

Piporro es un artista completo, su música es una fotografía perfecta de la idiosincrasia del mexicano, siempre encontrando el lado brillante a cualquier situación, riéndose hasta de la muerte. Treinta canciones, un legado de taconazos del muchacho risueño cuya voz se acompaña del bajo sexto y acordeón, para formar alegres melodías que iluminan el día de cualquiera que las escucha. La calidad de la grabación es notoria, pues él siempre se exigió lo mejor en todo lo que hacía.