La idea de grabar un álbum de retratos estivales sobrevoló la cabeza de Ludovico Einaudi cuando contemplaba los cuadros que decoraban la casa rural de la isla toscana de Elba donde estaba pasando las vacaciones. Pintados en óleo sobre madera por el propietario de la finca en los años 50, sus paisajes capturaban los cielos azules, las colinas verdes y el fulgor del mar en la distancia que se veían desde sus ventanas. “Me traían recuerdos de los veranos familiares de mi infancia”, explica el compositor a Apple Music. “Era una época llena de experiencias maravillosas y días largos, un momento de luz”. Sin embargo, el sonido de Einaudi no se corresponde exactamente con los colores ligeros del Mediterráneo. Sus sencillas progresiones armónicas tienen más en común con el universo minimalista de Philip Glass, Max Richter y Michael Nyman, y la atmósfera de The Summer Portraits evoca con melancolía los días soleados de una época pasada. “El mundo ha cambiado”, dice. “El agua que antes era cristalina ahora es turbia. Hay una nostalgia por los lugares que ya no son lo que eran, por un mundo más sencillo y quizás también más puro”. En el mundo de Einaudi, la música y la memoria están íntimamente conectados, y sus títulos a menudo se refieren a momentos, lugares y sentimientos concretos. “Rose Bay”, la pieza que abre el álbum, está basada en una secuencia de acordes que le vino a la cabeza en el camerino de la Ópera de Sídney, momentos antes de salir al escenario. “Es la ciudad en la que mi abuelo, el director y compositor Wando Aldrovandi, vivió durante 30 años”, explica. “Mi madre me descubrió su música y siempre hablaba de cuando la abandonó cuando tenía 12 años” (Aldrovandi emigró a Australia tras negarse a trabajar bajo el yugo del fascismo en Italia). “Para ella, evocaba una idea de pérdida y distancia”. Cada pieza nos lleva a un recuerdo estival. Por ejemplo, “Punta Bianca”, que toma su nombre de la formación rocosa de la costa sur de Sicilia que Einaudi visitaba en verano. “Jay” captura los recuerdos fugaces de un pájaro que suele visitar la casa familiar de las afueras de Turín donde todavía vive y trabaja. “No sé si será un descendiente del pájaro que venía cuando mi madre vivía allí”, se pregunta. “In Memory of a Dream” está inspirada en un sueño sobre su familia australiana. “Me desperté y no recordaba nada salvo una sensación agradable bajo la piel que me hizo ponerle el título”. Einaudi prefiere componer sentado al piano. “Muchas veces, me quedo tocando una misma idea y la grabo hasta que encuentro una versión que me guste”, dice. En las piezas orquestales, grabadas en los estudios Abbey Road con la Royal Philharmonic bajo la batuta de Robert Ames, comienza con una idea que va repitiendo al tiempo que acumula líneas instrumentales una sobre otra. “Pathos” comienza en un clímax que sigue las pautas de un crescendo antes de desandar el camino y llevarnos al punto de partida. “Sequence” tiene su origen en Vivaldi y la música del compositor barroco inglés John Eccles en las versiones del violinista Théotime Langlois de Swarte, que también participa aquí. Cualquier parecido con el tema principal de Nicholas Britell para la banda sonora de Succession es puramente casual. Junto al piano de Einaudi, escuchamos a su habitual grupo de colaboradores: el violinista y violista Federico Mecozzi, el violonchelista Redi Hasa y el multinstrumentista Francesco Arcuri. “He llegado a mi sonido después de muchos años”, aclara Einaudi. “Al principio, era una cosa completamente descontrolada sobre la que no sabía demasiado. Después, con un estudio y el tiempo para explorar distintos micrófonos y preamplificadores, aprendí lo suficiente como para concentrarme en el sonido de piano que empezaba a gustarme”. Además de un piano vertical, su estudio de Turín dispone de dos Steinway de cola, uno de ellos con una segunda capa de fieltro en los macillos para amortiguar el sonido. “Cuando los Beatles, por ejemplo, grababan un álbum, podían cambiar de guitarra para conseguir distintos sonidos. Los pianistas no suelen ser tan afortunados, pero yo tengo tres pianos. No me puedo quejar”.