Lo que escuchar a mi enojo me enseñó
o mejor dicho reafirmó
Intenté hacer lo imposible: escuchar a mi enojo. Y ocurrió algo loquísimo:
Recibí un mensaje. Te lo cuento acá.
Estoy atravesando una situación en la cual me da culpa sentir empatía (sí, así de raro leerlo es sentirlo).
Soy una persona bastante empática, me es fácil - aunque por momentos desgastante-, y en general lo tomo como una fortaleza, una habilidad de la que me siento orgullosa, pues vivimos en un mundo en déficit de ella.
En este caso, por diversas razones, estaba sintiendo una empatía que no quería sentir, de hecho, el mayor problema era que sentía también enojo por sentirla.
‘¿Por qué no masticas un poco más este sentir?’ - me recomendaron.
Sentarme con mis emociones es un desafío que vengo practicando hace tiempo. Irme a racionalización, querer entender, y crear sentido en mi mundo mental siempre fue mi default option. (¿alguien más?)
Se ve que la metadata siguió procesando como siempre tras bambalinas y sentada en una clase de mindfullness (a la que casi no voy) días después, escuché una palabra que derivó en el famoso click: ese que no es sólo mental, sino también visceral.
Ese enojo tan contradictorio para mi mente por estar sintiendo algo tan humano y amoroso como la empatía, era la forma de mi cuerpo de decirme algo importante: las emociones son inteligencias propias del cuerpo que nos avisan cosas.
En mi mente este aviso sonó así: mucha empatía mucha empatía, pero ¿qué lugar estas haciendo para la autocompasión?
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Uf.
Lo que resonó en mí no fue el estado pasivo/receptivo/ying de la autocompasión: estar de manera amable, acunando, sosteniendo, acompañando, transitando, validando lo que sentimos.
Sino su cualidad activa/yang que involucra proteger, proveer y motivar. Que involucra poner límites. ¿qué es lo que vos necesitas? ¿cómo estas honrando tus necesidades? ¿dónde están tus límites? ¿hay coherencia entre tu sentir/actuar?
En esta oportunidad no vengo con respuestas, ni data científica ni académica. Solo te comparto esta experiencia que me llevo a reafirmar:
-la capacidad inmensa que tenemos, si hacemos espacio, para que varias emociones incluso (y más aún) contradictorias entre sí coexistan en nosotros. sin taparlas o invalidarlas sólo porque parecen ‘no tener sentido’ para nuestra mente.
-no hay emociones positivas y negativas, todas tienen su propósito: mi enojo en este caso me estaba protegiendo.
-los mensajes de nuestras emociones se revelan en presencia con nuestro cuerpo, no con nuestra mente.
-la autocompasión esta asociada a perdonarnos cosas, y perdonar es dejar ir. A veces lo que necesitamos dejar ir no son acciones, sino expectativas.
-la última en una foto: