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Puede parecer un sarcasmo hablar de nostalgia acerca de una serie repetida hasta la saciedad, al menos en TV3, que es donde yo la he visto millones de veces, pero entiendo que ‘Mr. Bean’ fue una de esas series de sketches por las que uno podía llegar a sentir verdadero aprecio.
Y es que ‘Mr. Bean’ lo tuvo todo para enganchar al espectador al menos unos minutos mientras veía cómo se sucedían una tras otra las animaladas que protagonizaba ese extraño personaje, profundamente británico y muy atolondrado que vivía en un mundo propio, tenía ideas de bombero y solía vivir unas situaciones que parecían decididas por Murphy. Y todo, sin apenas palabras.
Supongo que con un apellido así, cuando uno se llama Haba o Judía, uno tiene que salir extraño a la fuerza (y que me perdonen quienes se llamen de esta manera), y en ese sentido Mr. Bean cumplía con las expectativas que depositábamos en él, si es que depositábamos en él algún tipo de esperanza cada vez que lo veíamos salir por la tele, claro.
Porque Mr. Bean no era un tipo en el que confiar demasiado. Egoísta y a veces mezquino, Rowan Atkinson concibió el personaje como un niño encerrado en un cuerpo de adulto que la mayor parte de las veces se metía en un fregao de proporciones épicas sin comerlo ni beberlo, pero luego era incapaz de asumir su responsabilidad e intentaba escurrir el bulto con ideas tan disparatadas como inútiles. En cierta forma, era como ver al Coyote fracasar una y otra vez en sus eternos pulsos contra el Correcaminos, pero sin sentir demasiada lástima por él.
Un héroe caído del Cielo
El tema principal de los créditos iniciales de ‘Mr. Bean’ era de un tal Howard Goodall (encantado de conocerle, oiga, leo que son suyas un porrón de sintonías que me suenan, y muy bien además), y su currada letra decía así:
Ecce homo qui est faba, ecce homo qui est faba.
Traducido del latín, “he aquí el hombre que es una haba (bis)”. Y ese era el humor de Mr. Bean, un humor que iba de lo ilógico a lo surrealista pasando por el absurdo y sin más pretensiones que las de hacer reír, o sonreír o al menos distraer un rato al personal. ¿O no? Hay quien dice que los créditos iniciales evocan la caída de Mr. Bean desde los Cielos, como un ángel que va a parar a la Tierra y que ahí debe enfrentarse con la mayor de las inocencias al mundo que nos ha tocado vivir. Juzgad vosotros mismos:
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