#4 - ¿Cómo dejar de ser tan duro contigo mismo? Cuida tu diálogo interno
No debemos subestimar el poder de las palabras.
Las utilizamos de forma verbal o escrita para transmitir ideas que originalmente fueron una maraña caótica a la que fuimos dando forma hasta poder enunciarlas. Hablar y pensar son fundamentalmente la misma cosa. Solo tenemos que recordar la cantidad de veces que fuimos capaces de organizar nuestra cabeza por el simple hecho de contarle nuestro problema a alguien.
Las palabras tienen el poder de definir realidades. Lo que nos decimos a nosotros mismos o a los demás importa, y mucho. Un simple comentario puede sacarnos del pozo o hundirnos un poquito más.
Desgraciadamente, tendemos a tomarnos el impacto de lo que decimos a la ligera. ¿Quién no ha dicho barbaridades que realmente no pensaba para intentar encajar?
En mayor o menor medida, todos hemos sido malos con personas que no se lo merecían por presión social y hemos hablado mal de otros para obtener un beneficio.
Quizás no éramos conscientes del daño que podríamos estar causando, pero lo cierto es que nuestra propia forma de actuar nos genera rechazo porque estamos traicionando lo que somos. Nos gustaría actuar de otra forma, pero no lo hacemos y por eso sentimos vergüenza.
Somos nuestro peor juez, el más exigente.
Un juez que valora si hemos sido capaces de alcanzar nuestras expectativas y siempre nos encuentra culpables.
La historia de mis primeras prácticas tras acabar la carrera es un gran ejemplo. Me costó unos meses arrancar y dar un nivel aceptable. Venía de una ausencia absoluta de método y disciplina, y cuando me topé con un trabajo de verdad tardé en adaptarme, aunque apreté los dientes y lo acabé consiguiendo.
Cuando se acercaba el final del período de prácticas mis compañeros daban por hecho que iba a renovar, pero mi jefe tenía otro punto de vista. Aún recuerdo su valoración de mi tiempo allí de forma muy viva. "Es cierto que te has adaptado y has dado un nivel aceptable, pero no es suficiente. Para compensar tus 3 primeros meses malos tendrías que haber hecho un desempeño de crack, y no eres un crack, eres del montón. Me engañaste con las entrevistas, pensaba que eras una cosa y eres otra".
No te voy a mentir. Fue duro. De algún modo me creí que estaba destinado a ser mediocre. Estuve de acuerdo con esa idea. Esa valoración infame me ha perseguido durante años, y no solo en el ámbito profesional.
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Sin embargo, la vida se ha portado bien conmigo y con el tiempo pude abrazar otra idea mucho más potente que desterró a la que me estaba condicionando tan negativamente.
Mi punto de inflexión fue un cambio radical de posición dentro de mi empresa. De repente me vi en un sitio donde el encaje personal fue inmediato y mis fortalezas se adaptaban muy bien a mi nuevo rol. Los buenos resultados profesionales empezaron a llegar y poco a poco se fue formando una nueva idea en mi cabeza. Quizás puedo ser importante aquí. Quizás puedo elevar el nivel de mi trabajo y hacer algo relevante.
En paralelo, encontré inspiración en libros que me mostraron otras formas de percibir mi realidad. Una idea empezó a coger fuerza en mi cabeza, "tú eres el responsable de lo que te pasa". Claro que hay gente mala, claro que hay enfermedades, claro que hay imprevistos, pero el siguiente movimiento siempre es responsabilidad tuya y puede mejorar o empeorar tu situación.
Lentamente, pero de forma constante, pasé de un "eres mediocre" a un "mejora un poquito cada día y no pares nunca de hacerlo". El nuevo acuerdo al que he llegado conmigo mismo consiste en dejar de mirar hacia los demás, pensar en mí y apuntar a ser mejor de lo que era ayer.
No tengo ni idea de cuál es mi techo, pero sé que será la vida la que me lo acabe diciendo, porque nada gano poniéndome yo los límites.
Ser realista con tu situación no tiene nada que ver con ser auto-limitante.
La conversación con nosotros mismos es la más importante de todas. Todos sabemos que se debe tratar a la gente con respeto y debemos aplicarnos esa misma regla a nuestro diálogo interno.
No nos digamos cosas que jueguen en nuestra contra. Asumamos nuestra responsabilidad por lo que nos pasa, hagamos lo que tengamos que hacer para enmendar nuestros errores y aprendamos de ellos para estar mejor preparados para el futuro.
Cuando tienes una opinión negativa sobre ti mismo admites a personas y situaciones que no te hacen bien. De algún modo sientes que te lo mereces. Solo si te respetas y te valoras conseguirás rodearte de personas que te respeten y te valoren.
La calidad de la conversación que mantenemos con nosotros mismos definirá notablemente el nivel de sufrimiento que tengamos que soportar. A medida que sustituimos creencias limitantes por otras que te permiten crecer, nuestra posición mejora. Cuando nuestra posición mejora, también lo hacen nuestros resultados y los buenos resultados son nuestro mejor aval. Cada vez te resultará más fácil salir a la calle sin una máscara, orgulloso de lo que eres y de enseñarlo al mundo.
Cuida tu diálogo interno, porque nadie más lo puede hacer por ti.
Asesora Patrimonial en Banca March
8 mesesComo la vida misma! Todos hemos pasado etapas con el Sindrome impostor y lo peor es que a veces nos lo creemos. Por suerte la vida te muestra el camino y si te lo has trabajado lo encuentras antes🙏