Secundaria Está Llena de Docentes del Paleolítico
La frase “No todo el mundo puede ser médico o ingeniero, necesitamos peluquerías” es un reflejo del pensamiento arcaico y elitista que persiste en la secundaria, donde algunos docentes perpetúan modelos educativos obsoletos y prejuicios clasistas. Esta mentalidad, más propia del Paleolítico que del siglo XXI, sigue jerarquizando profesiones y devaluando aquellas que no encajan en un esquema rígido de éxito.
1. Jerarquización retrógrada de las profesiones
Decir que “necesitamos peluquerías” como contraposición a ser médico o ingeniero implica una visión jerárquica de las ocupaciones, donde unas se consideran prestigiosas y otras meramente utilitarias. Esta lógica ignora que todas las profesiones son indispensables para el funcionamiento de una sociedad equilibrada. Sin peluqueros, docentes, agricultores o técnicos, ninguna comunidad puede prosperar, por muy llena que esté de ingenieros y médicos.
2. Clasismo disfrazado de pragmatismo
La frase evidencia un prejuicio clasista que minimiza el valor de las ocupaciones manuales, tratándolas como una alternativa inferior para quienes “no alcanzan” metas más altas. Este enfoque, que muchos docentes aún transmiten, refuerza desigualdades y desprecia las elecciones profesionales basadas en la vocación o el contexto personal. Más que formar ciudadanos críticos, fomenta una mentalidad subordinada al estatus y al título.
3. Ignorancia sobre el valor de las profesiones técnicas y manuales
Los peluqueros, igual que cualquier otro profesional, requieren formación, habilidades técnicas y creatividad. Reducir estas labores a opciones “de segunda” denota un desconocimiento total de su complejidad e impacto. Las peluquerías no solo son negocios; son espacios de bienestar emocional, cuidado personal y expresión cultural. Ignorar esto es quedarse atascado en un pensamiento propio de docentes que no han evolucionado con la sociedad.
4. Elitismo que distorsiona el concepto de éxito
El discurso que prioriza ciertas profesiones sobre otras transmite una idea reduccionista del éxito, vinculado únicamente al estatus y al salario. En lugar de valorar la diversidad de talentos, vocaciones y necesidades sociales, este enfoque alecciona a los jóvenes a aspirar a un modelo de igualitario.
5. Reflejo de un modelo educativo anticuado
La frase es un síntoma de un sistema educativo que, en muchos casos, todavía fomenta la obediencia y la conformidad en lugar de la autonomía y el pensamiento crítico. Muchos docentes siguen impartiendo clases como si el mundo no hubiera cambiado, aferrándose a un modelo donde la jerarquización de las profesiones refuerza desigualdades.
6. Una contradicción implícita
El autor de la frase reconoce la necesidad de peluquerías, pero desvaloriza a quienes trabajan en ellas. Esta contradicción pone en evidencia la hipocresía del argumento: mientras se utiliza esta ocupación como símbolo de algo “inferior”.