Abrazar

Abrazar

Abrazar es más que un gesto, es un lenguaje sin palabras.

Cuando abrazamos, suspendemos por un instante el peso del mundo. Nos rendimos al contacto, a la cercanía, a la calidez que se desprende de seres que deciden sostenerse mutuamente, aunque sea solo por un breve momento.

Pero no solo los humanos abrazamos.

En los gestos simples de los animales encontramos lecciones poderosas sobre el sentido profundo de este acto, sobre su poder de conectar, sanar y construir.

Los elefantes, por ejemplo, se abrazan para consolarse. Cuando uno de ellos está angustiado, los demás se acercan, lo rodean con sus trompas, lo tocan suavemente. En ese contacto hay una promesa: "Estoy aquí. No estás solo".

Los monos, recurren al abrazo no solo para consolar, sino para reconciliarse, una forma de decir: “Te veo, y a pesar de nuestras diferencias, el vínculo entre nosotros es más fuerte que el conflicto”.

Los lobos, nos muestran la fuerza del abrazo en comunidad. Ellos entrelazan sus cuerpos en una danza de pertenencia. En ese contacto está la esencia de la manada: un recordatorio de que, aunque el liderazgo es necesario, el verdadero poder reside en el grupo, en el apoyo mutuo. Al igual que un abrazo, la manada funciona mejor cuando todos se sienten vistos y sostenidos.

¡Hasta los árboles se abrazan!. Sí, a través de sus raíces unidas por una red de micelios (hongos) algunas especies se comparten agua, nutrientes y sustancias químicas. “Te (nos) doy lo que necesitas para sobrevivir”

Estos ejemplos de la naturaleza nos hablan de algo que, a veces, olvidamos: abrazar no es solo un acto físico; es una forma de sostén emocional.

Nos invita a compartir nuestra vulnerabilidad, a mostrar que, somos seres inter-dependientes, (¡qué tema tenemos con la (in)dependencia!) y la fuerza más profunda radica en la conexión. Nos recuerda que somos parte de algo más grande, que el viaje es menos solitario cuando permitimos que otros caminen a nuestro lado.

En el liderazgo, el abrazo es esencial. No se trata de un gesto literal (o sí), sino de la capacidad de acoger al otro, de brindarle un espacio seguro donde pueda ser auténtico, donde sus miedos y dudas sean recibidos con comprensión y empatía.

El abrazo nos lleva también a darnos cuenta que la vulnerabilidad y la fortaleza coexisten. En el contacto cercano descubrimos que al unirnos con otros podemos construir algo más grande.

Por último, mi ejemplo favorito: los pingüinos.

Los pingüinos se agrupan en círculo para sobrevivir al frío de la Antártida:

Abrazar es, entonces, un acto de valentía porque, en su esencia, nos exige abrirnos: cuando abrazamos nuestro corazón queda expuesto, literal y metafóricamente.

Es un reconocimiento de nuestra humanidad, de nuestra necesidad de pertenencia, de que no todo en la vida es competencia o logro. Abrazar es detenerse y recordar que la vida se trata, sobre todo, de los vínculos que construimos.

El verdadero líder es aquel que sabe cuándo ofrecer sus brazos para sostener y cuándo buscar el sostén en el abrazo del otro.

Por eso, si estás comenzando tu camino en el liderazgo, te invito a unirte al Círculo de Empatía el 21 de Noviembre. Un espacio donde, junto a otros líderes emergentes, exploraremos uno de los miedos más comunes en esta etapa: el miedo a no estar a la altura.

¿Qué mejor que, al igual que nos enseña la naturaleza, transformar ese miedo en fortaleza junto a otros de nuestra misma especie?

La inscripción es gratuita.

¡Te espero!

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