En la época de su meteórico ascenso a la fama a finales de los 2000, Katy Perry era como una vecina descocada que se subía a bailar encima de la mesa, besaba a desconocidos con cacao de sabor a cereza en los labios y disparaba nata montada de su bustier. Sus éxitos eran escapismo pop puro y duro, frívolos, divertidos y con el toque mágico de los productores Max Martin, Stargate y Dr. Luke. Hoy, 16 años después de que “I Kissed a Girl” aterrizara en la escena, aquel sonido ha vuelto a las listas sobre una ola de nostalgia. Su sexto álbum (séptimo si contamos su proyecto de música cristiana como Katy Hudson), toma su título de su número angelical y de código de ‘Te quiero’ en los tiempos del busca, pero captura a una mujer de 39 años con los pies firmemente anclados en el presente. “Cuando estaba grabando One of the Boys (su debut de 2008), solo pensaba en agarrarme fuerte para no caerme”, explica Perry a Zane Lowe de Apple Music sobre el impacto de su trayectoria en su vida emocional. Teenage Dream y PRISM le parecen hoy cumbres artísticas y abismos personales al mismo tiempo. Su mundo empezó a equilibrarse con Witness en 2017, un proceso que culminaría tres años después en Smile. “Ahora, 143 celebra esa plenitud, que es un espacio desde el que nunca había escrito un álbum”, continúa. “Siempre los he escrito con una actitud defensiva, de no conectar con mis sentimientos o de intentar transmutar mis traumas. La mayor mentira que nos cuentan a los artistas es que tenemos que sufrir para crear. No tiene nada de verdad”. Cuatro años después de su último álbum, 143 pone el dance en primer plano con los samples del clásico de Crystal Waters “Gypsy Woman” (1991) en la colaboración con Doechii “I’M HIS, HE’S MINE” y explora el piano house en la eufórica “LIFETIMES”. Si canciones como “WOMAN’S WORLD” son obras maestras del kitsch o excavaciones del pasado, depende del punto de vista. “Quería explorar otros terrenos en lugar de repetirme a mí misma”, explica Perry sobre su salto a la pista de baile. “Quiero transmitir una energía liberadora, la libertad para sudar en la pista y bailar con alguien que acabas de conocer”.