Volver
Siento alivio al aterrizar. La madrugada en Ezeiza más que fresca. El sol asomando sobre el horizonte pampeano, promete un dia claro, soleado, transparente.
El familiar sabor de la melancolía de otras despedidas de tierra y lengua materna, de los hijos que vuelven y se instalan cerca de las raíces, esta vez brilla por ausencia en el despegue de Frankfurt, en el momento preciso en que la selección marcó el gol decisivo.
Viajar se ha vuelto tanto más posible y común. El mundo parece cada vez más pequeño, cercano, accesible. Creo que finalmente he comprendido que no hay estados definitivos, que todo esta sujeto a cambio, mutación, evolución.
También porque aquí están los espacios de práctica diaria cotidiana. Los encuentros con los maestros, la comunidad global son magníficos, fuegos artificiales interiores y exteriores.
Asi y todo, estaba anhelando la sensación de "volver al hogar", al salón familiar, a las caras conocidas.
El espacio suficientemente seguro para permitir autenticidad, transparencia, vulnerabilidad.
La confianza que se va construyendo semana a semana, pacientemente, casi desapercibidamente, simplemente por el hecho de estar, acompañar, aceptar.
Esa confianza es la que en definitiva sostiene y posibilita la verdadera transformación, esa que permite que el corazón se abra y suavice y en esa apertura, se riega, nutre y crece.
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