Cuando hablamos de mediocridad, como bien indica Xavier Marcet (autor de “Esquivar la Mediocridad”), lo primero que deberíamos hacer es “tener un espejo cerca donde mirarnos”…
Muchas organizaciones se pierden en lo anodino, no cautivan, no saben deleitar… Y eso suele ser, principalmente, debido a empleados mediocres timoneando el barco… O a una corte de mediocres que pulula alrededor de un incompetente pagado de sí mismo… ¿Les resulta familiar?
Un sencillo marco de la estrategia empresarial consiste en determinar dónde jugar (a qué sector o mercado servir) y cómo ganar (qué hace falta para obtener los mejores resultados en ese ámbito). Sin embargo, el “Cómo” es mucho más importante que el “Dónde”: La recompensa por estar entre los que mejores resultados obtienen aumenta en todos los sectores. Pero, por desgracia, estas recompensas se ven neutralizadas por una regresión cada vez más rápida al término de la mediocridad.
En los albores de 2025, desafiar a la mediocridad es más importante que nunca (principalmente, por su letalidad). Por un lado, el valor de ser excepcional ha aumentado. Esto es achacable en parte al incremento de los modelos de negocio basados en plataformas donde el ganador se lo lleva todo, que se han situado en lo más alto de la clasificación de las empresas de mayor valor del mundo. También es una mala época para situarse en el simple término medio. A largo plazo, el crecimiento genera retornos, pero las tasas de crecimiento han registrado una tendencia a la baja. Una organización es mediocre cuando las inercias pesan más que la ilusión por adaptarse a contextos cambiantes. Cuando “el futuro es, simplemente, una prórroga del pasado”, como bien indica Marcet….
Para mantener la excelencia es necesario salir de su zona de confort (el acomodo es uno de los mayores peligros) y reinventarse continuamente, la garantía del éxito futuro no puede confiarse a la inercia, pues la peor respuesta con la que podemos toparnos es LA INDIFERENCIA. La actividad empresarial ha adquirido un carácter cada vez más dinámico, impulsado por rápidos cambios tecnológicos y sociales. En consecuencia, el rendimiento anterior se ha convertido en un débil indicador del éxito futuro y de la capacidad de competir…. En otras palabras, lo que haga falta mañana para alcanzar el éxito será diferente de lo que hace falta hoy; la ventaja ha de renovarse constantemente, pues necesitamos más estrategia y menos planificación, dado que el mundo cambia más rápido que nuestra capacidad de planificar. Es por ello que se imponen las organizaciones ambidiestras que exploran (innovan) y explotan, algo que está a años luz de una empresa mediocre (o repleta de mediocres). Y es que “la autenticidad es el primer mandamiento para esquivar la mediocridad” (X. Marcet). Y dedico este artículo a mi buen amigo, magnífica persona y extraordinario profesional Fernando Pasquín, que fue quien me dio la idea... ¡Un fortísimo abrazo y gracias por la sugerencia!
