Seis meses antes de publicar su tercer disco, Tom Petty estaba en bancarrota. Seis meses después era una de las mayores estrellas de rock de los Estados Unidos. Y todo gracias a un puñado de imperecederos e inolvidables éxitos radiofónicos. Durante ese período, él y su banda trabajaron con un productor empeñado en convertir su encanto de banda de bar y su querencia por los estribillos pegadizos en un éxito multiplatino. “No fue un disco fácil de hacer, pero mereció la pena porque conseguimos un sonido buenísimo”, nos cuenta el guitarrista Mike Campbell. “Todavía no éramos demasiado hábiles en el estudio, aunque creíamos que sí, así que fue un poco frustrante. Tuvimos que afinar la batería una y otra vez, probar un sinfín de guitarras y amplificadores… Fuimos muy quisquillosos con todos los matices del sonido. Por eso suena tan impoluto. Pero la verdad es que no fue nada divertido”.
El más quisquilloso de todos fue el productor Jimmy Iovine, que obligó a la banda a grabar y regrabar los temas una y otra vez. Campbell asegura que se tiraron dos semanas solo para conseguir el sonido de la caja para “Refugee”. El resultado fue un éxito inmediato desde el mismo instante en el que la versión final del disco sonó en el estudio. “Estábamos todos los del equipo, incluso la recepcionista, y todo el mundo nos decía: ‘Lo habéis conseguido, tíos, Fijaos en cómo suena eso…’. ‘Refugee’ fue una de las primeras canciones que Tom y yo escribimos y que se convirtió en algo grande. Habíamos escrito un montón de material juntos, pero con esa canción surgió la magia. Yo compuse la música prácticamente tal y como quedó en el disco, le pasé las cintas a Tom y él escribió esas letras tan increíbles que convirtieron las canciones en las maravillas que todos conocemos”.
Fueron las primeras maquetas de “Refugee” y “Here Comes My Girl” las que conquistaron a Iovine y le hicieron querer producir el disco. Estaba convencido del potencial de la banda de Petty. “Llegó a decirnos que no necesitaba escuchar más canciones, que teníamos las dos que necesitábamos y que las demás no le importaban”, recuerda Campbell. “Yo no estaba para nada de acuerdo, pero ahora, al escucharlas en la radio me siento superorgulloso de haberlas compuesto y grabado y de lo atemporales que suenan. Es lo bonito de la buena música. No importa el género. No es new wave, no es grunge... es puro rock, bien hecho. Nunca nos encasillamos en ningún género ni en ninguna moda. Lo importante siempre fueron las canciones, y por eso suenan tan sinceras”.