A vueltas con las encuestas...
En la anterior edición de “Factor eXperiencia” revisamos la importancia de la experiencia, repasamos alguno de los elementos principales que afectan a la experiencia (como pueden ser las personas, los procesos, la propia organización, los elementos/herramientas con los que nuestro querido empleado interactúa,...), incidimos en lo extremadamente decisivo que resulta conocer al empleado de cara a poder mejorar su experiencia y, finalmente, nos detuvimos para hablar de una de las herramientas que tradicionalmente más se ha utilizado para conocer un poquito más a ese empleado: las encuestas. Puedes acceder a la edición anterior de la newsletter aquí.
En relación a las encuestas, además indicamos que más no es necesariamente mejor y que la frecuencia ideal dependía de varios factores.
Con el objeto de poder repasar de manera más pragmática cuáles son algunos de esos factores, la semana pasada lanzamos una encuesta en LinkedIn interesándonos por la experiencia de los receptores de esas encuestas; éstos fueron los resultados obtenidos:
Más que analizar los resultados en sí, ya digo, me interesa que vayamos un poco más allá y nos fijemos en el tipo de situaciones que cada una de las opciones de la encuesta viene a reflejar:
Las encuestas, como hemos visto, pueden ser una buena herramienta de acercamiento que contribuya a entender mejor las necesidades y expectativas del empleado. Pero también, si no se utilizan bien, pueden convertirse en un arma de doble filo. Es preferible hacer menos encuestas pero invertir más esfuerzo en un buen diseño y en contar con el favor del empleado, a que éste se sienta coaccionado y, de alguna forma, “obligado” a responder.
En cuanto al contenido y planificación de la encuesta en sí, entre las best practices cabe destacar:
Recomendado por LinkedIn
Las encuestas son una buena herramienta cuando se utilizan con unos fines bien definidos y delimitados, no son excesivas y van acompañadas de buenos planes de comunicación. Y, sobre todo, cuando nos llevan a tomar decisiones que permitan mejorar la situación. Pero no son la única herramienta de que disponemos, ni mucho menos la más importante. De cara a conseguir unas encuestas robustas y que el proceso nos ayude a ganarnos el favor del empleado y contribuya a mejorar su experiencia (en lugar de penalizarla), resulta fundamental poder tomar acción y, obviamente, comunicar tales acciones y dar visibilidad a los empleados que participaron en la encuesta. Y para poder tomar acción es necesario que contemos con los suficientes “galones” o, lo que es lo mismo, que las acciones caigan dentro de nuestro área de responsabilidad.
Contar con la organización adecuada que permita respaldar una determinada encuesta resulta fundamental para que ésta pueda conseguir los resultados esperados (y, sobre todo, no se vuelva en nuestra contra). Y aquí entra en juego la que, bajo mi punto de vista, puede convertirse en pregunta del millón: ¿en qué parte de la organización recae la responsabilidad de mirar por la experiencia del empleado? Lo que suelo ver en el mercado europeo, fundamentalmente, es una mezcla entre las siguientes aproximaciones:
Lo que he visto a lo largo de mi experiencia profesional es que ninguna de estas aproximaciones consigue dar una respuesta lo suficientemente amplia al problema de la experiencia del empleado. ¿Por qué? Es cierto que la experiencia del empleado es un elemento esencial en el que tienen que estar involucrados los miembros del equipo de RRHH, debido a sus implicaciones en cuanto a la atracción y retención de talento, por poner solo un ejemplo; pero no es menos cierto que parte de la “percepción” o “idea” que se forma el empleado de su empresa, especialmente en los tiempos que corren, se encuentra condicionada de forma significativa por su experiencia en relación a herramientas y otros medios de naturaleza tecnológica. Preguntar por la experiencia en general sin detenerse en la experiencia digital es quedarse muy corto; lo habitual es que, con esta visión, no se puedan tomar acciones que realmente tengan un impacto positivo y realmente mejoren la experiencia end-to-end del empleado. ¿Entonces…? Para mí la respuesta es sencilla: la responsabilidad sobre la experiencia del empleado ha de convertirse en responsabilidad compartida entre todos los departamentos que, directa o indirectamente, proporcionen un servicio al empleado o dependan del empleado para llevar a cabo su función. Y eso viene a ser… ¡Toda la organización! En efecto, yo diría que debido a la importancia de contar con una buena experiencia de empleado en todas las áreas de la organización, poco a poco se han ido viendo cambios en la forma de organizar este tipo de responsabilidades y últimamente he notado cómo poco a poco va tomado forma la idea de proporcionar responsabilidad en C-level a este tipo de temas. Al igual que en su momento la aparición de la figura del Chief Data Officer colocó en “el mapa” el dato, su gobierno y gestión, poniendo en valor su importancia y, por tanto, haciendo hincapié en lo transversal y transcendental que esta disciplina resultaba para la empresa, igualmente entiendo que en el futuro es probable que veamos algún tipo de figura a nivel C-suite (¿por qué no ver más a menudo un CxO o Chief Employee Experience Officer, por ejemplo?), una figura como decía encargada específicamente de la experiencia del empleado de manera transversal.
¿Qué opinas? ¿Qué tipo de organización consideras puede dar mejores resultados? ¿Cómo se organizan las responsabilidades en relación a la experiencia del empleado en tu organización?
Gracias por leerme. Me encantará leer tus comentarios.