"Te voy a arrancar la cabeza", el grito atrona entre las sirenas, las bombas de achique y los pitidos incesantes de las máquinas. Giro la cabeza, la mía, y un hombre de unos 30 años y un policía local están dándose de puñetazos sobre el barro. La gente está desquiciada. Son ya once días de tragedia y cualquier cosa te hace saltar. Los nervios están a flor de piel. No es la primera pelea que veo, pero la de hoy ha llegado a las manos. Varios voluntarios y agentes se apresuran para que la cosa no vaya a más. Hago el ademán de grabar la trifulca pero paso.
Ha sido un golpe a traición. Llegaba al cruce entre Benetusser y Alfafar con una pequeña sonrisa en la cara. En un limpia de un coche siniestro total encuentro un sobre cerrado sin remitente ni dirección. Solo una palabra: carta. La abro y la leo. Es de Olga, una chica de Cerdanyola que manda ánimos a los afectados por la DANA y se disculpa por no poder viajar hasta Valencia para ayudar. Me impacta y me entristece al mismo tiempo. La doblo, la guardo en el sobre y la dejo en el mismo limpia. Alguien más la leerá. O no.
Un par de horas antes, en Paiporta, los rostros son de agotamiento. Mucha gente buscando un bordillo para sentarse, apoyar la cabeza entre las manos y tomarse un tiempo. A la entrada del pueblo, llegando desde La Torre, hay un cruce de calles en el que se ha instalado un quita y pon de botas de agua. Cientos de pares ordenados para que el que llegue se las ponga y el que se va, las deje. Hay muchas para niños. Bob Esponja, Spiderman o la Patrulla Canina. El nudo en la garganta ya está aquí de nuevo. Los niños.
Paro a tomar algo al ver a unos voluntarios que han sacado dos cafeteras italianas gigantes a la calle y están haciendo café utilizando un fogón para paellas y una bombona de butano. En ese receso me doy de bruces con un compañero de profesión. Me cuenta que se salvó de la muerte subido muchas horas en un parque infantil. Lleva un corte en la ceja y el ojo morado. Le pregunto: "eso fue hace dos días trabajando que me resbalé en el barro". Nos nos da ni para echarnos una risa.
