Un poquito de memoria, para la efeméride de hoy (23F) y algunas consideraciones.

Un poquito de memoria, para la efeméride de hoy (23F) y algunas consideraciones.


Nací en Albacete, un 9 de abril de 1957, o sea, que llevo en este mundo casi 66 años. Viví en el seno de una familia humilde de procedencia igualmente humilde. Mi padre era un típico Guardia Civil de aquellos con bigote a los que se veía en los campos y caminos de La Mancha, realizando sus servicios de correrías a pie, en bicicleta o a lomos de su hermoso caballo blanco llamado “Balada” , cumplidor a ultranza de sus obligaciones y a pesar de las penurias y sacrificios de la época, profundamente orgulloso de vestir su guerrera verde y su tricornio.

Se sabía de memoria todos los artículos de la “cartilla del Guardia Civil” y realizaba sin la menor queja y con absoluta abnegación, los servicios que se le nombraban y que no correspondían ni mucho menos al patrón actual de 8 horas de media y como mucho 37 horas semanales actuales. ¡Qué va! En aquellos años no se conocía el día libre y las salidas de la casa cuartel para realizar un servicio de correrías (patrulla de la época) no duraban menos de 12 o 14 horas. A veces, incluso, varios días dependiendo de factores coyunturales en materias de seguridad, de la de entonces.

En 1975, pasó a situación de retirado, después de 27 años de servicio, y dos años más tarde, a la edad de 19 años, yo le tomé el relevo.

La vida de mi padre, como miembro de la Benemérita, había sido muy dura. Yo diría que durísima, por la rigidez del servicio, por los miseros sueldos que percibían los guardias civiles de aquella época, y por la penosidad del servicio mismo y la escasez de medios para poder realizarlo.  Pero quiero dejar claro, que a pesar de la situación y circunstancias descritas, no recuerdo yo que se quejara de aquella vida. Era un cumplidor a ultranza de las obligaciones que había contraído al integrarse en la guardia civil en 1945, en plena vigencia del bandolerismo y de aquellos complicados primeros años de la postguerra. La suerte que tuvo, y tengo que decirlo con el mayor orgullo, es que su esposa y mi madre, fue una mujer entregada a su papel de ama de casa, esposa y compañera de vida. Comprendía tan bien o mejor que mi padre, la filosofía de la guardia civil y en los momentos en los que por alguna circunstancia momentánea, el desaliento amenazaba con afectar a mi padre, ella lo contrarrestaba con su forma de ser, su animosidad, cariño, amor y también buen humor. La verdad es que era una pareja ideal. Diferentes ambos uno con respecto al otro, y sin embargo funcionaban como un engranaje perfecto y sincronizado.

Como anteriormente decía, yo, siguiendo la estela de mi gran padre, entré en la Guardia Civil un febrero de 1977. Todavía no había cumplido los 20 años cuando llegué a la academia de guardias de Úbeda y 5 meses más tarde, tras un periodo de instrucción en diferentes materias (leyes civiles y militares, preparación física, equitación, manejo de armas, etc.) y tras haber jurado bandera y recibir mi titulo de Guardia 2ª de Infantería (que así se llamaba entonces), salí destinado al País Vasco, concretamente a la capital de Vizcaya, a Bilbao.

Casi al final del periodo de instrucción en la academia, tal como he reseñado anteriormente, juré bandera y la formula que en aquel acto utilizamos todos quienes nos comprometimos en servir a España, fue la siguiente:  

Guardias Civiles: ¿Juráis por Dios y prometéis a España, besando con unción su Bandera, respetar y obedecer siempre al Rey y a vuestros Jefes, no abandonarles nunca y derramar, si es preciso, en defensa del honor e independencia de la Patria, y del orden dentro de ella, hasta la última gota de vuestra sangre?. A lo que todos respondimos, Si, lo juramos.

En mi estancia en el País Vasco, viví intensamente lo que era la España en el periodo previo a la Constitución y justo al comienzo del periodo Constitucional. Aquella España dura o durísima, donde mi colectivo pagó bien caro el precio de la defensa de nuestra patria, contra quienes querían romperla. Y había mucha gente que quería romperla, o al menos aquella sociedad defendía a quienes así lo pretendían, con su silencio, complicidad y cobarde actitud, cuando no con su apoyo expreso a las acciones criminales de los miembros de ETA.

Perdí a amigos y a compañeros y sentí en alguna ocasión que yo era una de aquellas personas a las que iban dirigida la intención asesina de aquellos verdugos. Y nos sentíamos profundamente olvidados por la administración, y odiados por los nacionalistas, parte de los cuales celebraban con ETA la muerte de alguno o algunos de nosotros en alguno de los múltiples atentados que por aquellos años se perpetraban casi a diario.

Asistí a funerales donde con frecuencia, los velatorios de mis compañeros se realizaban tapando sus rostros y sus cuerpos, para que sus familiares y compañeros no vieran cómo habían quedado de destrozados, y el traslado de sus cuerpos a los lugares de origen, se hacían casi a escondidas para no “molestar” a aquella putrefacta sociedad cómplice.

Sería largo, demasiado, relatar hecho a hecho todas mis vivencias en Vizcaya y duro y doloroso enumerar y describir detalles de determinados capítulos que me tocaron vivir.

Decidí abandonar aquella tierra para regresar junto a los míos en Madrid. En la capital del reino, no se respiraba tan tenso ambiente como en Vascongadas, aunque el terrorismo ya había iniciado su campaña de atentados fuera del País Vasco y con especial crudeza y virulencia en Madrid.

A consecuencia de esa actividad terrorista, las autoridades de seguridad ordenaron a determinados altos cargos la creación de unidades de escoltas, por lo que casi sin darme cuenta, me vi como miembro de la unidad de escoltas del Director General de la Guardia Civil.

Y así transcurrió un tiempo, realizando un trabajo de altísimo riesgo y grandísima responsabilidad, donde con mis compañeros me sometí a cursos de diferente naturaleza para tener la mejor formación posible, acorde a nuestra misión que no era otra que asegurar la integridad física y la vida del máximo responsable de mi querida Guardia Civil. Un honor para mí.

El contexto de aquellos momentos era el siguiente: recrudecimiento de los atentados terroristas de ETA, GRAPO y FRAP. Nula colaboración de Francia, a donde los etarras escapaban tras la realización de atentados y gozando en aquellos momentos de una impunidad total, con la lógica sensación de impotencia de los mandos de las fuerzas de seguridad y del colectivo de las Fuerzas Armadas, que ya también era uno de los objetivos preferentes de los terroristas. Esa sensación de impotencia era también compartida por una gran parte de la ciudadanía y por algunos personas pertenecientes a partidos políticos.

Aquel  23 de febrero de 1981, yo me encontraba de servicio junto a otros dos compañeros, cuando sobre las 18,20 de la tarde, se nos ordenó inesperadamente preparar los vehículos del VIP y de la escolta, porque algo había ocurrido en el Congreso de los Diputados. Mientras esperábamos la llegada del Director General, General de División D. Jose Luis Aramburu Topete, fueron llegando a nuestros oídos algunas informaciones sobre lo que estaba ocurriendo en la Carrera de San Jerónimo.

Durante media hora de tensa espera, nos fuimos enterando algo más de los acontecimientos que estaban teniendo lugar. Sobre las 19,10, el Director General y algunos de sus mandos subordinados próximos accedieron  al vehículo y seguidamente pusimos rumbo a la Carrera de San Jerónimo. De lo que ocurrió a partir de ese momento, todo o casi todo está escrito y por tanto no es cosa de realizar un relato paralelo 42 años más tarde, salvo confesar que durante aquellas horas del día 23 y parte de la gélida madrugada del día 24 de febrero de 1981, mi sensación era que si aquella democracia, que estaba todavía en pañales, conseguía pasar aquella prueba de fuego, tendríamos un largo periodo de paz y prosperidad, aunque a las 19,30 del 23 de febrero, mis dudas eran más que razonables.

La aparición e intervención en la TV española de su Majestad el Rey Juan Carlos, dejó muy claras las cosas a casi todos. Tan claras, que a partir de ese momento, todas las noticias que se recibían en la célula anti golpe, constituida de forma urgente, compuesta por diferentes Autoridades Políticas y Militares y ubicada en el despacho del director del Hotel Palace, (a 100 metros del Congreso de los Diputados), eran de que las aguas volvían a su cauce, y que las unidades que se habían sublevado o activado, encabezadas por las mandadas por el capitán General de Valencia, volvían a sus bases o cuarteles. Se puede decir que los rumores artificiales que se hicieron correr de que la Monarquía apoyaba el golpe y que fueron creídos por determinados actores, quedaron totalmente neutralizados por dicha intervención, que fue contundente y esclarecedora de la posición y voluntad de la Corona. Y creo sinceramente que la forma en que acabó aquella intentona fue la mejor de las posibles, gracias al ahora emérito Rey D. Juan Carlos I.

Han pasado 42 años y las cosas hoy no están como se podría esperar. Se están viviendo tiempos y circunstancias que yo esperaba no volver a vivir. Durante muchos años se luchó contra el terrorismo y se le venció, no sin esfuerzo y un altísimo sacrificio, pero sin embargo, desde hace un tiempo estamos viviendo una para mi surrealista situación. La persona cuya intervención resolvió aquel delicado momento, está fuera de España y considerado poco menos que un malhechor por determinados círculos ideológicos que éticamente tienen poco de lo que presumir, mas allá de haber puesto a España en una situación de nuevo muy delicada, de haber abierto la caja de Pandora y haber dinamitado el espíritu de concordia que tras la muerte de Franco, se había acordado y consensuado por casi todos los responsables de los partidos políticos del momento.

Hoy tenemos en las Instituciones centrales a los representantes de todas las fuerzas políticas que escindiéndose del espíritu de “borrón y cuenta nueva” que nos dimos los españoles hace 44 años, han retomado el rumbo del revanchismo guerra civilista, del ataque a la máxima institución del estado y al intento de ruptura de la integridad territorial de España, y que para colmo, están generando diferente tipo de normativa y legislación que va en contra de todos los valores en los que se basaba la sociedad construida por nuestro padres y que fueron elemento esencial para conseguir un territorio de progreso y paz.

Ignoro cómo va esto a continuar, debido a todo lo relatado y también a los vaivenes de la situación geoestratégica internacional, pero de verdad, y con esto termino, en parte estoy contento de que mi difunto padre no haya tenido que presenciar y vivir esta patética situación que constituye nuestro día a día y que amenaza seriamente nuestra estabilidad y la forma de vida que nos llevó hace no mucho a conseguir importantes cuotas de bienestar.

ANTONIO MONTOYA MARTÍ

EXFUNCIONARIO DEL ESTADO ENTRENADOR SUPERIOR BALONCESTO

5 meses

Enhorabuena por tu artículo, me ha echo recordar momentos ya vividos, como el caso del 23 de febrero, pues aunque nos conocíamos de la "Dire", yo fui de los primero en llegar a la carrera de S. Jerónimo, pues en ese momento yo prestaba servicio el el SIGC del 11º Tercio y me encontraba de servicio. Mucha tensión dentro y fuera del Hemiciclo; aunque cuando lo pase realmente mal fue viendo salir a los compañeros por las ventanas más bajas del edificio y en el Consejo de Guerra del Geográfico Militar de Madrid. Un saludo Paco

A la orden mi capitán, leído su artículo, estoy totalmente de acuerdo, soy hijo y familia de militares, mi padre se llevó a la tumba su vivencia, dado los destinos que tuvo, si dejo en la familia los sentimientos de lealtad, honor y patria. ¡ Vivan sus padres la gloria eterna! Y con usted digo, ¡Viva España!,¡Viva el rey! y ¡ Viva la guardia civil y las demás fuerzas de orden y seguridad de España!🇪🇸

Natacha M.

Consejero Experto en Seguridad, Emergencias y Terrorismo.

1 año

Nada que añadir, excelente reflexión y de acuerdo con lo del libro que comentan, yo lo compraría seguro 👍

ANTONIO LLORENS CERDA

Gerente asistente en ANTONIO LLORENS CERDA S.L,

1 año

Se debería de analizar los valores que se tenían en aquel entonces y los valores que tienen los políticos que nos gobiernan Viva España!!!!!

Siete días más qué yo lleva en este mundo. Un honor tenerlo entre mis contactos. Yo la mili la hice en Valencia y mi destino fue en el cuartel general, y hasta ahí puedo llegar. Viva el Rey y viva España 🇪🇸

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