Una limosna para el general Belisario

Un relato corto y algo triste, entre la historia y la leyenda, en honor a un héroe olvidado. Dedicado a mi hija, que estos días está estudiando en el colegio al Imperio Bizantino. Espero que os guste.        

Una limosna para el general Belisario

Peregrino:

Cuando viajes al Oriente, no olvides visitar la capital de nuestro siempre amado Imperio Romano, que algunos, ahora, llaman Bizantino.

Desembarca en el fecundo Cuerno de Oro, con sus naves cargadas de las riquezas del orbe; admira sus murallas, imposibles de tomar al asalto; recorre sus calles, donde el mármol aúna con la piedra un escenario que ni la antigua capital romana, en su esplendor, podría igualar. Y llégate a Santa Sofía, capital de la fe en Cristo y descomunal muestra, en humana construcción, de la magnificencia divina.

A las puertas de la basílica, olvidada su fortuna, hallarás a un anciano. Sus arrugas son años de dedicación, de lealtad y de fatigas sin par. Sus cicatrices son marcas de victorias en el Levante, triunfos en África, glorias en Italia. Su aire noble te dirá cuán marcial fue quien devolvió a nuestro Imperio tan incontables territorios. Su frente despejada es reflejo de un intelecto por igual para la guerra y para la paz. Sus ojos, cegados por la envidia del Emperador, te mostrarán la humildad de quien sirvió con honor… y el amargo pago que, en Su Sabiduría, Justiniano el Grande, nuestro Señor, le otorgó por su servicio.

Él tomó de nuevo Roma. Él conquistó Rávena. Él recuperó los despojos del Templo de Jerusalén, venciendo por igual a crueles persas, terribles godos y salvajes vándalos. Hoy, en Constantinopla, vive la miseria sin rencor, esperando con entereza la muerte, mientras recuerda quien un día fue.

Apiádate de él. Honra en silencio su memoria. Y no olvides estrechar con calor agradecido su decrépita mano cuando, notando tu presencia, levante hacia ti el brazo que tantos ejércitos movió, mientras musite con voz triste y resignada: Una limosna para el general Belisario.