likeado”. Cuando una persona logra ser famosa –según varios estudios realizados–, tiende a autoexigirse críticamente sobre la base de valores e ideales impuestos por personas absolutamente desconocidas. De esta manera se construye una personalidad de realidad aumentada que logra ser inmanejable por las emociones reales y profundamente nocivas para su portador.

Y cuanto más nos valoran los demás, más especiales y, por lo tanto, más seguros nos sentimos. En definitiva, estamos ante la presencia de un nuevo elemento al cual adorar: mi imagen reflejada en el mundo digital. Tal definición en sí misma encierra un grave peligro cuando se la combina con prácticas repetitivas y vacías de significado u otro propósito más trascendente que el de sobresalir.

Es tarea del líder actual inculcar una cultura de no sometimiento a las redes, capacitando y mostrando otras sanas alternativas para dedicar el tiempo libre y de trabajo a distintos intereses que realmente le agreguen valor a cada persona. En este sentido, se entiende por valores todo aquello que me hace crecer y afirmarme en situaciones donde se pone en juego lo realmente importante para nuestra vida. Estas acciones no se deben tomar a la ligera, porque verdaderamente mejoran la calidad de vida de nuestros colaboradores, ya que, desde hace un tiempo, la medicación que se está recentando a pacientes adictos a las tecnologías y a las redes sociales es la misma que la indicada para los adictos a la cocaína. Debemos tener esto muy en cuenta esto y trabajar lo relacionado con dar visibilidad y reconocimiento constante a los nuevos colaboradores, no solamente cuando un proyecto culmina, sino también con un apoyo constante durante el proceso. Esto incrementará la tasa de retención y generará una mayor atracción del talento joven dispuesto a volcar su inteligencia en ámbitos de valoración, protagonismo auténtico en espacios con cercanía y humanidad.

Dr. Claudio Rodríguez Agüero

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