Viaje sin retorno hacia el éxito
Constantemente, escucho salir de bocas indeseadas una palabra que no debería estar reflejada en el diccionario. Que nadie debería buscar en ningún momento de su vida.
Fracaso. Fracaso, y todos sus derivados.
La gente tiende a opinar sobre tu trabajo, tus proyectos o simplemente algún aspecto de tu vida sin ver la trayectoria de esa idea alocada o de ese estilo de vida. Opinar es muy fácil cuando no ves en perspectiva la situación. Opinar, desde una piel rutinaria que tiene miedo a los cambios, debería catalogarse como desechable.
Pero, ¿qué es el fracaso? Y no me refiero a la definición tan simple que nos ofrece la RAE. No, me refiero a la connotación que nos llega al alma, que nos hace sentir. ¿Cómo se mide el fracaso? ¿Acaso existe?
Las personas que no tienen motivaciones en su vida, que reniegan a cambiar su estilo y que adoptan la rutina y la comodidad en su vida tildarán de fracaso tus intentos de éxito. Cada error será un fracaso y te convencerán que no vale la pena volverlo a intentar o arriesgar en conseguir un cambio.
Esto no es el fracaso. En mi mente, ni siquiera existe. Puede ser un proyecto fallido, pero jamás un fracaso porque cuando se falla en algo, se vuelve a intentar- aprendiendo de los errores- para conseguir el acierto. Fallo y acierto debería ser la sustitución de la palabra fracaso para llegar al éxito.
A veces, cuando mi círculo me cuenta su situación y les explico mi visión de sus hechos, me dicen que soy una persona muy positiva, muy feliz y soñadora. Muchas personas no comprenden que la emoción es sentir con el corazón abierto, pero también se compone por un pequeño porcentaje de raciocinio. Las emociones se trabajan.
Para descubrirse a uno mismo es necesario perderse. Desnudar el alma, vaciar la mente y dejarse llevar por los impulsos. ¿Qué me apetece? ¿Cómo lo puedo conseguir? Para descubrirse a uno mismo es necesario lanzar ese paracaídas de emociones que te producen todas esas incertidumbres y esos miedos que te acorralan, y que no te dejan respirar. Que te ahogan, y te llevan a una caída libre sin final.
Al abismo del y si...
Es imposible no mencionar la palabra miedo cuando hablamos del fracaso. O, mejor dicho, del fallo y acierto. Si algo he experimentado durante estos últimos años es que el umbral del miedo y del éxito- también llamado felicidad- están separados por una fina capa de tu subconsciencia. Una tela tan delgada que puedes sentir como tus dedos juegan entre esta sensación de arriesgar, probar o intentar, o quedarse en un lugar seguro, que no experimenta cambios y que es más parecido al Día de la Marmota.
¿Te imaginas no avanzar? ¿Podrías llevar una vida normalizada por la opinión de los demás? En mi mente, su sinónimo sería estancamiento. Conformismo.
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En cambio, estas tres palabras arriesgar, probar e intentar te brindan un sinfín de posibilidades. Tus emociones se expanden y sientes que no ha limitaciones, no hay abismos. Y te llena. Te llena el alma, te hace reír a pleno pulmón y sabes que, independientemente de los resultados a corto plazo, valdrá la pena.
Estas tres palabras son la transición hacia el éxito o, como he nombrado antes, hacia la felicidad. La crisis es una oportunidad, y errar es necesario para acertar.
El atributo más hermoso de una persona no debería ser la apariencia, el físico se deteriora con los años. Tampoco su situación económica, el dinero puede convertirse en papel mojado e incluso desaparecer si no se valora. El atributo más hermoso de una persona debería ser la capacidad de tomar decisiones que realmente le llenen sin pensar en los resultados.
Apostar por esa idea, madurarla a través de la constancia y la persistencia para, finalmente, brillar. Cuando consigues un objetivo, aunque sea algo tan básico, te llena. Te hace feliz. Recuerda, éxito y felicidad.
Si volvemos a mi mente, te podría mencionar los dos lemas que marcan mi vida. Solo son dos, por ahora, pero me dan vida. Me dan alas para volar y subirme a una nube para que, nunca, nadie me baje.
1. Disfruta de cada momento de la vida.
2. Nunca te quedes con las ganas
Pero no tengo conocimientos psicológicos para reforzar mi exposición. Estas palabras solo fluyen, en todas direcciones, por la mente de una persona inquieta, habladora y, sobre todo, soñadora.
Estas palabras describen una pequeña parte de mí, pero ni se acerca a mi yo completo.
Quédate conmigo en las nubes, las vistas son asombrosas.
Cristina Ofrecio