Y es Primavera!
Hace poco, leí una historia que me impactó profundamente y quiero compartirla contigo. Un publicista, todos los días en su trayecto al trabajo, observaba a un mendigo en la misma esquina. Este hombre tenía un cartel que decía, de manera simple, “¡Tengo hambre!”. Sin embargo, las donaciones que recibía eran pocas. Un día, el publicista, intrigado por la situación, se acercó y le pidió permiso para cambiar el mensaje. El mendigo accedió. El cartel pasó de ser un simple "Tengo hambre" a “Tengo hambre... y es primavera”, acompañado de un pequeño dibujo de una flor. Lo que sucedió después fue increíble. Las monedas comenzaron a fluir, y el mensaje resonó mucho más que antes.
¿Qué fue lo que hizo la diferencia? ¿Acaso fueron solo tres palabras y un dibujo? Lo que realmente sucedió fue un cambio en la percepción de las personas. Esa adición de “y es primavera” transformó un mensaje que ya se había vuelto parte del paisaje cotidiano en uno que conectaba de manera emocional, evocando la belleza y la tristeza de una estación asociada al renacer, pero en contraste con la necesidad urgente de comida.
A veces, nos encontramos inmersos en la rutina, y la creatividad parece un lujo reservado para ciertos momentos o ciertos trabajos. Sin embargo, lo que me enseñó esta historia es que la creatividad no es algo exclusivo de artistas o publicistas. Todos tenemos esa chispa creativa dentro de nosotros, solo que muchas veces la dejamos apagada, esperando el momento adecuado para utilizarla.
Estoy convencido de que la creatividad está presente en cada uno de nosotros, y aunque no siempre surge de manera espontánea, podemos cultivarla. Al igual que cuando éramos niños, cuando jugábamos sin miedo al fracaso, debemos reconectar con esa libertad. Los niños no temen explorar, inventar o fallar. Y, como adultos, hemos olvidado esa parte tan esencial de lo que significa ser humano.
Hace poco, me sumergí en un documental que me reveló mucho sobre el proceso creativo. Mientras observaba cómo un grupo de músicos trabajaba en el estudio, me di cuenta de que la creatividad no es un momento mágico que aparece de la nada, sino el resultado de un trabajo constante, de probar, equivocarse y volver a intentar. Eso me llevó a reflexionar sobre cómo las grandes ideas surgen cuando menos lo esperamos, y cómo la colaboración y la interacción con los demás pueden desbloquear partes de nuestra mente que, de otro modo, se quedarían dormidas.
Y aquí entra la tecnología. Estamos viviendo un momento sin precedentes en la historia. La tecnología no solo ha transformado nuestras vidas, sino que ha abierto una puerta infinita de posibilidades creativas. Sin embargo, a veces, esta misma tecnología puede ser un obstáculo. El trabajo en remoto, por ejemplo, ha permitido una mayor flexibilidad, pero también ha traído nuevos desafíos. La falta de interacción directa, el uso de herramientas que no siempre facilitan la colaboración, y la sensación de estar desconectados de nuestros compañeros puede minar el espíritu innovador. Pero, incluso en estas limitaciones, surge la oportunidad de ser creativos, de encontrar nuevas maneras de conectarnos y de transformar nuestro entorno laboral.
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He hablado con varias personas que trabajan en sectores muy distintos, y una preocupación común es la falta de recursos para innovar. Se suele pensar que para crear algo nuevo necesitamos grandes cantidades de dinero o equipos inmensos. Sin embargo, he aprendido que la verdadera innovación surge en momentos de escasez. Es cuando estamos limitados que nuestra mente se esfuerza más por encontrar soluciones. Las organizaciones que aprenden a aprovechar estas limitaciones son las que logran sobrevivir y prosperar en tiempos difíciles.
Pero, paradójicamente, cuando las empresas crecen y los recursos son abundantes, muchas veces pierden la capacidad de innovar. Es como si la comodidad les impidiera ver más allá de lo que ya tienen. En estos momentos, algunos líderes pierden de vista el panorama completo y se dejan llevar por sus propias ilusiones. Lo he visto en los recientes despidos masivos en grandes empresas tecnológicas, donde la falta de visión ha llevado a una sobredependencia en recursos que, en lugar de ser un impulso, se han convertido en una carga.
Recientemente, he estado trabajando con varias empresas que buscan precisamente evitar caer en esa trampa. Me he sentado con comités de dirección que, aunque han tenido éxito, sienten que pueden hacer más, que pueden pensar de manera diferente. El reto está en encontrar ese equilibrio entre lo que ya saben hacer bien y lo que aún no han explorado. A veces, basta con mirar desde una perspectiva nueva, cambiar el enfoque, y las posibilidades se multiplican.
Por otro lado, también he colaborado con marcas tradicionales que están en proceso de transformación. Lo interesante de estos proyectos es cómo se están nutriendo de ideas que vienen de sectores completamente ajenos a su industria. Porque la verdadera creatividad no conoce fronteras. Lo que funciona en un lugar puede inspirar una solución en otro completamente diferente.
En resumen, vivimos en una época fascinante, llena de oportunidades y desafíos. La creatividad está más presente que nunca, pero requiere de nosotros un esfuerzo consciente por cultivarla. No basta con esperar a que llegue la inspiración; debemos crear las condiciones para que florezca. Y eso implica estar dispuestos a jugar, a experimentar, a fallar y a intentarlo de nuevo.
Es primavera. Y como en esa historia del mendigo, el simple hecho de reconocer que lo es puede cambiar nuestra manera de ver las cosas, y quizás, también el resultado de lo que estamos intentando.