Una lección actual desde el pasado
Tras la pandemia
En la década de 1650, la sombra de la peste comenzó a proyectarse lentamente en toda Europa. Primero fue Italia, luego España, Alemania y Holanda. Desde la otra orilla del Canal de la Mancha los vecinos ingleses miraban y temblaban pero luego se relajaron ingenuamente.
Incluso entonces el mundo ya hacia reverencias al altar del progreso y al comercio internacional, una primigenia forma de globalización. La economía de Inglaterra dependía de ello. Los puertos estaban llenos de barcos, las ratas abordaban los barcos, las pulgas abordaron las ratas, y las bacterias (un reino desconocido por entonces) abordaron a las pulgas.
El día de Navidad de 1664 se notificó la primera muerte por la plaga en Londres. A partir de aquí las muertes fueron rápidas y sobrecogedoras. En el verano los muertos eran de cientos de miles por semana. Se ordenó a los infectados que se confinaran en sus casas, abandonados a su suerte con sus puertas pintadas con una cruz roja. Se prohibieron los actos públicos, el teatro, los vendedores ambulantes y todo tipo de reuniones. Las universidades cerraron.
Cambridge envió a sus estudiantes a casa. Un joven que había comenzado sus estudios universitarios, empaquetó sus libros y regresó a la granja de su madre. Allí, en la soledad, el silencio y el aislamiento, mientras la plaga continuaba su obra macabra, Isaac Newton desarrolló las leyes que despegarían a la humanidad de la Edad Media. Allí, en el silencio de la granja, cayó la manzana (real o metafórica) y apareció la revolucionaria idea de la gravedad, que concibió como “una fuerza que se extendía hasta el orbe de la luna sin corte ni perímetro”. Allí quiso calcular esa fuerza y para conseguirlo inventó el cálculo.
El año de la plaga fue, como el mismo recuerda cuando miró atrás después de una larga vida, como la época más fértil, reconociendo que “La verdad es fruto del silencio y la meditación”. El año de la plaga fue su metamorfosis convirtiéndose en el mejor matemático del mundo.
“La verdad es fruto del silencio y la meditación”
Con Newton y los científicos que le siguieron se estrenó la Era de las Luces, aprendimos que la naturaleza seguía unas leyes y que, al comprender estas leyes, podíamos predecir e influir en nuestro mundo. Se inventó la ciencia con mayúsculas. Empoderados aprendimos a moldear el mundo a nuestro capricho y nos concedimos poderes casi divinos: volar, comunicarnos a través de grandes distancias y conocer la esencia de nuestra propia biología. Inundamos el mundo de máquinas y con nuestra ilusión de conocimiento redefinimos el ritmo del planeta sin contemplar causas y efectos en busca de nuestra propia felicidad. Hemos sentido un espejismo de control.
Y de repente una nueva pandemia nos demuestra con objetiva claridad la evidencia de nuestra propia fragilidad. En nuestro mundo hiperconectado la soledad se ha convertido en una decisión propia difícil de mantener, pero no todo es malo con la hiperconectividad. La pandemia ha creado una gran intensidad de propósito, ha puesto a docenas de miles de científicos a solucionar el problema en un despliegue de fuerza bruta científica con un intenso enfoque. Combinando las fuerzas de investigadores científicos de todo el mundo en el mayor esfuerzo científico de mente en colmena de la historia. Todas las tecnologías desarrolladas hasta ahora convergen y se conectan para resolver el rompecabezas del COVID.
Creo que la pandemia generará una nueva visión mundial sobre el poder de la biología para resolver tanto el problema de las pandemias como muchos otros problemas como los generados por el deterioro del medio ambiente, los alimentos y otras enfermedades graves.
Sin embargo mi preocupación es, si una vez que ya no tengamos al coronavirus como nuestra única obsesión: ¿volveremos al antiguo sistema?.
Si algo ha demostrado la pandemia es el demoledor déficit de liderazgo que se evidencia en nuestros gobernantes. Aunque hemos visto lo que la ciencia puede hacer cuando se le da autoridad, no confío que una vez acabado el problema no vuelvan a imponerse el pensamiento partidista, cortoplacista y miope. Con estos líderes locales y mundiales no soy muy optimista. Como en el cuento infantil “El Traje Nuevo del Emperador”, el COVID-19 ha puesto la lupa sobre la fea desnudez de nuestros líderes que siguen mostrando con pertinaz insistencia su total incompetencia para liderar en tiempos complejos.
Fundadora de Vitae Solutions. Coaching ejecutivo ontológico. Aprende a utilizar el cambio en tu beneficio. Da la vuelta a la situación. Desarrolla emocionalidad sostenible. Smart Work.
3 añosLa vida nos da la oportunidad. Nosotros decidimos qué hacer con ella. Ser político o cualquier otra cosa no es sinónimo de que escucharás o verás esas oportunidades. Eso lo harás si estás preparado, si estás en el momento de ser, si decides que es ahora. Si crees que te concierne a ti. Si escoges que sea de tu responsabilidad. Ser líder tampoco se estudia. No se sabe cómo serlo. Por mucho que leamos, que hagamos cursos, asistamos a conferencias o tratemos de imitar a otros, eso o se siente o no puedes hacerlo. Necesitas tus tres cerebros alineados. Algo que te lleve desde dentro hasta fuera. El aprendizaje está servido. Sólo quien quiera verlo lo verá. Sólo quien crea en ello lo hará realidad. Genial el artículo!!!