Mejor hecho que perfecto
En tiempos de pandemia, el perfeccionismo que nos frena...
“Yo soy perfeccionista”, solemos decir una y otra vez, con orgullo de que no se nos escape ningún detalle, de que no haya errores ni defectos en lo que hacemos y, por supuesto, de que jamás algo salga mal. Cualquier cosa que hagamos por debajo de la perfección no cubrirá nuestras expectativas. Sin embargo con el tiempo podemos darnos cuenta de que este afán de perfección es una trampa y solo nos conduce a la insatisfacción constante.
Hace unos años, mientras cursaba una maestría, veía que otras personas —tal vez con menos experiencia laboral que yo— daban cursos, escribían, publicaban textos y ofrecían sus servicios profesionales, y yo no me animaba. ¿Por qué ellos pueden y yo no? Esa era la pregunta que me daba vueltas en la cabeza, hasta que un día un coach me dijo: “Ellos se arriesgan, prueban, y vos, ¿cuántos cursos y títulos más necesitas tener para animarte?”.
Al reflexionar acerca de qué es lo que necesitaría que pase para sentir que ya estaba lista para ofrecer mis servicios, mi respuesta fue que probablemente nunca me percibiría a mí misma preparada para vender un taller porque siempre iba a sentir que le faltaba algo. En ese momento me di cuenta de que todo tenía que ver con mis creencias y expectativas.
El vaso medio vacío
Siempre me definí como una perfeccionista y actúe como tal. ¡Ahora me defino como una perfeccionista en recuperación! En la escuela estaba entre los alumnos de mejor promedio y terminé mi carrera de contadora con un 9 de promedio en la Universidad de Buenos Aires. Ni en la escuela ni en la universidad me comparaba con otros. Nunca fue un tema con otros, sino conmigo. Cada vez que me sacaba una nota que otros consideraban muy buena -como ser un 8 o un 9—, en mi cabeza solo había una voz que me preguntaba en qué había fallado, por qué no había llegado al 10, reprochándome cómo no me había dado cuenta de responder correctamente tal o cual pregunta. Por momentos realmente deseaba poder disfrutar de mis notas como lo hacían otros compañeros cuando se sacaban un 5 o un 6. Sin importar cuánto me había esforzado, festejar una nota que no fuera lo máximo era para mí algo totalmente impensado, y, al fin, ni siquiera festejaba los 10 porque ya estaba pensando en el examen siguiente. Por momentos, eso se sentía bastante insalubre. No fue sencillo darme cuenta de cuánto me afectaba y de cómo ese afán de perfección me hacía poner el foco en el resultado final —por ejemplo la nota de un examen, el conseguir el título—, y perder de vista la riqueza del proceso y todos los descubrimientos y aprendizajes que de él podían surgir.
El perfeccionismo es la búsqueda de la perfección, y solemos pensarlo como una virtud. En mis talleres he escuchado una y otra vez frases del estilo: “si no buscara la perfección, sería una persona mediocre”. Así, much@s pasamos la vida realizando un enorme esfuerzo para que no se nos escapen detalles y sufriendo al pensar en que podríamos haberlo hecho algo mejor. Y aunque en un punto nos ayude a acercarnos a nuestras metas -que posiblemente sean altas porque “no nos conformamos con poco”- terminamos atrapados en un espiral dentro del cual no disfrutamos de lo que conseguimos porque en lugar de apreciar el esfuerzo y lo que hemos logrado, nuestro ojo está en aquello que nos faltó para que sea perfecto…..y la trampa reside en que la perfección es una ilusión, por eso siempre vamos a encontrar algo más para mejorar y la frustración va a ser constante.
¿Cuánto tiempo nos damos para celebrar los logros (sin importar que tan grandes o pequeños los consideremos)?
¿Cuánto tiempo dedicamos a agradecer y reconocer a quienes trabajan con nosotros -ya nosotros mismos? Ese tiempo ¿es superior o inferior al que dedicamos a reprocharnos lo no logrado, lo que faltó o lo que no estuvo tan bien como esperábamos?
Necesitamos separar el perfeccionismo
de la búsqueda de la excelencia y
de la superación constante.
El perfeccionismo se asocia más a la exigencia que agobia y no reconoce logros. Distinto de lo que podamos creer, en lugar de afianzar nuestra confianza e incrementar nuestra felicidad por los logros, esta escalada perfeccionista nos lleva a la frustración, a la insatisfacción constante, al miedo, a la infelicidad.
La perfección es una ilusión que nos paraliza.
Como no podemos concebir hacer algo que no sea perfecto, no arrancamos nunca el proyecto que soñamos -porque en nuestra cabeza siempre le falta algo-, o no nos presentamos a dar un examen porque aunque hayamos leído toda la bibliografía creemos que aún necesitamos saber algo más, y por supuesto nos da miedo fallar, porque eso sí que no nos lo podemos permitir! No solo eso, en tiempos tan cambiantes e inciertos como el que estamos atravesando, probablemente nada de lo que tengamos en mente lo vamos a ejecutar tan perfectamente como creemos que deberíamos hacerlo, por lo que la ilusión de la perfección amenaza con volvernos a paralizar una vez más.
“Mejor bueno que perfecto”, parece una frase inconcebible para quien busca la perfección, aunque eso implique demorar años en animarse a encarar un proyecto o terminar una carrera (y hasta es posible que eso nunca suceda).
Reinventar nuestros negocios y nuestra identidad profesional en tiempos de pandemia, requiere animarnos a salir de la zona que nos resultaba conocida y comfortable para adentrarnos en territorios menos conocidos. Requiere reconocernos como aprendices que tienen muchas preguntas y mínimas certezas. Requiere darnos permiso para explorar, comprender la información que nos dan los experimentos que realizamos, y aprender constantemente para seguir avanzando.
Necesitamos animarnos empezar a andar el camino. Necesitamos animarnos a ser exploradores que navegan curiosos para encontrar nuevas oportunidades que este contexto nos trae. Necesitamos volver a ser l@s niñ@s que experimentaban una y otra vez hasta encontrar aquello que (eureka!) funcionaba!
Crear o innovar sin permitirnos fallar
-o creyendo que esa posibilidad no existe-
es una utopía.
Al fin y al cabo, tal vez fallar no sea no alcanzar la perfección, sino ni siquiera haberlo intentado.
Para seguir pensando:
¿Cuáles son los supuestos de perfección que tenes y contra los cuales te comparás?
¿Qué harías si no creyeras que tenés que hacerlo a la perfección?
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4yHola Alejandra Marcote , totalmente de acuerdo, muchas gracias por compartir 👏👏👏. Tenemos que reflexionar que de tras del perfeccionismo están nuestros miedos que nos nos permiten avanzar y disfrutar de todas las cosas fantásticas que hacemos.
Abogada Tecnológica/ Vendedora de Servicios Jurídicos/, FREELANCE
4yQuerida profe, tus enseñanzas me acompañan. Precisamente luego de ser tu alumna he acuñado una máxima personal a la que recurro más a menudo de lo que te imagines cuando me ataca el perfeccionismo e impide que vea mis opciones y logros. Precisamente a partir de insertar en mi mente cual puerto USB y repetirme "lo PERFECTO no es amigo de lo BUENO" puedo avanzar con otra dinámica en proyectos que antes bochaba por mi autoexigencia. Cambiaría el título, el perfeccionismo no debe frenarnos.
Founder & Managing Director I Crack Consulting
4yGood enough is the new perfect! Muy bueno. Gracias!