Adiós al viejo Dani Alves

"Tiene mala pinta lo de Dani Alves". Esta es una de las frases más repetidas por quienes conforman la opinión pública desde que se conoció la acusación de violación contra el futbolista, cuya historia puede resumirse como la de una leyenda popular que en apenas unos segundos desciende a lo más hondo de los infiernos de la reputación.

Cuánto tiempo permanecerá en ese pozo resulta hoy difícil de calcular, pero la profundidad de la caída puede llevar a pensar incluso que va a ser muy complicado salir alguna vez de ese oscuro agujero de la mala imagen, como apunta el entrecomillado mencionado al principio.

Sin embargo, el futbolista tiene un partido que jugar, uno cuyo resultado no dependerá de su habilidad con el balón, sino de dos factores alejados del terreno de juego. Por un lado, de la destreza jurídica de su abogado, el experimentado Cristóbal Martell, acostumbrado a luchar contra la corriente de la opinión pública. Por otro, de la gestión que el propio acusado haga de su imagen personal, un terreno hasta ahora descuidado por el futbolista.

Dejar cualquiera de los dos a su libre albedrío no beneficiará al futuro de Alves, pues ambos factores incidirán el uno sobre el otro. Sobre el primero, siempre es pronto para hacer profecías, pero en este incipiente momento se torna más precipitado si cabe. No han sido pocos los casos, de hecho, en los que "todo indicaba" -cuñada expresión que vislumbra una opinión escasamente fundamentada- que la investigación avanzaba hacia un lugar y luego de repente se produce un viraje inesperado.

En este momento, la línea de defensa de Martell parece apuntar al consentimiento como piedra angular en un contexto cultural, político y legislativo resbaladizo del que difícilmente podrá abstraerse el letrado. El pitido inicial no ha hecho más que comenzar. La estrategia letrada por supuesto tendrá unas consecuencias en el desarrollo de la instrucción judicial, pero también afectará necesariamente a la fama del jugador brasileño.

La deteriorada imagen del tantas veces aplaudido en el Camp Nou, a su vez, no solo depende de lo que ocurra en la investigación, pieza clave sin duda en la construcción de ese nuevo Alves que necesariamente tiene que surgir tras la crisis, sino de cómo el exbarcelonista afronta el que probablemente es el problema más gordo de su vida.

Cada gesto, cada palabra que diga dentro y fuera de la sala, cada reacción que protagonicen sus amigos o sus familiares tendrá ahora una lectura pública y, por lo tanto, un indudable eco en la configuración del Alves postacusación que en todo momento estará sometido al yugo de la sospecha y de la vinculación con una verdad que no será firme hasta que una sentencia se pronuncie, pero que será una realidad mientras esta última llega a término.