Afrontar crisis y cambios en nuestra vida (transiciones vitales)
“La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer“
Bertolt Brecht
Ambas puertas están abiertas aún y nos encontramos, como decía Williams Bridges, “en la zona neutral”. En la transición entre dos cambios, lo viejo queda atrás, lo nuevo queda delante. Es una zona de desconcierto, en la que todo puede ocurrir, pero nos cuesta prever hacia donde vamos. Sin embargo, se trata de una gran oportunidad para la creatividad, probar cosas y conectar con aquella parte de nosotros que nos reclama atención, pero que no hemos tenido tiempo o querido hacerle demasiado caso. En esta zona de transición es cuando más vivos nos sentimos y estamos.
En ese estado de cosas, la crisis es una llamada al cambio, es como el dolor, un aviso de que algo no va bien y un catalizador que nos produce tal desazón, que iniciamos un movimiento, aunque sea incierto. Nos obliga a sentir que las cosas no son iguales y nos empuja a salir de nuestra zona segura. Esta zona nos mantiene en terreno conocido, pero no por ello el mejor. Lo único permanente es el cambio y necesitamos experimentarlo para crecer. Ir en contra suyo es ir en contra nuestro, por lo que, en cierto modo, la crisis es una medida de seguridad, un mensaje que nos enviamos a nosotros mismo de que algo que consideramos fundamental tiene que ser modificado.
La importancia de ese algo es independiente de la valoración del resto del mundo, ya que somos nosotros los que marcamos la medida en la que nos afecta. Para los demás puede tratarse de algo sin importancia, pero a nosotros nos señala la línea de cambio de una etapa a otra. De un cambio no siempre se deriva algo objetivamente mejor, las cosas podrían empeorar, pero el cambio en sí, las transiciones, y el avance son unas constantes con las que nos tenemos que enfrentar o acompañarlas durante toda nuestra vida. Por otra parte, no sólamente a través de la crisis se inicia un cambio, sino que acontecimientos positivos pueden introducirnos en períodos transicionales de gran importancia, momentos que nos hacen reflexionar y asumir que la situación ha girado y hay que hacer una reevaluación de la misma.
Las transiciones marcan fases entre hitos, que son, al mismo tiempo, inicio y final de otros cambios. A través de este encadenamiento vamos avanzando, pues el cambio y el movimiento son leyes a las que no nos tendríamos que sustraer. Algo tan simple como revisar nuestro rostro en un espejo pasado el tiempo, nos sirve para darnos cuenta de que vamos pasando etapas.
Transitando somos como objetos celestes atrapados por los campos gravitaciones de los planetas, de tal manera que vamos avanzando de transición en transición como lanzados por enormes hondas astrales que nos hacen avanzar con la fuerza de cada lanzamiento hasta nuestro destino como personas. Quizás, como dice Al Siebert, no podemos hacer nada respecto a encontrarnos en una transición o no, pero sí elegir cómo vamos a actuar o responder durante ella. Está en nuestras manos el qué construir con lo que tenemos.
Digamos que las transiciones y los cambios son constantes a las que más que temer hay que invitar, estar atentos a ellas y a lo que han significado las que dejamos detrás, y lo que nos proponen en nuestra vida las que están llegando.
Las crisis tienen su razón de ser. No siempre tienen resultados aparentemente positivos, pero sí llevan mensajes dentro que sería interesante escuchar. En el fondo, es como la envoltura que deja la mariposa al transformarse en su forma final. Vamos cambiando de una a otra.
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