Abandonados a la suerte
El martes primero de noviembre, Gloria Ceballos publicó en su Twitter que durante el fin de semana se incrementarían las lluvias, debido a un área amplia de baja presión que estaría incidiendo en el país. Nada sorprendente en un país tropical acostumbrado a la formación repentina de fenómenos atmosféricos.
El viernes 4 de noviembre, a las 6.50 de la mañana, la directora del organismo a cargo de la meteorología advertía sobre una onda tropical y vaguada incidiendo sobre las condiciones del tiempo, alertando de nuevo a las 2.56 de la tarde sobre lo que sería un viernes nublado y lluvioso. De nuevo, nada extraño en un país tropical acostumbrado a que el día más soleado puede llover.
Lo que vino después trastornó la vida de la ciudadanía, especialmente en el Distrito Nacional y, mayormente en la circunscripción 2. La Oficina Nacional de Meteorología registró el mayor acumulado de agua en 178.2mm, en el Jardín Botánico, es decir que en un metro cúbico llegaron a registrarse poco más de 178 litros o 47 galones de agua. John Morales, reconocido experto en la materia, afirmó en un medio de comunicación que el cúmulo de lluvia llegó hasta los 232mm en el Distrito Nacional.
¿Era posible prever esta situación? Como sucede en todo fenómeno atmosférico, las herramientas de medición sirven para establecer estimaciones, los pronósticos buscan colectar datos suficientes para determinar patrones futuros con la mayor exactitud posible.
El problema del Distrito Nacional, y del resto del país, no está en si disponemos o no de suficientes informaciones para predecir el clima. El problema está en la incapacidad institucional para dar respuesta efectiva a las alertas que generan los datos. Las alertas que emiten ONAMET y el Centro de Operaciones de Emergencia no parecen significar nada para el resto del entramado institucional del país.
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Pongamos el ejemplo de la Alcaldía del Distrito Nacional. Una alerta temprana de ONAMET como la emitida el 2 de noviembre debió activar los mecanismos preventivos para que la ciudad esté en condiciones de recibir cualquier fenómeno atmosférico: limpieza de imbornales, reforzar la recogida de basura, preparar las zonas más vulnerables ante el desastre, alertar a los que viven en las riberas de los ríos, advertir a los comercios y empresas, entre otras medidas más. Ahora bien, ¿hay alguien en la Alcaldía que reciba las alertas de ONAMET y recomiende acciones?
Esa capacidad de respuesta debería ser dinámica y constante. Los protocolos deben activar un mecanismo institucional de seguimiento constante desde el mismo momento en que se emite la alerta, no como una respuesta al fenómeno después que ha hecho daño. Si hubiese sido así, el aumento de la alerta en horas de la tarde del viernes, habrían motivado a las autoridades locales a tomar otras medidas adicionales: solicitar a las autoridades del tránsito que reforzaran los puntos críticos, advertir a los responsables del transporte público y colocar brigadas de acción rápida en distintos puntos de la ciudad para dar respuesta efectiva a las emergencias, coordinar con entes privados que dispongan de equipos de bombeo o maquinaria pesada para que estén disponibles en caso de ser necesario. ¿Existe una unidad en la Alcaldía que canalice esos esfuerzos?
De todo esto, lo peor que hemos observado es la pobre respuesta una vez el suceso ya estaba impactando la ciudad. La ausencia de las autoridades, de todas las autoridades, fue notoria.
Si el comité de trabajo correspondiente hubiese estado activado con suficiente tiempo, habrían estado en la capacidad de informar a los comercios y la ciudadanía en general, que no salieran del lugar en el que estaban, para facilitar el tránsito y la movilidad. Habrían podido orientar a la ciudadanía sobre cuáles puntos evitar, podían establecer contacto con las Juntas de Vecinos y Asambleas de Condómines para dar respuesta a situaciones particulares de cada vecindad, en fin, innumerables acciones que no requieren grandes recursos económicos y que no se tomaron porque se prefirió esperar a que pasara el fenómeno para salir a las calles a dar respuesta, una respuesta tardía que resultó en el lamentable fallecimiento de varias personas, pérdidas materiales considerables y en una ciudad que no se siente confiada de la capacidad de respuesta de sus autoridades ante situaciones como esta.
El mayor error que puede cometer la Alcaldía del Distrito Nacional es ver este suceso como una excepción, algo inusitado que solo pasa cada 50 años. El cambio climático y la ineficiente infraestructura de esta ciudad harán más comunes estas inundaciones. Lo correcto es designar un equipo de expertos, de profesionales y técnicos con conocimientos profundos de políticas públicas para que evalúen a profundidad lo que sucedió el viernes 4 de noviembre y desarrollen un plan de acción para la resiliencia de esta ciudad, para prepararnos para el futuro, un futuro de más inundaciones, sin duda alguna.