INTRODUCCIÓN A LA PAZ
El arma es incorporada o enemiga.
Suenan tambores de guerra total en Europa y se dice que a causa es el mal comportamiento del otro, el enemigo, o que las guerras las promueve el “complejo militar industrial”, el capitalismo o las élites para lucrarse de ellas, pero la guerra, sobre todo si no es ya subrogada, y es destrucción mutua (y total), ni es beneficiosa ni puede ser querida por nadie.
La guerra es la relación del arma consigo misma; es decir, la relación de las unidades armadas cuyo desarrollo es una mayor capacidad de destrucción del otro -que es como se imponen o someten unas a otras, de modo que sus intereses son contrarios: cada uno se arma tanto como puede y busca desarmar al otro. Y así la guerra es “absoluta” -ocurre todo el tiempo, como dice Clausewitz, que define las operaciones militares como “el intento o acción de desarmar al enemigo”, punto al que se llega sin remedio si nadie es capaz de imponerse al otro mediante la amenaza, tal cual es el temible caso ahora.
El arma da lugar entre los humanos a la unidad armada (el ejército y el estado), que diferencia a las personas entre aquellos subyugados a su sistema jerárquico, articulado así con el fin explícito y preciso de anular su voluntad y humanidad, pero no solo así a sus miembros sino al resto del mundo, a los que tal organización absorbería o sometería -salvo que estén organizados de la misma manera. Toda arma es incorporada o enemiga.
Ese propósito manifiesto de esclavización universal no puede hacerse público -y más que se hace sin querer y como cadena de reacciones ineludible que experimenta el político, por lo que se usa el lenguaje representativo y figurativo que acompaña a la unidad armada, que nos hace dependientes de quien lo figura, por el que “confesamos” la “cesión” “voluntaria” de nuestra voluntad a nuestros mandos y representantes a los que votamos -personas irrelevantes, pues unos u otros ocuparán los mismos puestos y funciones de la máquina jerárquica. Y así también se mantiene públicamente el absurdo de que la paz es la ausencia de guerra ocultándonos que la guerra es nuestra sumisión a ese sistema de esclavitud universal que maquinalmente se nos impone mediante el daño o amenaza de daño que anula nuestra humanidad y voluntad, de modo que, privados de voluntad, no podemos ni siquiera conformarnos, y dejar de hacer la guerra.
La paz es tratar a los otros como quisiéramos ser tratados, la inclusividad en la toma de decisiones mediante la publicidad de la intención que afecte a los demás, con que se sustituye el propósito de daño por la cooperación. Algo que hoy está a nuestro alcance, pero tenemos que liberar primero nuestra humanidad convocándola con nuestra bandera que detiene la actividad del arma. Algo difícil, pues la bandera blanca se considera rendición, que depende de la autoridad, pero hoy es una representación personal en las redes sociales y busca un alcance universal de llamada a todos al desarme.
