Migrantes en Europa -la clase media.
El coletazo del impacto económico posterior al Coronavirus es el tema de conversación de muchos círculos. Y es que es cierto, es un tema que debe preocuparnos. Esta no será una crisis basada en los ciclos económicos desprendidos de la naturaleza humana, por más que coincide con el período de 10 años de mayor optimismo económico de la historia y su inevitable ajuste a la baja.
No. Esta será una crisis ligada principalmente a la falta de liquidez. Es muy simple: si una persona no gasta, otra no cobra, y continúa así por la cadena indefinidamente.
Leí hace poco que "estamos en tiempos de guerra y hay que ahorrar todo lo posible". Este pensamiento, a mi criterio, es peligroso si no se lo toma con madurez. Es verdad que hay que ahorrar; de hecho lo estamos haciendo nos guste o no quedándonos en casa, y también lo creo necesario mientras dure la cuarentena porque, francamente, no sabemos cuando va a terminar. Pero hay que recordar que nuestra mayor contribución será regresar a nuestro consumo normal una vez termine, si bien habrá que guardar normas de distancia social durante un tiempo más.
Esto me lleva a pensar en los migrantes, al ser yo también uno bajo el estricto criterio del diccionario de la RAE. En Ecuador todavía pensamos en el migrante como gente pobre sin más opciones, huyendo a otra cultura con la esperanza de poder proveer a su familia, pensamiento heredado de la crisis económica del '99.
Hoy, en Barcelona, tengo amigos migrantes, compañeros de piso migrantes, y compañeros de estudios migrantes. Migrantes de la clase media que buscan mas que sobrevivir, prosperar.
Barcelona me ha recibido con los brazos abiertos. Esta es una ciudad que fomenta el emprendimiento y la educación y no se limita a los nativos. Busca fomentar la igualdad entre seres humanos como consigna en los cientos de espacios públicos y privados de recreación y educación, asequibles y en innumerables veces gratuitos. Comentario aparte de la política contemporánea local, que es debate para otro espacio.
Efectivamente, he constatado con experiencias directas e indirectas en Barcelona y Alemania el esfuerzo que se pone en que los más vulnerables se fortalezcan y logren un lugar en la sociedad del que se sientan orgullosos -definitivamente la mejor herramienta contra la miseria, los vicios y el crimen común. Mi pensamiento es que la clase socio-económica baja es más férrea, vive de manera más frugal y de forma general está mejor preparada para soportar situaciones como la actual. No quiero decir con esto que no sean vulnerables. Lo son pues, a pesar de que en una sociedad industrial sean estas personas las que más fácilmente pierden su empleo y que son las personas que más fácilmente encuentran uno nuevo, sus ahorros son limitados o inexistentes. La lógica de apoyar al más vulnerable siempre ganará el argumento lógico y humano. Dejemos la transformación de sociedad industrial a sociedad de servicios, y su impacto en la "nueva clase baja" para un futuro escrito.
Esto nos deja con la clase media, específicamente la clase media migrante, tema de este artículo.
Tienen la misma educación que sus pares locales, la misma determinación y el mismo empuje. La diferencia es que sus amigos cercanos quedaron muy lejos y su familia también. Esto a veces se transforma en una pizca extra de sal traducido en motivación.
Es en estas personas en las que noto un mayor impacto. No tienen gobierno que los cobije con los fondos destinados para estos momentos. En el tema laboral no tienen protección bajo la ley en las mismas condiciones. Muchos, increíble como suene por tratarse de un país desarrollado, no tienen siquiera un contrato que les ampare. Están atorados en un lugar ajeno, lejos de sus familias. Muchas veces en absoluta soledad.
¿Qué hacer?
La historia humana está construida, desde sus comienzos, por migrantes motivados en encontrar tierras más fértiles. Esa pizca de sal extra en ocasiones puede significar la diferencia entre el triunfo o la caída de un imperio. Y a esto es a lo que quiero llegar. Como las iguanas que en épocas de poco alimento morfan su esqueleto para hacerse más pequeñas y reducir su necesidad de calorías, o la tortuga entrando en su caparazón ante la presencia de un depredador, o como los caracoles marinos excavando en la arena ante la presencia de una ola, tenemos que parar y repensar nuestra estrategia. Adaptarnos. Retroceder a un estado de ahorro de recursos y esperar a que el embate del aguaje termine de manera que no nos arrastre la corriente. Cuando todo pase, cambiaremos nuestro caparazón por alas y pensaremos nuevamente en volar.
Para la mayoría de migrantes no va a haber cheques de $1.200 USD por adulto, ni salud gratuita, ni re-financiación de deudas. Pero ese mismo impulso que nos motivó a alejarnos de lo conocido es nuestra mayor herramienta. Eso, y la gente que está ahí para nosotros, aunque sea a través de estímulos de luz y audio provenientes de un teléfono celular, tan similares a la luz que entra por la ventana, pero no por eso menos reales en nuestra mente.
Adaptación, decía Darwin. Nuestro cerebro es terco y cómodo, programado así para disminuir al mínimo el consumo de energía. Pero es adaptable. Esta característica que ha logrado que mamíferos que pueden pasar 8 horas seguidas sentados en un sofá 'maratoneando' series de televisión, igualmente hayan podido poner un hombre en la luna, erradicar la poliomelitis y el sarampión, y descubrir que el tiempo es relativo.
Fuerza amigos, familiares y compañeros migrantes. ¡El futuro es brillante, mientras estemos abiertos al cambio!
Y a mis amigos, familiares y compañeros locales, estén donde estén, no dejen que el miedo pueda con lo mejor de ustedes. Esto pasará, como todo, y habrá gente extremadamente necesitada. Evitemos que esta crisis se extienda más de lo necesario.