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FUNDACIÓN MAUAN A.C.

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Organizaciones sin ánimo de lucro

Fortalecemos causas socio ambientales a través del cine documental participativo y la construcción de hábitat naturales.

Sobre nosotros

Nos enfocamos en capacitar a las comunidades y a otras ONGs en: - Educación ambiental y ecotecnologías - Comunicación y manejo de herramientas audiovisuales - Arquitectura sostenible y fotogrametría

Sitio web
www.mauan.org
Sector
Organizaciones sin ánimo de lucro
Tamaño de la empresa
De 11 a 50 empleados
Sede
CDMX
Tipo
Organización sin ánimo de lucro
Fundación
2017

Ubicaciones

  • Principal

    Las trojes 132

    Paseos de Tasqueña, Coyoacán

    CDMX, MX

    Cómo llegar

Empleados en FUNDACIÓN MAUAN A.C.

Actualizaciones

  • "Manos de Barro y Corazón de Tierra" Antes, cuando el sol se inclinaba sobre las montañas y la luna aún no revelaba su rostro, las manos de la comunidad se unían en un solo latido. Los hombres, mujeres y niños tomaban la tierra entre sus dedos, la sentían viva, palpitante, como un corazón recién nacido. De esa tierra, que nos daba el maíz y la arcilla, nacían nuestras casas, humildes como la milpa, fuertes como el viento. Los carrizos se cortaban al amanecer, cuando el rocío aún besaba sus tallos. Las mujeres, con la sabiduría de las abuelas, mezclaban el barro con susurros, invocando la protección de la madre tierra. Los niños traían el agua, y todos, en un murmullo de risas y cantos, levantaban las paredes que nos abrigaban del frío y el miedo. El bahareque era nuestra piel, tejida con amor y paciencia. Cada casa era un trozo de la comunidad, y en cada casa cabíamos todos. Nadie conocía de puertas cerradas, porque los muros no se levantaban para separar, sino para abrazar. Pero el tiempo cambió, y con él, las voces que guiaban nuestras manos. Llegó el concreto, frío y ajeno, y con él, la promesa de modernidad. Las manos que antes moldeaban barro, ahora levantan muros grises, que encierran, que separan. Ya no hay risas en la construcción, solo el eco sordo de máquinas que muerden la tierra sin pedir permiso. El concreto trajo consigo no solo paredes, sino distancias. Distancias entre nosotros, entre nuestros corazones y la tierra que una vez nos alimentó. Donde antes crecían flores y hierbas, hoy solo hay cicatrices, heridas abiertas en la piel del mundo. Los árboles que nos daban sombra y cobijo han sido arrancados, y en su lugar, se alzan edificios sin alma, como soldados de un ejército que ha olvidado su origen. Hemos perdido más que técnicas constructivas, hemos perdido el sentido de comunidad, de pertenencia. Nuestras casas ya no hablan el idioma de la tierra, no cuentan las historias de nuestros ancestros. Hoy, más que nunca, necesitamos recordar. Recordar que los materiales estaban ahí, que la tierra nos los daba generosa, y que nuestras manos, unidas, podían crear más que paredes: podían construir puentes, hogares donde el corazón pudiera descansar. Debemos volver a escuchar la voz del barro, sentir el calor del sol en los muros de nuestras casas, y recordar que somos parte de un todo, que nuestra fuerza está en la comunidad. Solo así, podremos reconstruir no solo nuestras casas, sino nuestro espíritu, nuestra conexión con la tierra que nos vio nacer.

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