Aretha Franklin

Dueña de una voz que aún hoy es el modelo a seguir para cualquier cantante de soul, Aretha Franklin (Memphis, 1942) combinó su elegancia natural con la profundidad de los espirituales durante una de las carreras más deslumbrantes de la música negra del siglo XX. Después de una década cantando góspel por las iglesias del sur y el medio oeste de Estados Unidos, siguió los pasos de Sam Cooke, otro antiguo niño prodigio de la música sacra, y se trasladó a Nueva York en 1960 para grabar sus primeras canciones seculares. Los cinco años que pasó en Columbia Records la llevaron del blues al jazz y al pop sin demasiado éxito. Todo cambió cuando firmó con Atlantic, donde encontró en Jerry Wexler un productor empático y versado en la tradición de la que venía. Entre mediados de los 60 y comienzos de los 70, Aretha definió el canon del soul con canciones que no solo capturaban una época y un estilo, sino que han mantenido su relevancia hasta hoy, del alegato feminista de “Respect” o la tierna devoción de “I Say a Little Prayer” o la sublime musicalidad de Young, Gifted and Black. En la época en la que Motown estaba refinando la música negra para acercarla al pop, sus álbumes conectaban el presente con la tradición del blues, el jazz y el góspel. Pasada su explosión comercial, grabó tórridos álbumes de funk y se acercó al synthpop de los 80 en sus álbumes para el sello Arista Records, sin abandonar nunca las canciones con las que creció. Murió en Detroit en 2018, convertida en un icono cultural de primera magnitud.