El verdadero sentido del trabajo

El verdadero sentido del trabajo

Por Jorge Ortiz Cathcart - consultor en estrategia y desarrollo organizacional

Lo primero que hice cuando llegué de mis catorce días de hospitalización fue bajar a la recepción de mi edificio y hablar con el portero.

-José, buenas tardes. Quería decirle que gracias al trabajo que usted hace cuidando la seguridad del edificio, mi familia y yo dormimos tranquilos. Su trabajo es muy importante para todos los que vivimos acá. Quería que supiera eso.

-Muchas gracias, don Jorge. – Me dijo José emocionado. -Nunca nadie me había dicho eso y, la verdad es que nunca me había dado cuenta de lo que usted me dice. Visto así, mi trabajo sí es muy importante.

¿Por qué hice eso? Porque aprendí algo muy valioso en la UCI.

Durante mi estadía en la Unidad de Cuidados Intensivos no tenía nada para leer, ni celular, ni IPad, ni portátil. Lo único que podía hacer era observar, analizar y aprender de la experiencia y de las personas que me cuidaron y me salvaron la vida.

Una noche, noté que una auxiliar de enfermería estaba a mi lado. Como yo estaba boca abajo y con los ojos cerrados, ella seguramente pensaba que yo estaba dormido. Sin decir una palabra, me tomó la mano y estuvo unos diez minutos rezando por mí. Cuando terminó sus oraciones, me soltó la mano y se fue, sin decir nada más. Yo tampoco dije nada.

Ella no estaba esperando que yo me diera cuenta de lo que había hecho. Ella no estaba esperando que le diera las gracias. Ella no estaba tratando de lograr un reconocimiento de parte mía. Ella estaba haciendo su trabajo, que era cuidarme, de la mejor forma que ella creía.

En la UCI trabaja mucha gente para cuidarlo a uno. Hay médicos, enfermeras, auxiliares, terapistas ocupacionales y respiratorios, técnicos de rayos X, aseadoras y camilleros. Todos trabajan con esmero y profesionalismo. Todos tienen claro que están allá para cuidarlo a uno, permitir que uno se alivie y que su estancia en esa unidad sea grata, dentro de lo posible.

Yo miraba a toda es gente y me sorprendía la disposición, la amabilidad, la calidez y el orgullo con el que hacían su trabajo. Cuando les preguntaba cómo se sentían en su puesto, encontraba en ellos una sensación de satisfacción que raramente puede uno ver. No estaban allí porque se les fuera a agradecer. De hecho, los pacientes casi todos estaban intubados y sedados. Los familiares no podían entrar a visitar. No, estas personas no hacían su trabajo para recibir felicitación o reconocimiento alguno.

Hacían bien su trabajo porque encontraban una recompensa implícita enorme, inmediata y visible: entre todos, salvan vidas, devuelven la salud a los pacientes y les hacen más llevadera esa dura experiencia. Ellos saben que con sus actos contribuyen al bienestar de sus pacientes y eso los llena de satisfacción.

Pensé: ¡qué delicia uno poder trabajar con ese nivel de satisfacción!

Después de varios días de esta experiencia decidí que iba a hacer dos cambios en mi trabajo. Primero, de ahora en adelante me voy a dedicar a hacer solamente lo que tenga un impacto claro en el bienestar de las personas con las que interactúe. Voy a asegurarme de que mi trabajo sirva de una forma clara a satisfacer una necesidad importante de la sociedad.

Segundo, voy a ayudar a las organizaciones y a los directivos a que le ayuden a los miembros de sus equipos a entender cómo contribuyen, cómo sirven, cómo son parte de algo que atiende una necesidad de la sociedad. Esa conceptualización es complicada. ¿Cómo le explico a un auxiliar de contabilidad o a una sicóloga de selección cuál es su contribución trascendente en el trabajo? Complicada o fácil, alguien lo tiene que hacer, porque no es correcto que una persona trabaje en ningún cargo, en ninguna organización sin saber cómo está siendo parte de algo valioso, cómo está contribuyendo, cómo está satisfaciendo necesidades mediante su trabajo.

¿Los miembros de su equipo saben cómo contribuyen la organización? ¿Cuál es esa necesidad humana que atienden? ¿Es la seguridad, la tranquilidad, la diversión, el descanso, el reconocimiento, el contacto humano, la salud, el techo, la alimentación, el crecimiento, la curiosidad, el aprendizaje, la confianza, la paz?

Sea la necesidad que sea, el ser humano trasciende a través de su trabajo, y si en mi organización existen líderes que ayuden a tener clara esa contribución, la satisfacción de cada miembro del equipo va a ser enorme.

¿Qué tal si con la ancheta o con el sobrecito con los acostumbrados billetes, le llegara al portero de cada edificio una nota que le diera las gracias por la tranquilidad que brinda? ¿Qué tal si al auxiliar de contabilidad le llegara una nota que le agradeciera por contribuir a la confianza de los accionistas mediante su trabajo impecable en la preparación de los estados, balances e informes? ¿Qué tal si a la joven sicóloga de selección le recordáramos que cada vez que ella selecciona correctamente a una persona, está contribuyendo a que ella encuentre dónde realmente va a poder ser feliz y exitosa?

Ayudemos a darle sentido al trabajo de cada individuo de la organización, elevando la percepción de su propia contribución. Es lo mínimo que debe poder hacer un verdadero líder.

Piense cómo contribuye usted a la sociedad desde su trabajo. Escríbalo, repáselo, recuérdelo, compártalo y cuénteselo a sus hijos.

Si no logra ver claramente esa contribución, le recomiendo que cambie de trabajo.


¿Cómo contribuye RRHH a la sociedad? Lea el artículo 30 años en Recursos Humanos

Lección # 1: La cultura ES la estrategia

Lección # 2: Una buena organización no necesita un Supermán

Lección #3: Enfrente la realidad... por dura que sea

Lección #4: La "mística": un sentido superior

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