Después de 6 meses con mi nuevo plan de tratamiento, recibí los resultados de mi resonancia magnética rutinaria. Al día siguiente, recibí un mensaje del consultorio: “Tu resonancia es estable; no hay indicios de nuevas lesiones”. Me eché a llorar. Casi no lo podía creer. No me había dado cuenta de que llevaba un año aguantando la respiración, aterrada de Ios próximos resultados. Me costó creerlo. De buenas a primeras, estaba mejor. ¿Qué pasó?
Reflexioné sobre mi vida antes y después de que me hospitalizaran. Me di cuenta de que llevaba mucho tiempo sufriendo: fatiga incapacitante, migrañas, dolor muscular, debilidad y depresión. Cuando me hospitalizaron, mis tomografías mostraban 10 lesiones previas y sin detectar. ¿Cuántos ataques tuve antes de enterarme que me sucedía algo?
El año posterior a mi hospitalización tuve migrañas cada dos meses. Eran tan debilitantes que no me podía mover varios días. La fatiga llegó a su peor punto; me faltaba el aliento después de caminar apenas de 20 minutos. Es frustrante y doloroso recordar esos días ahora que sé que no tenía que haber sufrido. Y pensar que aguanté tanto sin tener idea.
Por supuesto que no me sentía bien, pero nunca recibí respuesta. Me dijeron una y otra vez que mis análisis eran normales. Cuando los factores de inflamación salieron altos, me recomendaron un estilo de vida más saludable, y todo eso pasó mientras me surgían más lesiones en el cerebro. A pesar de todo eso, mi caso no es inusual. La gente a menudo pasa por algo semejante en el sistema médico, hasta que tiene daño irreversible. Lamentablemente, las mujeres de color son las más afectadas.
Ahora mi esclerosis múltiple está estable, y he encontrado un plan de tratamiento que me surte efecto. No fue un proceso fácil, pero por fin me siento lo suficientemente segura como para aceptar que estoy mejor. No puedo olvidar la larga lista de dolencias que desaparecieron después del diagnóstico y tratamiento para la esclerosis múltiple. Salí de la cita médica sintiéndome aliviada por primera vez en años. Finalmente había salido del dolor, temor y los traumas que me frenaron todos estos años. Las enfermedades crónicas son impredecibles, pero por fin me sentí segura de mí misma y mi cuerpo, una conexión que había estado muy fracturada durante toda mi vida.
Pasé muchas noches rezando para que mi suerte cambiara, para recuperar la vida que solía tener. Ahora tengo la sensatez de comprender que llevaba una vida de sufrimiento y, para mejorar, debía empeorar. De manera gradual, sin darme cuenta, empecé a caminar 5 millas al día, tuve muy pocas migrañas y superé la fatiga. Esta experiencia me ha enseñado que superar el dolor que nos trae la vida no es cuestión de conocer el desenlace sino continuar adelante a pesar de la incertidumbre. Y al hacerlo, he descubierto que cualquier día dado, todo puede cambiar para mejor.
Autor de la foto: Maskot/Getty Images