Una reflexión de la relación de la Historia y la Educación
Fotografía: banco de imágenes de Enseña Ecuador.

Una reflexión de la relación de la Historia y la Educación

Por: Ligia Caicedo Ayala

Resumen del artículo: “Una reflexión de la relación de la Historia y la Educación”, publicado en la edición de lanzamiento de Simbiosis Educativa.

¿Cómo se expresa la Historia en la Educación? y ¿en qué momento ambas ciencias se entrelazan?  

Estos son los cuestionamientos que se intenta explicar en este artículo, a través de un recorrido teórico e histórico, en el cual se muestran distintos puntos de vista que permiten entender el contexto que ha configurado la enseñanza de la Historia como un ejercicio de memoria de datos, héroes, fechas y lugares.  

Así, por medio de la reflexión, también se pretende entender las razones por las que se sigue manteniendo esta forma de aprendizaje en la educación primaria y secundaria.  

La Historia en el tiempo   

Para empezar, se entiende que la relación entre Historia y Educación es antigua ya que, desde los griegos y romanos, podemos encontrar datos que hacen referencia a la necesidad de conocer las acciones que se ejecutaron en el pasado y sus consecuencias para el presente que se vivía en ese momento.  

En la antigua Roma cualquier persona que gozara de la ciudadanía y, que deseara acceder a un cargo público de alto rango, debía ser capaz de tener conocimientos de historia del imperio, para sostener debates y discusiones dentro de la esfera pública.  

Ahora bien, el concepto de Historia, como disciplina científica, ha ido mudando de acuerdo a la necesidad de los grupos o élites de poder que han buscado, a través del relato histórico, no solo justificarse, sino también, legitimarse en el poder político, económico o religioso, como menciona Febvre (1953).  

Avanzando en el tiempo, de acuerdo con Joseph Fontana (2001), fue en el siglo XIX donde la Historia pasó por un momento de transformación, ligado a la aparición de los Estados - Nación. El principal cambio fue que se buscó erradicar el pasado, que tenía como referente a las monarquías, y se construyó una historia que favorecía a las necesidades de las nuevas élites gobernantes.  

Nuevos intereses: nueva historia 

Así, en esta renovada era que empezaba en el siglo XIX, quienes escribían la historia buscaban crear un discurso patriótico y nacionalista, desde donde se pudiera movilizar a la población, de acuerdo a los intereses de los grupos de poder.  

Guadalupe Soasti (2003), en su investigación Educación, Historia, memoria: Algunas reflexiones sobre la fundación de la ‘República del Ecuador’, presta especial atención de la necesidad de cómo los historiadores ecuatorianos de dicho siglo buscaban, a través de la formación de archivos de la República, justificar la existencia de la misma, desde 1830. Dejando de lado las relaciones sociales, culturales, políticas y económicas que aún se mantenían como legado de la época colonial. 

A este tipo de concepto de Historia se lo conoce como positivista, y está ligado a la búsqueda de la objetividad científica, a través de las fuentes escritas. Asimismo, hace hincapié en estudiar a los grandes héroes, mayoritariamente hombres, de clase alta y blancos, y los relaciona a la historia política y militar de las grandes batallas o de los grandes eventos.    

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Fotografía: banco de imágenes de Enseña Ecuador.

Este discurso histórico se mantuvo durante el siglo XIX y parte del XX, y fue transmitido por la escuela. Respecto a esta afirmación, Fontana (2002) propone la siguiente explicación:  

“El maestro laico servía para propagar en las más pequeñas poblaciones una especie de enseñanza de estado de la moral oficial”. 

Todo esto a partir de la práctica docente como parte del sistema educativo e integrado al currículo de estudios que se manejaba en ese momento. De esa forma, el imaginario del Estado - Nación se fortalecía y construía de forma continua y permanente. 

La Historia en el presente 

A partir del siglo XX y después de la Primera Guerra Mundial, en Europa, la forma positivista en la cual se escribía la Historia entró en crisis. La guerra obligó a replantearse las formas en las cuales el conocimiento se había establecido.  

Dentro de las escuelas historiográficas, la escuela de los Annales marcó un antes y un después en la forma de reflexionar la Historia y en la práctica del historiador (Fontana 2021). Uno de los exponentes más importantes de esta línea de pensamiento es Lucien Febvre, quien sostiene que:  

“La historia es el estudio científicamente elaborado de las diversas actividades y de las diversas creaciones de los hombres de otros tiempos, captadas en su fecha, en el marco de sociedades extremadamente variadas y, sin embargo, comparables unas a otras.” (Febvre 1953, 40).  

Esta visión pasa de un enfoque completamente centrado en las grandes figuras, a otro donde se toman en cuentan las diversas acciones de diferentes grupos humanos, siempre y cuando, se entienda el contexto del cual provienen.  

Esta ruptura entre historia positivista y nuevas perspectivas históricas, como la de los Annales, no traspasa hacia el campo de la educación, sino que este sigue repitiendo los mismos patrones de la historia positivista.  

Es decir, pese a que la Historia, como disciplina científica, se ha transformado, estos cambios no se han implementado en otros espacios como la educación. Más bien, esta sigue perpetuando la visión positivista de la Historia. Por ende, hay una gran necesidad de que la enseñanza de la Historia sea crítica y cuestionadora y se alinee a los cambios que nuestras sociedades atraviesan. 

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